lunes, 27 de agosto de 2012

Carta póstuma a mi Viejo






Viejo, mi querido Viejo:

¿Cómo hubieran sido las cosas si hubiera crecido a tu lado?
Es algo que siempre me he preguntado, y lo hago nuevamente ahora que partiste, ahora que nos dejaste. Y llego a la conclusión de que sin duda hubiera sido una persona mucho mejor de lo que nunca lo he sido…


Crecer lejos de tu lado no fue fácil. Mi mamá tuvo que hacer de padre y madre durante toda mi vida, y siempre le he estado agradecido por haberme levantado a fuerza de tesón y lucha. Ella es una guerrera, siempre lo ha sido, y toda la vida he dicho, te lo confieso, que si hay alguien a quien le debo lo que soy, es a ella.
Siempre te vi como un padre distante… De forma física, mas no espiritual… Desde pequeño te vi como ese hombre que me brindaba un cariño sin medida desde una larga distancia, y a quien veía esporádicamente cada uno, dos o hasta tres años, fuera que mi mamá me llevara o que tú vinieras con motivo de uno de tus proyectos… Tan infrecuentes eran nuestros encuentros, que nunca me acostumbré a decirte “papá”, nunca supe vencer esa barrera que sentía entre los dos. Nunca sentí la plena confianza para expresarte mis sentimientos…
Siempre fui un niño tímido, y cuando llamabas por teléfono no era la excepción. No sabía qué decirte, cómo expresarme contigo…
Fuiste siempre para mí ese profesional íntegro, bien afeitado, de constitución robusta y sacos de lana, de humor sano y jovial, de hablar sosegado y expresión educada. Ese padre que me trataba de “tú” sin que yo tuviera la suficiente confianza para tratarlo de la misma manera. Aquél que no obstante todos los reveses siempre me alegraba de ver y abrazar…


No me enseñaste a montar en bicicleta ni a jugar al fútbol. No estuviste en mi Primera Comunión ni en mi Graduación. No tuvimos esa primera e importante conversación de hombre a hombre…
Y confieso que a medida que fui creciendo te juzgué en silencio, te reproché por el hecho de no estar al lado de mi mamá, ayudándole en todo lo necesario, apoyándonos económicamente cuando lo necesitábamos… Siempre me pregunté por qué ese padre que vivía a tantos kilómetros de distancia no podía solventar, como todos los padres, nuestras carencias. Me parecía insuficiente lo que le enviabas para suplir las necesidades, y veía con impotencia cómo ella hacía todo lo posible por aprovecharlo y hacerlo rendir a como diera lugar…
Y sin embargo mi mamá siempre te defendió a capa y espada. Tanto cuando yo le decía algo, como cuando algún familiar o allegado criticaba la falta de un apoyo completo de tu parte…
Porque fuiste todo para ella. Fuiste el amor de su vida, su único amor, y lo que significaste siempre para ella es algo que no se puede describir con palabras…


Pasó el tiempo, y entendí. Te comprendí.
Supe que hiciste todo lo que estuvo en tus manos por nosotros. Supe que luchaste aguerridamente durante toda tu vida para sacar adelante a aquellos que amabas, que nunca nos descuidaste, que tu corazón siempre nos tuvo presente, aún cuando pasaban largos días sin comunicarte con nosotros.
Supe que, dentro de todo, cuando cualquier otra persona habría eludido su responsabilidad, tú estuviste ahí, queriéndonos, añorándonos, abrigando la esperanza de un futuro mejor para todos. Y por encima de todo, brindándonos algo en lo que nunca escatimaste: tu amor.
Fui ahí cuando comprendí que la vida era la que no había permitido que las cosas fueran como siempre soñamos, que si no pudiste apoyarnos económicamente tanto como lo necesitábamos fue porque las circunstancias te lo impidieron, que si no pude crecer a tu lado fue porque Dios lo quiso así…


Aprendí a conocerte más, a admirar a esa persona íntegra que siempre fuiste. Y por eso cuando ahora me pregunto cómo habrían sido las cosas a tu lado, a pesar de que mi mamá hizo todo lo mejor por mí y siento que se lo debo todo a ella, no me cabe duda de que habría sido un hombre mejor, de que habría aprendido mil y una cosas de ti, de tu entereza, de tu inquebrantable positivismo, de tu empeño por hacer las cosas de la mejor manera, de tu amor inagotable por aquellos que amabas y que te seguiremos amando…
Ya quisiera yo ser un luchador como tú lo fuiste, y hoy, ahora que nos has dejado, sé que no lo hiciste porque perdiste la batalla con una enfermedad que te hizo sufrir de una forma que no merecías, sino porque Dios así lo quiso. Hoy te vas como un ganador, como un vencedor de la vida, como alguien que no cejó en su convencimiento de que saldría adelante, incólume, venciendo a una enfermedad vil y traicionera que se ensañó con alguien que le presentó batalla hasta el último momento con el optimismo que siempre le caracterizó.


Hoy nos dejas, tristes y acongojados por tu pérdida, justamente un día antes de que mi tía, una segunda madre para mí, cumpla ocho años de haber partido… Una segunda madre que también pasó por la misma lucha…
Y doy gracias a los cielos por el milagro de haberme permitido estar contigo justo antes de que la enfermedad silenciara tu voz…, más no tu corazón, que nunca dejó de comunicarse a través de tus ojos, a través de tu alma en la distancia. Estos dos meses largos desde que te vimos han sido eternos y angustiosos, pero a pesar de que no pudieras hablar ya, siempre sentimos el gran poder de tu cariño hacia nosotros, y sé que en la distancia también sentiste el gran amor que te profesamos, cada día preocupados por tu salud y bienestar, siempre con la esperanza de que la vida fuera justa y que Dios se diera cuenta de que no merecías tal sufrimiento…
Doy gracias por haber pasado esos dos días contigo, compartiendo nuestros últimos momentos juntos, platicando y disfrutando de la posibilidad que la Providencia me otorgó de poder estar a tu lado y demostrarte lo mucho que te quise a pesar de las circunstancias que siempre pusieron distancia entre nosotros…


Hoy mi mamá y yo te lloramos, porque nos duele la partida de la única persona a la que pudimos llamar familia, aquella que desde lejos nunca nos dio la espalda cuando tantos otros lo hicieron, aquella persona que siempre sirvió de apoyo y ejemplo, que nunca perdió un instante para demostrarnos el amor que nos profesaba…
Qué alma tan fuerte la tuya, qué corazón tan inagotablemente lleno de amor, qué guerrero, qué luchador, qué hombre de sabiduría y cariño sin límites…
Qué dolor causa tu despedida, qué tristeza la que acongoja hoy nuestro corazón. Nuestra alma llora por ese vacío tan inmenso que dejaste tras de ti. Nuestra alma llora por esos días, semanas, meses, años que no pudimos estar juntos, por todo ese tiempo de inevitable separación, por todo lo que nos perdimos de tu persona…
Sin embargo, me queda la tranquilidad de que hice el esfuerzo de realizar un último viaje para estar a tu lado en el momento preciso, el día indicado, y que pude gozar de tu compañía una última vez, en una ocasión que quedará para siempre grabada en mi alma…


Lágrimas dolorosas recorren mi rostro mientras te escribo estas líneas, pero tal vez sean lágrimas derramadas por nosotros mismos, por los que quedamos vacíos y carentes de tu presencia. Por la soledad que nos queda ahora que ya te fuiste.
Y es que ahora te llegó el turno de descansar, de gozar de la vida eterna que te espera en adelante, esa que siempre te estuvo aguardando para brindarte lo mejor de la existencia, aquella de la cual este paso por la Tierra es solo una preparación…
Una sinfonía sublime, como una de las que siempre te gustaron, de flautas y trompetas, de órganos y violines, de coros y crescendos, suena ahora en los cielos, anunciando tu llegada…
Ahora cesa tu sufrimiento y comienza el nuestro, sosegado solo por la seguridad de que aquél que tanto quisimos se encuentra alegre y en paz.


Adiós, papá.
Adiós, maestro y mentor.
Adiós, consejero y amigo.
Adiós, mi querido Viejo…


Tu hijo que te quiere,


George.


27 de agosto de 2012.


8 comentarios:

Tm69 dijo...

Estoy seguro que tu padre vivió orgulloso de tener un hijo con la calidad moral, la entereza y todo lo que conforma una persona tan especial como lo tú. Te diría que tuvieras fortaleza pero sería mentir de mi parte, lo único que puedo hacer desde la lejanía es mandarte un abrazo fraternal gigantesco y decirte que lo siento muchísimo.

Anónimo dijo...

George, amigo, cuánto lo siento.
Te mando un abrazo fuerte desde la distancia.

Sebastián Elesgaray dijo...

George, que momento debes estar pasando.
Desde Argentina, van mis mejores pensamientos para vos.
Un abrazo.

Luis Bermer dijo...

Sobra decir lo orgulloso que tu padre estará de tener un hijo como tú.

No hay consuelo para una pérdida así. Lo siento de corazón, George.

Ya sabes que por aquí cuentas con un amigo. Mucho ánimo y un gran abrazo, George.

Estamos contigo.

Juan Esteban Bassagaisteguy dijo...

Vamo', George, no me le afloje. Un abrazo grande en la distancia...

alcorze dijo...

Lamento mucho tu pérdida, George. Eres una persona de la que sentirse orgulloso. Un fuerte abrazo.

Diego Terán dijo...

Le cambié el nombre a la cuenta, pero calculo que me vas a reconocer.

Hermano, apenas si nos conocemos y miento si digo que te entiendo, pero me sumo a todo lo antes dicho. Para adelante.

Abrazo desde Argentina.

Sonix dijo...

Pues aunque no puedo comprender todo lo que cuentas (la vida de cada uno y sus circunstancias son únicas), sí entiendo lo que es sentir la pérdida de un padre. Así que aunque tarde, siento mucho tu pérdida, y te digo que seguramente él se fue sintiéndose muy orgulloso de ti. Un abrazo.

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