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miércoles, 30 de marzo de 2011

Los Hijos de la Tierra, de Jean M. Auel

Los Hijos de la Tierra es el título de la saga prehistórica de la escritora estadounidense Jean M. Auel. La historia está ambientada en la Europa del Paleolítico, a mediados de la Glaciación de Würm, la última que conoció la Tierra y con la que se considera terminado el Pleistoceno y las llamadas "glaciaciones antropológicas", nombradas así por haber sido usadas por el hombre para su paso a América.




La protagonista de la historia es una mujer cro-magnon llamada Ayla. En el primero libro, El Clan del Oso Cavernario, un fuerte terremoto sacude la tierra y Ayla, de apenas cinco años, descubre que el temblor se ha tragado el campamento donde vivía con su familia. Sola en el mundo, pequeña e indefensa, vaga sin rumbo hasta que es herida por un león cavernario.

El terremoto también ha afectado a otros habitantes de la zona, el Clan del Oso Cavernario (hombres Neandertal) que le da el nombre a la novela, los cuales tienen que abandonar la cueva en que habitaban creyéndola maldita por sus espíritus protectores. En su camino descubren a Ayla inconsciente y febril debido a las heridas provocadas por el león cavernario. Iza, la curandera del Clan, la ayudará a sobrevivir, y Creb, el Mog-ur (hombre santo), creerá ver en la niña la marca de uno de los espíritus tótems más poderosos…

La primera vez que leí este libro, por allá hace unos 7 u 8 años, no pude evitar dejarme atrapar por esta magnífica historia. Es muy diferente a todo lo que he leído y el relato de la pequeña Ayla te engancha desde la primera página. Ya la premisa básica de la historia (una niña cro-magnon criada por una tribu neandertal) promete bastante, y dará pie para una novela cargada de sentimientos. Las tristezas, las injusticias, las humillaciones, el dolor, pero también la alegría, las ilusiones, la superación y la fuerza de Ayla están a la orden del día.

La saga trascurre hace 35.000 años aproximadamente, y llevados de la mano de la magistral y muy bien documentada pluma de Jean Auel, la historia se convertirá en un viaje inolvidable a través de buena parte del continente europeo. Yo quedé enganchado desde el principio y en un lapso de un año, más o menos, leí los cinco libros que componían la saga hasta ese momento. Es una aventura que recomiendo muchísimo.

Ahora bien, Jean Auel ha tardado tres décadas en escribir su historia, durante las cuales ha sido una investigadora de campo incansable, y por mucho tiempo se especuló sobre la sexta y supuestamente última entrega de la saga. Hace poco, recordando los buenos momentos que pasé leyéndola, me dio por investigar al respecto y grata fue mi sorpresa al descubrir que el sexto libro estaba más cerca que nunca. De hecho, había ahora una página oficial (un blog, en realidad) en castellano sobre la saga, con un contador que anunciaba que el lanzamiento mundial del libro (sí, ¡lanzamiento mundial! ¿No es genial?) sería el 29 de marzo de 2011. Había la posibilidad, incluso, de insertar el contador en tu blog, y ni corto ni perezoso lo hice. No sólo porque luce bien, sino porque adoro esta saga.

Pues bien, luego de una larga espera, desde ayer por fin está disponible la sexta y última entrega de las aventuras de Ayla: Los Hijos de la Tierra: La Tierra de las Cuevas Pintadas. He aquí la sinopsis:

"Hace ya muchos años que Ayla, la niña cromañón, fue expulsada del Clan del Oso Cavernario y que inició su largo viaje por todo el continente europeo. Finalmente, en este libro, La Tierra de las Cuevas Pintadas, se ha establecido en la Novena Caverna de los zelandonii, lugar de donde procede su compañero Jondalar, con quien ha tenido una muy deseada hija llamada Jonayla.

Ayla lucha por encontrar un equilibrio entre sus nuevas obligaciones como madre y su preparación para convertirse en líder espiritual y en curandera. Durante su formación realiza viajes, observa la naturaleza y adquiere muchos nuevos conocimientos. También tiene ocasión de visitar lugares desconocidos y algunas cuevas, donde queda muy impactada, al ver por primera vez las maravillosas pinturas que se encuentran en ellas; contemplar el arte de sus antepasados le ayuda a sentirse especialmente cercana a la Madre Tierra.

La protagonista de la serie se halla tan sumida en su aprendizaje y en sus tareas que Jondalar tiene que ocuparse, cada vez más, de la pequeña Jonayla. Con el tiempo, empieza a acusar la soledad que siente, sin que Ayla se dé cuenta de ello. La situación se agrava a tal punto que Jondalar incluso empieza a evitarla.

Cacerías, viajes al Campamento de las Reuniones de Verano, ceremonias sagradas, ritos matrimoniales, fabuladores de historias… son algunos de los ricos detalles de la forma de vida y organización social que la autora nos relata de los cromañones durante la Edad Glacial".

A decir verdad, esta sinopsis es un reflejo pobre de lo que es en realidad la saga. El final está en el horizonte y quizá por ello dicho resumen no diga gran cosa. Lo que sí es cierto es que la serie está llena de aventuras y aun con el paso del tiempo es muy difícil olvidarla.

¿Y adivinen qué? Pues que Jean M. Auel, quien por cierto fue invitada en una ocasión por el mismísimo Stephen King a su casa en Bangor, estuvo hace poco en Inglaterra promocionando el libro, y por medio de Maeva, la editorial que edita su libro en castellano, las personas que hemos estado siguiendo el blog en los últimos meses tuvimos la oportunidad de enviarle varias preguntas para que los delegados enviados por la editorial se las formularan en la entrevista que les concedería en Londres. Pues bien, la autora de Los Hijos de la Tierra respondió nada más ni nada menos que las dos preguntas textuales formuladas por un servidor. :D

En este enlace está la entrevista en la que Jean M. Auel respondió a mis preguntas, en una de las cuales confirma que este, en efecto, es el último de la serie..., aunque también dice que no ha parado de escribir y que nunca se sabe. La verdad es que me hizo mucha ilusión y ahora estoy esperando la sexta entrega con más ansias que nunca.

Para finalizar, aquí están los 6 tomos que componen esta magnífica saga:

·         El Clan del Oso Cavernario
·         El Valle de los Caballos
·         Los Cazadores de Mamuts
·         Las Llanuras del Tránsito
·         Los Refugios de Piedra
·         La Tierra de las Cuevas Pintadas

Los Hijos de la Tierra es una saga altamente recomendable, así que los animo a que se pongan al día los que ya la conocen, o a que le den una oportunidad aquellos que aún no han leído ningún libro.

De paso, pueden visitar la página/blog oficial en castellano: http://www.loshijosdelatierra.com/


;)

domingo, 27 de marzo de 2011

Detrás de... BIENVENIDOS A SOLEDAD


AVISO IMPORTANTE: Esta entrada contiene SPOILERS  de mi relato BIENVENIDOS A SOLEDAD.






"Las cosas más importantes son siempre las más difíciles de contar. Son cosas de las que uno se avergüenza, porque las palabras las degradan. Al formular de manera verbal algo que mentalmente nos parecía ilimitado, lo reducimos a tamaño natural. Claro que eso no es todo, ¿verdad? Todo aquello que consideramos más importante está siempre demasiado cerca de nuestros sentimientos y deseos más recónditos, como marcas hacia un tesoro que los enemigos ansiaran robarnos. Y a veces hacemos revelaciones de este tipo y nos encontramos sólo con la mirada extrañada de la gente que no entiende en absoluto lo que hemos contado, ni por qué nos puede parecer tan importante como para que casi se nos quiebre la voz al contarlo. Creo que eso es precisamente lo peor. Que el secreto lo siga siendo, no por falta de un narrador, sino por falta de un oyente comprensivo."

STEPHEN KING
El Cuerpo



Antes de comenzar a contar mi pequeña historia, la que se esconde tras la escritura de Bienvenidos a Soledad, quisiera decirle al lector que si no ha leído el relato, sería mejor que no leyera el presente texto. No sólo porque en este se cuentan elementos y hechos relacionados con lo que acontece en el relato, sino porque si no lo ha hecho, no entendería el significado de gran parte de lo que estoy contando.


1

Hecha la aclaración, empezaré diciendo que todo comenzó con un sueño. Fue en la madrugada del domingo 17 de octubre de 2010. Debían de ser las tres de la mañana, una hora que por alguna razón se presta para las historias más extrañas y macabras. En el sueño me hallaba en una inmensa casa llena de recovecos, pasillos, puertas y habitaciones con paredes en ángulos extraños. No sé en qué momento comenzó el sueño, pero recuerdo que me sentía perdido y trataba desesperadamente de encontrar una salida. Mientras buscaba, me encontraba con seres y personas extrañas. Me sentía perseguido. Ya saben cómo son esos sueños. Difusos, raros, sin sentido…
En un momento dado, recuerdo que abrí una puerta y me encontré con una de esas habitaciones extrañas, con puertas y escaleras en ángulos imposibles, como una de esas pinturas surrealistas. Creo que probé alguna puerta y recorrí varios pasillos, mientras en todo momento me sentía oprimido, desasosegado, hasta que después de un rato logré salir a una callejuela. Al salir, descubrí que la calle estaba atestada de monjes ataviados con oscuros ropajes deambulando lentamente. Sentí un miedo terrible y me volví hacia la casa a buscar otra salida.
De vuelta en el interior, me sentí más perseguido que nunca y, luego de una de esas inverosímiles decisiones que uno toma en los sueños, opté por abrir la puerta tras la cual sentía el origen de la extraña presencia, para enfrentarme a lo que fuera que hubiese allí, aunque en ello se me fuera la vida. Abrí la puerta de sopetón y entré gritando, como si quisiera sorprender a la presencia, y fue justo en ese momento cuando desperté.


Pero sucedió lo más extraño. Juro que nunca en mi vida me había escuchado a mí mismo emitir un sonido al despertar. Cuando grité, desperté instantáneamente, con ademán de incorporarme, emitiendo un ruido que sonó como: “PPPPPUUUUUJJJ”, como si hubiese exhalado el aire de golpe después de haberlo estado conteniendo. “PPPPPUUUUUJJJ…
Fue rarísimo. No me sentí tan asustado como con la pesadilla que narré en otra ocasión (Pesadillas y Alucinaciones), pero ese sonido lo escuché perfectamente, pues desperté mientras lo emitía. Fue muy perturbador.


2

Estuve un rato pensativo, recuperándome de la impresión. Cuando cuentas algo como esto a plena luz del día, no parece nada del otro mundo. Pero quien se ha despertado de una aterradora pesadilla en lo más oscuro de la madrugada, sabe muy bien que el miedo permanece por varios minutos.
Estuve pensando un rato, repito, hasta que llegué a la conclusión de que era una historia perfecta para un relato. Por esos días se llevaba a cabo el XI Concurso Literario de Ka Tet Corp., y llevaba varios días pensado en una buena idea para participar en el Concurso. Decidí que esa historia era la buena idea que andaba buscando.
Básicamente, se trataba de un hombre que llegaba a una casa llena de pasadizos, puertas, etc., y no hallaba la salida por ningún lado. No era gran cosa, pero tenía una buena base para comenzar.
Creo que estuve casi una hora pensando y maquinando ideas para el relato, al final de la cual tenía un bosquejo de lo que supuse era la mitad del relato. El límite permitido de palabras era de 4.000, así que no debía extenderme mucho.
Lo que no sabía era que lo que calculaba iba a ser un relato de menos de 4.000 palabras terminó siendo uno de 15.800…
Entonces me quedé dormido de nuevo, y el sueño volvió.
Sólo que esta vez fue por escenas fugaces, en un extraño duermevela que duró hasta el amanecer, en el que trataba de despertar del todo, pero volvía a caer en el sueño y me hallaba otra vez en la casa…


3

Desperté a eso de las 8:30 de la mañana con unas ansias terribles de escribir y plasmar las ideas que tenía en mente. Es un impulso que no siento a menudo. A pesar de que me gusta escribir, me cuesta. Es difícil comenzar. Se me escapan las palabras y a veces el motor no arranca, o no sé cómo expresar lo que quiero decir, cómo abordar la historia que quiero contar.
Esta vez no fue el caso.
El relato me fluyó con facilidad, pero muy pronto me di cuenta que la historia se iba a tomar muchas más palabras de las permitidas para el Concurso. Lo medité un momento y pensé: “Dejémosla que siga su curso. Algo se me ocurrirá luego para el Concurso”.
Pasé la mayor parte de ese domingo 17 de octubre escribiendo, puliendo, revisando y corrigiendo. A las seis de la tarde ya estaba cansado de estar trabajando durante casi todo el día. Aun así, decidí hacer una nueva revisión y publicar esa primera parte (en la que Víctor Tejada llega a Soledad y conoce a la anciana Margarita Benavides y la casa en la que vive), que ya había alcanzado las 4.000 palabras. Por una parte, porque ansiaba compartirlo, y por otra, porque así me sentiría en la obligación de terminarlo como era debido. Fue como mi Milla Verde, la novela por entregas que publicó Stephen King en 1996. Recuerdo haber leído que él sintió lo mismo, y que cuando se publicó la primera de las seis entregas, ni siquiera había terminado de escribir las últimas.
Para un escritor aficionado e inexperto como yo, fue una empresa difícil. Cumplir con las entregas en un corto periodo de tiempo y no defraudar a las personas que esperaban la continuación de la historia era algo que exigía mucho trabajo.
Bueno, hasta ahí la historia marchaba bien, pero, a decir verdad, no sabía muy bien qué iba a pasar cuando Víctor Tejada quedó encerrado en el salón subterráneo. No obstante, a partir de ahí el relato se fue mostrando por sí solo.
Siempre he pesando que escribir es como caminar por un túnel a oscuras iluminando el camino con una linterna. Sólo alcanzas a ver un pequeño radio, y si quieres ver qué hay más allá, sólo te queda seguir adelante y descubrirlo. Es decir, seguir escribiendo.


4

La segunda parte del relato, en la que Víctor descubre los secretos que esconden los cuadros y los túneles subterráneos que hay tras las puertas, la publiqué el miércoles 20 de octubre de 2010, tres días después.
Esa segunda parte termina con Víctor encontrándose nuevamente frente a Margarita Benavides y los demás integrantes de las Trece Familias. A esa altura, yo mismo iba descubriendo cosas de las que no tenía ni la más mínima idea al comenzar el relato. Descubría unas, se me ocurrían otras, y poco a poco la historia fue tomando su curso.
En la tercera parte, publicada el domingo 24 de octubre, conocemos las respuestas al sinfín de interrogantes que habían ido surgiendo en las dos primeras partes. Es uno de los pasajes más ágiles y dinámicos del relato, pues está compuesto en su totalidad por diálogos. Margarita Benavides le cuenta a Víctor la historia de la casa, los cuadros, las familias, por qué están todos reunidos y por qué ha sido traído él a la casa.
En ese punto ya me sentía agotado. Trabajar diez horas seguidas para luego llegar a casa a exprimirme el cerebro hasta altas horas de la noche ya me estaba pasando factura. Decidí tomarme un descanso el lunes y el martes, y retomar la recta final de la historia en la noche del miércoles.
No obstante, los planes cambiaron.


5

El plato estaba servido.
El hecho más importante de la cuarta y última parte ya estaba decidido: los miembros de las Trece Familias debían llevar a cabo una invocación a un ser demoniaco. Aún no sabía muy bien cómo terminaría todo, pero ese punto lo tenía bien claro desde que comencé a escribir la tercera parte.
Y es aquí cuando viene lo que me ha llevado a escribir este “Detrás de” del relato. Es muy, pero muy difícil transmitir lo que sentí ese día. Lo que viví. Y, por el contrario, es fácil que el lector se deje llevar por la incredulidad, la indiferencia o, inclusive, la hilaridad. Pero una cosa es leerlo y otra cosa es sentirlo. Es una de las razones por la que he puesto en la introducción un extracto de la novela corta El Cuerpo, de Stephen King, pues refleja perfectamente a lo que me refiero.


El martes, el segundo día de lo que había tomado como un merecido descanso de la escritura del relato, decidí investigar en las horas muertas del trabajo.
Ya había investigado bastante sobre Belcebú, el Señor de las Moscas. Encontré imágenes e iconografías y tenía una idea muy clara de su aspecto. Pero ahora quería una base sólida para el Ritual. Algo básico, pero a la vez real, que le diera la suficiente veracidad y credibilidad que el relato exigía.
Encontré un sinfín de cosas perturbadoras, rarísimas, y estuve más de una hora leyendo, recopilando datos mentalmente, abstraído por completo. Al final, no obstante, no esperaba encontrar en la red, detalle a detalle, todos los pasos de una misa satánica. En un principio, hice lo que cualquiera hubiera hecho: lo tomé a la ligera y comencé a leer. Era un documento largo. Adelanté los preámbulos, leyéndolos por encima, y luego de un rato, cuando llegué a la parte álgida, le dije a mi compañero de trabajo que se acercara para enseñarle lo que había encontrado. Y, sin pensarlo, aprovechando que el negocio estaba solo, me encontré recitando en voz alta, para que él escuchara, la parte principal y más trascendente de una invocación real a Satanás.
Diciéndolo así, puede no parecer tan malo, ni tan importante. Él se había acercado con esa risita interminable que mantiene. El maldito permanece riéndose la mayor parte del tiempo. Bueno, a decir verdad, los dos hacemos corto y nos la pasamos bromeando todo el día. Me dijo:
 —Estás loco, hermano. A ver, ¿qué encontraste?
Y yo empecé a leer la parte principal, recitando en voz alta palabra por palabra con voz de predicador. Lo leí casi completo…


Pasado un momento, a él se le fue desvaneciendo la sonrisa, o al menos se convirtió en una risilla nerviosa, hasta que al final desapareció por completo y me dijo, interrumpiéndome:
—Hey, hey, pará pues. Ya dejálo. No vas a decir todo eso completico…
Y yo caí en cuenta, apenas en ese momento, de que lo que estaba diciendo era algo real, algo con lo que no es bueno jugar. Hasta el ateo más acérrimo no puede negar que existen fuerzas, o energías, tanto benignas como malignas. Mi tía, a la que quise como una segunda madre, murió en casa de otro tío hace ya casi 7 años, y fueron al menos dos o tres las ocasiones en que mi prima y mi tía política la vieron a altas horas de la noche, deambulando por el pasillo. No les provocó miedo, pero sí una impresión tremenda. Impresión que noté en sus ojos cuando me lo contaron.
Pero esa es sólo una cara de la moneda. La otra, la oscura, preferiríamos no verla. Mucho menos jugar con ella.
Todo comenzó con un sueño, luego se convirtió en un relato y, al final, terminé enfrentándome a la narración de algo perturbadoramente similar a un rito satánico…


6

Volvimos al trabajo.
Traté de restarle importancia y de tranquilizar a mi amigo.
Pero, para mi sorpresa, el resto de la tarde me encontré invadido por un desasosiego terrible e inexplicable. Sentía una ansiedad extraña que no podía controlar. De hecho, bromeé al respecto, molestando a mi compañero, quizá para tranquilizarme yo. Las labores fueron como en un día cualquiera, pero multitud de imágenes macabras acudían a mi mente por más que tratara de pensar en otra cosa. Qué imbécil soy, pensaba, ¿qué me demonios me pasa? Aun así, la ansiedad iba en aumento.
Era algo muy, muy perturbador.
Quizá una parte de ello se debía a que sabía que tenía que terminar el relato como fuera, y si quería hacerlo bien, debía seguir por el mismo camino. Pero por otro lado, sentía que era mucho más que eso. Había algo que me hacía sentir cada vez más mal.
Lo malo era que tenía la recta final de la historia por delante y, aunque pudiera, no quería aplazarlo. Sabía que si no me ponía en ello, a pesar de que había decidido descansar ese día y retomarlo al siguiente, la llegada de la noche sería aun peor. Leer esa infinidad de cosas durante más de una hora y para colmo recitar el ceremonial principal en voz alta, me había generado un desasosiego indescriptible. No podía sacármelo de la cabeza. Lo juro. Y pensar en pasar una noche en ese estado, sólo hacía que se me incrementara el miedo y la ansiedad. Nunca me había pasado algo así…
Entonces decidí que la única manera de tranquilizarme y sentirme en paz era escribir la cuarta y última parte esa misma noche, por mucho que me desagradara la idea.


7

Al principio, cuando comencé el relato, se me había ocurrido un final similar al que terminé narrando. Era Víctor Tejada escapando de la casa, pero sin terremotos ni nada por el estilo. Simplemente escapando. Y mientras huía, se daba cuenta de que el pueblo ya no era tan acogedor ni entrañable como cuando llegó. Algo macabro, más bien.
Ese final se me ocurrió casi desde el comienzo, pero en ese momento no tenía ni idea del nudo de la historia. Luego, a medida que iba avanzando en el relato, se me ocurrió otro final, que era justamente el que seguía teniendo en mente hasta la mañana del martes 26 de octubre.
El final alternativo era también el epílogo. En este, la escena inicial se repetía. Era el 20 de junio de 2010, 33 años después, y otra persona, al igual que lo había hecho Víctor en su momento, llegaba a la casa sin saber lo que le esperaba. Era un miembro de una de las Trece Familias que no sabía nada de su pasado. El reemplazo del miembro que el demonio había elegido como ofrenda.
Margarita Benavides salía a recibirlo de la misma manera y al nuevo protagonista la dulce viejecita le parecía igual de entrañable.
Entonces, del interior de la casa, salía un hombre joven. Le extendía la mano al nuevo visitante y, muy cordialmente, le decía:
—Mucho gusto. Mi nombre es Víctor Tejada. Bienvenido a Soledad.


Me parecía un broche redondo, pero aún no había descubierto cómo darle coherencia al final de la ceremonia, para que fuera creíble que Víctor se hubiese puesto de parte de los demás y, al mismo tiempo, no dejar eso en evidencia al terminar la cuarta parte, sino ponerlo en suspenso y dejar la sorpresa para el epílogo.
El caso es que ese martes todo cambió y el primer final, de alguna manera, volvió. No exactamente igual, pero sí en su mayor parte. Fue como tener que decidir si quería que ganara el mal (como en realidad tenía pensado hacer) o si quería que ganara el bien. Como decidir de qué lado estaba yo; si debía dejarme llevar por ese camino oscuro o si lo que tenía que hacer era enfrentarlo y presentarle batalla.
Lo más difícil, creo, fue tener que consultar de nuevo todo eso, esa misma noche, y volver a leer lo que me había producido tanta ansiedad recitar en voz alta. Pero aún más difícil fue traspasar todo eso a la narración que tenía entre manos. Al llegar a ese pasaje me hallaba nervioso, y lo más curioso fue que me sentía igual que el protagonista: inquieto, desasosegado y, hasta cierto punto, aterrorizado. Me descubrí mirando a mi espalda de vez en cuando. Una parte de mí sentía que me observaban, que alguien me vigilaba, y, a pesar de que me repetía a mí mismo que era algo ridículo, luego de otro rato volvía a mirar a mi alrededor con inquietud.
Las fragmentos de la invocación que aparecen en la historia, recitados por Margarita Benavides, son reales, están transcritos textualmente de la invocación satánica real. Hice muy pocos cambios con respecto al original con el fin de que se adecuaran más a la historia. Y juro por enésima vez que mientras escribía esa parte me sentía igual a Víctor, con el corazón latiéndome con rapidez y (las palabras se me escapan) muy ansioso. Temblaba, casi.
Y entonces, al igual que le pasa al protagonista, no quise saber más de eso. Hice “oídos sordos” y puse muy poco de la invocación. Solo apartes y modificándolo un poco…


8

Entonces llegué a la parte del enfrentamiento.
Lo que acababa de escribir era muy, muy fuerte. Es difícil transmitir lo que sentí. Creo que mi compañero de trabajo es quien mejor lo entiende, pues él mismo me contó al día siguiente que se sintió muy raro también el resto del día.
Sabía que la contraparte debía de ser igualmente fuerte y contundente, así que investigué de nuevo.
El Ritual Romano fue la respuesta.
El Rituale Romanum es un texto utilizado por la Iglesia desde 1614 para combatir contra el demonio en los casos de posesión demoniaca. Me pareció que era lo más adecuado para lo que necesitaba. Y así como transcribí partes textuales del rito satánico, asimismo lo hice con el Ritual Romano, escribiendo pasajes casi iguales para acomodarlo a la historia. Nunca me sentí más identificado con un personaje. Víctor combate a Belcebú con toda la fuerza de la que es capaz y le responde con su misma medicina. A su vez, yo sentía como si por medio de él estuviera, por mi parte, combatiendo esa energía maléfica y negativa que se había apoderado de mí durante horas.
Al terminar la batalla y ver (porque de verdad era como si lo estuviera viendo y viviendo) cómo la horrenda bestia se zambullía en las profundidades del foso, sentí que mi pulso se normalizaba, la ansiedad y el desasosiego desaparecían y la paz mental hacía acto de presencia.
Estoy seguro de que si esa misma noche no me hubiese puesto a escribir la última parte de la historia, todo eso me hubiera seguido taladrando la cabeza, y ni pensar en la noche que habría pasado. Fue como si me sintiera obligado a escribirlo y, al hacerlo, expulsar toda la oscura energía que me había invadido.


9

Era ya más de medianoche cuando llegué a la parte en que el demonio desaparece, y no daba más. Estaba rendido, pero tranquilo. Decidí que era suficiente y me acosté. Y, al igual que Víctor al final de la historia, sin sueños.
El resto de la historia, que detalla cómo Víctor escapa en medio del terremoto, viendo cómo todo a su alrededor desaparece en las profundidades, y el epílogo que cierra el relato, lo escribí en el trabajo al día siguiente, el miércoles 27 de octubre de 2010.
Ese día, por la noche, revisé toda la parte final, y mientras la leía, aún sentía latente todo lo que me había pasado. Aún ahora, cinco meses después, mientras escribo estas líneas no puedo evitar sentir un escalofrío.
Al día siguiente, el jueves 28 de octubre, dos días antes de mi cumpleaños número veintinueve, publiqué la cuarta y última parte. Obtuvo muy buenas críticas por parte de los amigos y amigas que lo leyeron y yo siento, dentro de lo poco que sé del arte de la escritura, que es lo mejor que ha salido de mis manos. Mi historia más ambiciosa, aunque se trate de un relato de 15.800 palabras, porque lo que viví mientras lo escribía fue lo más extraño que me ha pasado narrando una historia, de lo más raro y perturbador que me ha pasado en mi vida.
Tuve pendiente desde ese día escribir este pequeño ensayo, pues sólo a dos o tres personas, todas de entera confianza, les conté lo sucedido. El lector del relato no tiene ni idea de lo que había detrás cuando se escribió la historia, pero si sienten aunque sea un poco de desasosiego e inquietud al llegar a esa parte, si los atemoriza o incomoda, entonces logré mi cometido.


Ahora que he revisado y republicado el relato en mi blog, supe que era el momento de escribir mi historia y no quise aplazarlo más. Supongo que me lo debía a mí mismo sobre todo. Pero quizá a algunos lectores también les interese saber algo de la génesis del relato y de lo que siempre se escondió detrás de... BIENVENDOS A SOLEDAD.



Calavera.
Marzo 27 de 2011.

viernes, 25 de marzo de 2011

Premios Calavera 2011 (...Al Blog Más Cool)

¡Hola a tod@s!

El pasado martes, mi querida amiga blogger Belle, del blog Alma y Superficialidad, me ha otorgado el premio al Blog más Bonito. :D Desde aquí, nuevamente, le extiendo mis agradecimientos por el reconocimiento. :)

Así que como eso también me hace acreedor a otorgar mi propio premio, he decidido personalizarlo un poco, crear mi propia medalla y otorgar la primera edición de los Premios Calavera. :P Esta vez en la categoría de EL BLOG MÁS COOL:




Al igual que el premio que Belle me otorgó, este premio se lo doy a los blogs más cuidados, mimados, actualizados y cools. :) Y los premiados son los siguientes:

·         El Especialista Mike, de mi amigo Mike: un blog cool donde los haya. Con un diseño genial que me inspiró para crear el mío y donde puedes estar al día de todas las novedades referentes al género del terror y la ciencia ficción, tanto en cine como en TV y literatura. Además de tener unas reseñas de libros muy completas e interesantes. ;)

·         Sonia Unleashed, de la linda Sonix: también exhaustivamente actualizado en el tema del cine, la TV y la literatura, aunque quizá en un espectro más amplio que el de Mike. Si la noticia no ha aparecido antes en el blog de Sonix, entonces es un falso rumor. ;)

·         Alma y Superficialidad, de la hermosa Belle: un blog de lo más cool, donde, como su nombre lo dice, mi querida amiga pone toda su alma. Actualizado diariamente con toda clase de temas, puedes llegar a conocer a la bella persona que se esconde tras él si lo sigues de cerca. :)

·         Bermer Blog, del gran Luis Bermer: si quieres conocer de cerca al escritor que se esconde tras esos espectaculares relatos de terror, este es el lugar. Luis es una persona sencilla y entrañable que no hace alarde del gran talento que tiene, y en este blog, donde toca temas relacionados con el arte gráfico, la música, la literatura y, por supuesto, su inigualable obra, puedes conocerlo un poco. :D

·         Botando Corriente, de mi hermosa compatriota Ale: quizá últimamente no lo actualice muy de seguido, pero da gusto perderse en las páginas de su blog y leer sus poemas y cuentos. Tiene un diseño genial lleno de cosas curiosas y se nota lo mimado que está. ;)

Hubiera deseado que fueran más los nominados para que no se me quedaran en el tintero otros blogs que me gustan mucho, tales como El Errante, de Alcorze (un blog lleno de literatura y buena onda); El Campo Escarlata, de Euge (un blog plagado de poesía, con un diseño espectacular); El Cuervo del Infien-no, de Zoltan (el blog de The Agonist… Ejem, perdón. XD Quiero decir, un blog con un enfoque muy personal, sobre la música y otros temas de actualidad); Perdóname por Escribir, de Adrián Granatto (un blog enteramente dedicado a los inigualables relatos de mi amigo gaucho); etc…. :D

Mi reconocimiento para ellos también. :)

Por último, he aquí la bonita medalla a la que me hizo acreedor Belle:




Un abrazo a tod@s y felicitaciones por sus Premios Calavera. :)

;)

lunes, 21 de marzo de 2011

BIENVENIDOS A SOLEDAD - (Parte 4 de 4)

 
BIENVENIDOS A SOLEDAD
(Parte 4 de 4)
 
 



18

Víctor no se inmutó. Después de todo lo que había sucedido en ese día de locos, ya nada le sorprendía.
—¡Vaya, otra sorpresita! —dijo sonriendo.
A Margarita Benavides no le hizo gracia su comentario.
—Llámalo como quieras —respondió seriamente. De repente todo rastro de hilaridad había desaparecido de su rostro—. Es otro requisito del Rito.
—Oh, qué bien…
Ahora fue la anciana quien lo taladró con la mirada.
—Bueno, basta de charlas. Es hora de comenzar —dijo dirigiendo la mirada a un lugar a espaldas de Víctor. Éste miró de soslayo y notó que el gran salón estaba completamente a oscuras. Sólo se percibía el tenue movimiento de las sombras producidas por las antorchas ubicadas en el pequeño recinto. La anciana hizo un gesto y luego Víctor escuchó unas pisadas que se acercaban. Por el sonido, pensó que pertenecían a dos o tres personas. Había algo raro en ellas y muy pronto lo descubrió.
Un hombre ataviado con ropajes de monje apareció por su derecha, arrastrando tras él a un individuo famélico y desnutrido. Estaba encadenado y se notaba a leguas que las fuerzas estaban por abandonarlo. Gemía y balbucía, pero no se le alcanzaba a entender nada. Víctor los reconoció a ambos. Eran los hombres que había visto más temprano, antes de que la verdadera pesadilla comenzara. Sintió pena por el pequeño hombre. Una parte de él sabía el destino que le esperaba.
El monje se situó a la derecha de Margarita Benavides, sosteniendo a su lado al hombrecillo que apenas podía tenerse en pie. Sacó un libro ajado de pasta negra de los pliegues de la ropa y lo entregó a la anciana, quien lo recibió con un leve ademán.
—Alcides —dijo la vieja dirigiéndose al hombre albino—, haz el favor de soltarlo.
Por un momento, Víctor supuso que se refería al hombre encadenado, pero entonces Alcides Cardozo se incorporó, se situó frente a Víctor y comenzó a desanudar la cuerda que lo ataba. Víctor pensó que fácilmente podría empujarlo con los pies al fondo del foso, pero algo se lo impidió.
—Así que ahora me va a soltar —dijo.
—Así es —contestó la anciana secamente.
—¿No le preocupa que me escape o algo por estilo?
—Por supuesto que no.
—¿Y por qué está tan segura?
—Porque seguramente, jovencito, no querrá que le pase algo malo a Verónica y los niños.
Víctor se quedó helado. Por un momento su mente se llenó de pavorosas imágenes.
—¡Maldita vieja bruja! —gritó—. ¡No se atreva a tocarlos! ¡No se meta con mi familia!
—Claro que no lo haré; ellos a mí no me importan. Siempre y cuando te estés quietecito en tu puesto hasta que todo esto termine —advirtió la anciana inexpresiva.
—¡Maldita arpía! —gritó de nuevo Víctor. Tuvo que reprimir el impulso de acabar de soltarse, rodear el foso, agarrar a la vieja y matarla con sus propias manos. Los ojos le escocieron. Quería llorar de rabia, de dolor, de impotencia. Su familia era todo para él, y el sólo hecho de pensar en que alguien pudiera hacerles daño lo estremecía.
Respiró profundo e intentó calmarse.
Alcides esperó para asegurarse de que Víctor acatara las órdenes de la anciana, luego terminó de soltarlo y volvió a su asiento.
—¿Te estarás quieto entonces? —preguntó la anciana.
Víctor le dedicó una fría mirada por respuesta.
—Bueno, tomaré eso como un . Alberto… —dijo entonces dirigiéndose al líder de la Familia Ricaurte.
Alberto se inclinó hacia un lado del sillón de piedra y levantó una bolsa de cuero que tintineó levemente. La abrió, extrajo una sencilla daga sin ornamentos, y acto seguido pasó la bolsa al hombre situado a su izquierda. Éste la cogió y repitió la operación, pasando la bolsa al siguiente.
Así sucesivamente, cada uno fue extrayendo su respectiva daga hasta llegar a Víctor, que hizo lo propio sin pronunciar palabra.
—Tú haz sólo lo que nosotros hagamos, ¿de acuerdo? —le dijo la anciana.
Víctor asintió.
No dejaba de pensar en su familia. No permitiría por nada del mundo que les pasara algo malo, aunque tuviera que hacer lo que aquella pandilla de locos quería.
—Ahora pon cuidado, jovencito. Nada te prepara para lo que vas a ver, así que de nada te servirá cualquier advertencia. Pero, por tu bien, te recomiendo que te estés quieto en todo momento de la ceremonia. Si todo sale bien, y no hay razón para creer lo contrario, nos visitará un… ser. Cuando todo haya concluido, elegirá a uno de nosotros como ofrenda. Y por último… —la anciana lo miró más fijamente que nunca y a Víctor lo recorrió un escalofrío de pies a cabeza—. Por último, escogerá a uno de nosotros como Cabeza de las Familias. Lo más probable es que me escoja de nuevo —dijo con una falsa modestia que a nadie le pasó desapercibida—. ¿Alguna pregunta?
Víctor negó con la cabeza.
—Bueno, en ese caso, no perdamos más tiempo. Es la hora.


19

Todos guardaron silencio.
Sólo se escuchaban tenues gemidos provenientes del hombrecillo encadenado. Parecía estar ajeno a lo que estaba a punto de suceder.
Víctor sentía un desasosiego tan profundo que apenas podía controlarse. Empezaba a sentir un miedo terrible. Su familia no era especialmente religiosa, pero sí creía en la existencia de Dios y su abuela siempre le había inculcado el buen camino cimentado en la fe. Incluso, Víctor solía asistir de vez en cuando a misa con Verónica y los niños.
Y ahora se encontraba en una ceremonia pagana dedicada a un ser de las tinieblas...
Cerró los ojos y elevó una pequeña plegaria. Rogó que todo saliera bien; aunque dadas las circunstancias eso era bastante dudoso.
Margarita Benavides cortó el silencio con un profundo suspiro. Víctor abrió los ojos y vio que la anciana tenía el libro abierto ante sí.
Antes de que se diera cuenta siquiera, la anciana habló, dando comienzo a la ceremonia:
—Oh Belcebú, Señor de las Moscas, lugarteniente del Príncipe de las Tinieblas, estamos aquí reunidos esta noche para perpetuar una vez más el Pacto iniciado en Junio de 1845. Los Trece hemos estado de acuerdo en cumplir con lo pactado y estamos dispuestos a verter nuestra sangre de nuevo como lo dicta el Tratado. Damos comienzo el Ritual ofreciéndote este sacrificio como muestra de buena fe, en nombre de las Trece Familias.
La anciana hizo un gesto al monje y éste, antes de que Víctor supiera lo que se proponía, agarró al famélico hombre y lo arrojó al foso, pronunciando una palabra por lo bajo en un idioma desconocido.
El hombrecillo, completamente desnutrido, apenas tuvo fuerzas para emitir un lastimero gemido, antes de ser engullido por el abismo. El eco de su lamento se fue perdiendo poco a poco mientras caía más y más abajo.
Víctor aguzó el oído esperando escuchar algún ruido que denotara que el hombre había tocado fondo, pero el gimiente sonido fue apagándose lentamente, sobreviniendo un silencio sepulcral. Víctor sintió un nudo en la garganta. Miró a su alrededor esperando alguna reacción, pero todos seguían impasibles. El monje había desaparecido en algún momento sin que se diera cuenta y ahora sólo quedaban los Trece, como debía de ser.
La anciana hizo un gesto general alzando su daga y los demás hicieron lo mismo. Víctor se quedó de piedra al saber lo que se esperaba ahora de él. Era el momento de verter la sangre. Todos cogieron la daga con la mano derecha y se la llevaron a la palma de la izquierda, inclinándose sobre el foso, listos para realizar el corte. La anciana atravesó a Víctor con la mirada, como recordándole la amenaza que pendía sobre su familia en caso de que no hiciera lo que se le ordenaba.
Víctor salió de su parálisis e hizo lo propio con su daga, inclinándose  también hasta estar cerca del agujero.
—Haz lo mismo que nosotros, Víctor —susurró la vieja. Alzó los brazos y todos la imitaron. Luego los bajaron de nuevo, muy lentamente, mientras realizaban el corte. Víctor cerró los ojos y se obligó a hacer lo mismo, sintiendo la desagradable sensación de la hoja penetrando en su mano.
La sangre empezó manar de las trece palmas casi al mismo tiempo y fue desapareciendo en el foso silenciosamente. Permanecieron así poco más de un minuto vertiendo su sangre en el foso; a Víctor le pareció una eternidad.
Finalmente, todos colocaron la daga en sus respectivos regazos y posaron las manos en los brazos de la silla. Víctor los imitó.
Entonces Margarita habló de nuevo, pronunciando una letanía que a Víctor le heló el corazón:
—Emperador Lucifer, Señor de todos los espíritus rebeldes, ruégote que me seas favorable en la apelación que hago a tu gran lugarteniente Belcebú, deseando hacer pacto con él. Ruégote a ti también, príncipe Belcebú, que abandones tu morada, en cualquier parte del mundo que te encuentres, para venirme a hablar; si no, te obligaré por fuerza del gran Dios vivo, de su excelso Hijo y del Espíritu Santo a que…
Víctor no quiso escuchar más. El corazón comenzó a martillearle en el pecho cada vez más rápido, hasta el punto de pensar que caería muerto allí mismo de un infarto. Las palabras blasfemas empezaron a rondarle la cabeza como si de unos malignos huéspedes sin invitación se tratasen. Reprimió el impulso de llevarse las manos a los oídos para no escuchar. Cerró los ojos y optó por tratar de pensar en otras cosas, de olvidar el lugar y la situación en que se hallaba.
—…aparécete cuanto antes o voy a atormentarte continuamente por las fuerzas de las potentes palabras de la Clavícula: “Agión, Tetragram, vaycheen, stimilamato,…”
Las palabras de la anciana se esparcían por el lugar como una peste, diseminando el terror. Víctor comenzó a rezar interiormente. Temblaba de pies a cabeza sin poder contenerse. Un sudor frío se deslizaba por su espalda atenuando aún más su estremecimiento.
—…erglión eryona onera brasin movn messia, soler Emmanuel Sabast Adonay…
No supo cuánto tiempo permaneció así, intentando desoír las malditas palabras de la vieja, pero al cabo de lo que le pareció una eternidad de pesadilla, se hizo el silencio.
Víctor abrió los ojos.
Miró a los demás. Ninguno estaba ni de lejos tan asustado como él, pero se notaban igualmente ansiosos. Todos tenían los ojos abiertos como platos y miraban el foso en actitud de espera.
Víctor miró a su vez y lo que vio casi le provocó un paro cardiaco.
Una tenue luz rojiza proveniente del fondo había empezado a iluminar levemente las paredes del ancho foso.
—Que así sea —dijo por último la anciana. Cerró el Grimorio y aguardó con el rostro demudado.
Entonces un terrorífico y ensordecedor gruñido se levantó desde las profundidades, sobresaltándolos a todos. Su eco reverberó por todo el lugar por casi un minuto. Pronto la luz rojiza se fue haciendo más intensa y su brillo parpadeante empezó a bañar las paredes del pequeño salón. Se hizo el silencio de nuevo por unos momentos y entonces Víctor escuchó lo que le pareció el sonido de unas inmensas alas batiendo el aire con fuerza. El rumor se fue haciendo cada vez más fuerte.
Víctor sintió el impulso de huir, pero estaba petrificado, pegado al duro asiento de piedra.
Fue entonces cuando sintió el hedor. Un hedor tan fuerte y repugnante que le puso la carne de gallina.
—¡Ha llegado! —gritó entonces la vieja con el rostro desencajado—. ¡El Señor de las Moscas ha llegado!



20

En efecto, con un último batir de sus poderosas alas, apareció por la abertura del foso un colosal ser de pesadilla. Medía casi tres metros de altura, y su rostro era una protuberancia obscena con unos inmensos cuernos negros descollando de su frente coronada de fuego. Un espeso pelaje oscuro cubría todo su cuerpo y de su torso sobresalían dos poderosos brazos que terminaban en filosas garras. Las descomunales patas con sus pezuñas hendidas colgaban laxas bajo el monstruoso cuerpo. De los ojos y la abertura llena de dientes que tenía por boca despedía un vapor rojizo y nauseabundo.
En medio de la locura que le produjo a Víctor el sólo hecho de ver esa horrenda pesadilla, atinó a pensar que bajo la abertura del foso el fondo debía de ancharse progresivamente, pues de otra manera no cabrían esas inmensas alas de murciélago que debían de medir casi cinco metros de envergadura.
El pequeño salón en el que se hallaban, con sus ocho metros de altura, apenas lograba acoger a la inmensa criatura.
Sus poderosos movimientos apagaron las antorchas y el recinto quedó apenas iluminado por el resplandor rojizo de la bestia.
Todos miraban al maléfico ser sin moverse un centímetro, excepto la anciana que lo observaba con una temerosa expresión de plenitud.
El Señor de las Moscas llegó a lo alto del salón y quedó suspendido batiendo lentamente las alas.
Entonces habló.
Pero su boca no se movió un ápice.
La voz resonó fuertemente en la cabeza de cada uno con una reverberación enloquecedora.
A Víctor le pareció como si las fieras y bestias más salvajes de la naturaleza hubiesen hablado en una sola y atronadora voz.
¡HEME AQUÍ! ¡¿POR QUÉ TURBAS MI REPOSO?!
Entonces la vieja comenzó a hablar en un extraño lenguaje que sonaba obsceno y vulgar a los oídos. Víctor supuso que le estaba exponiendo sus demandas al monstruoso ser, pues este guardó silencio y pareció concentrar su mirada en la anciana.
Pasado un momento, cuando la vieja terminó, volvieron a escuchar la voz tronar en sus cabezas:
¡QUE ASÍ SEA!
—Contentos estamos de ti por el presente —pronunció en voz alta la anciana—; dejámoste en reposo y permitímoste que te retires adonde mejor te plazca, con la promesa de reunirnos nuevamente dentro de treinta y tres años para perpetuar lo acordado.
El monstruo gruñó sonoramente por respuesta.
—Escoged a uno de nosotros por ofrenda y elegid al próximo Líder de las Familias y futuro Guardián del Pacto —invocó por último la anciana.
Dicho esto, el Señor de las Moscas rugió de nuevo y comenzó a batir las alas, girando sobre sus cabezas, observándolos uno a uno. Parecía demorarse un poco en cada miembro de los Trece, sopesándolos según sus oscuros designios.
La anciana lo observada extasiada.
El monstruo miró entonces a Víctor y éste por poco cae muerto ante el malévolo escrutinio de ese ser de las tinieblas. Luego de un momento, el monstruo continuó observándolos. Los miraba y emitía graves gruñidos por lo bajo, como si no se decidiera. Se situó sobre Margarita Benavides y, para sorpresa de todos, extendió sus enormes garras y la levantó. La anciana gritó aterrorizada. Los demás no daban crédito a lo que veían.
Belcebú, el Señor de las Moscas, había elegido a la Cabeza de las Familias como ofrenda. Por supuesto, nadie se mostró en desacuerdo. Observaron anonadados cómo el monstruo estrujaba a la vieja haciendo crujir sus huesos como si de ramitas se tratase.
La situó frente así, escudriñándola, y luego le arrancó la cabeza de cuajo con sus feroces fauces.
Acto seguido, soltó el cuerpo y lo que quedaba de Margarita Benavides se perdió en las profundidades del foso.
Todos se quedaron paralizados. Había llegado la hora de elegir al próximo Líder. Víctor sentía un vacío en el estómago. El corazón no había parado en ningún momento de latir fuertemente como si se le fuera a salir del pecho. Se sentía débil y mareado, y la herida de la mano izquierda le escocía. Por momentos había comenzado a pensar que en cualquier instante despertaría y se encontraría en su habitación, acostado al lado de su querida esposa.
El monstruo comenzó un nuevo escrutinio.
La actitud de los demás cambió. Sabían que la nueva elección ya no significaba la muerte, sino un nuevo nivel de poder, una especie de redención, y ahora miraban al demonio con expresión sumisa, como esperando ansiosamente ser elegidos.
Belcebú los observaba uno a uno, con más detenimiento que antes, balanceándose en el aire. Con cada examen, Víctor rezaba interiormente para que el monstruo eligiera a alguien y así pudiera acabar toda esa locura de una vez por todas. Entonces llegó nuevamente donde Víctor. Lo observó con sus ojos de pesadilla y Víctor se perdió en ese rojizo resplandor. Sintió que una entidad intrusa entraba en su mente y analizaba cada pequeño detalle de su existencia. Se sintió desfallecer presa de terribles nauseas. Trataba de apartar la mirada, pero no podía. Se sentía atrapado por un brazo invisible.
Pasado un rato, se sintió libre de nuevo. Parpadeó y observó a su alrededor. Todos lo miraban como si se tratase de un bicho raro. Miró al demonio nuevamente y vio que éste había levantado su descomunal brazo derecho y se disponía a señalarlo.
—¡Lo ha elegido! —escuchó que murmuraban los demás—. ¡Le hará la marca!
Y en ese momento, Víctor sintió nacer una nueva fuerza desde lo más hondo, proveniente de aquél demonio. Sentía cómo la bestia le transmitía parte de su negra sabiduría, de su maléfica energía. Se sentía renovado y oscuramente revitalizado por la fuerza maldita que aquél ser le estaba transfiriendo. Quizá pasados unos segundos todo habría acabado para él, pero en ese momento, aún dueño de sí, decidió que era suficiente, que no se rendiría ante aquél horror, y utilizó el poder que había recibido del monstruo para utilizarlo en su contra.
Se puso en pie, encarando al Señor de las Moscas, y gritó:
—¡Detente, ser infecto de las tinieblas! ¡No tendrás poder sobre mí, ni hoy ni nunca!
El monstruo rugió como si le hubieran asestado un puñetazo. Batió las alas y encaró nuevamente a Víctor con renovada furia.
Víctor pensó con rapidez. No sabía mucho de oraciones, pero supuso que cualquier exhortación amparándose en las fuerzas divinas surtiría algún efecto. Había decidido improvisar, cuando escuchó la voz de su difunta abuela susurrándole en su mente: “No temas. Yo te ayudaré.”.
Víctor alzó los brazos y exclamó:
—Te conjuro, Belcebú, lugarteniente de Lucifer, Príncipe de las Tinieblas, a que reconozcas el poder y la fuerza del Hijo de Dios, que te venció en el desierto, superó tus insidias en el Huerto, te despojó en la Cruz, y resucitado del sepulcro transfirió tus trofeos al Reino de la Luz…
El monstruo rugió de nuevo con un bramido ensordecedor.
Los demás seguían pegados al asiento observándolo todo como simples espectadores.
El Señor de las Moscas extendió sus alas y se lanzó hacía Víctor. Éste lo miró, temporalmente petrificado, y entonces se agachó y cogió la daga, aún manchada con su sangre, y la extendió ante él clavándola en el pecho de la bestia. La daga se hundió profundamente y el monstruo rugió más fuerte que nunca.
Víctor se derrumbó contra el asiento, y un lacerante dolor se extendió por su espalda. Se incorporó a duras penas y siguió con su improvisada letanía:
—Te conjuro, Belcebú, maldito ser de las tinieblas, que engañas al género humano, a que reconozcas el Espíritu de la Verdad, que repele tus insidias y confunde tus mentiras. —Víctor sentía que las palabras fluían más fácilmente a través de él, como si realmente estuviese recibiendo alguna clase de ayuda divina—. ¡Vete de aquí!, criatura plasmada por Dios, a quien el mismo Espíritu marcó con su sello poderoso; retírate de este lugar y vuelve a tu oscura y aciaga morada en lo más profundo de las tinieblas, y llévate contigo todos los frutos de tus maléficos prodigios…
Dicho esto, el Señor de las Moscas se elevó por última vez, replegó sus alas y se zambulló de cabeza en el foso con un poderoso bufido.


21

El resplandor rojizo se fue apagando poco a poco, y el bramido de la bestia se acalló de forma progresiva. El recinto quedó a oscuras, apenas iluminado por la tenue luz de la luna que había empezado a colarse por las altas troneras del gran salón. A pesar del caos, Víctor reparó en este detalle y se preguntó de qué manera estarían camuflados aquellos ventanales en el exterior.
Respiraba afanosamente. Aún no podía creer lo que acababa de hacer. Recordó la voz que había sonado en su cabeza. ¿Había sido su abuela en realidad? Le parecía que sí. Su voz era inconfundible. En todo caso, con ayuda divina o no, había vencido a la bestia y roto el Pacto luego de ciento treinta y dos años. Lo sabía. En el fondo, estaba seguro de ello. La pesadilla había terminado y el Pacto había concluido.
Los demás seguían sentados en las sillas de piedra, con la mirada perdida y los brazos laxos. Parecían estatuas de cera sacadas de algún museo de horror.
Víctor comenzó a retroceder. El afán de salir de allí se había hecho más acuciante que nunca. Pensó en decirles a los demás que salieran también, pero cambió de opinión. No había motivos para ayudar a las personas que un rato antes habían amenazado su vida y la de su familia.
Dedicó una última mirada al lugar con un escalofrío, dio media vuelta y echó a correr hacía la puerta de los Benavides. Fue justo en ese momento cuando la tierra empezó a temblar con una fuerte sacudida. Víctor apenas logró conservar el equilibrio. Miró de nuevo hacia el pequeño salón, pero los miembros restantes de las Trece Familias no se habían movido. Parecían hipnotizados, como si hubiesen aceptado su terrible destino ahora que nada aseguraba su poder. Grandes trozos de roca empezaron a caer del techo. Las sillas que rodeaban el ancho foso se movieron con más fuerza, se tambalearon con sus ocupantes y comenzaron a hundirse con un rugiente sonido de piedras cayendo.
Víctor se quedó mirando la escena sin dar crédito a lo que veían sus ojos. El salón, con paredes incluidas, se hundía en el foso. Y como una especie de onda destructiva, el agujero se iba anchando progresivamente, devorando a su paso todo lo que había en el gran salón. Víctor supo enseguida lo que iba a ocurrir. Todo se estaba desmoronando. Dio media vuelta una vez más y corrió hacia la puerta.
Estaba entornada, y por un instante de terror Víctor estuvo seguro de que el muro estaría otra vez allí impidiéndole la salida. Pero el muro ya no estaba. Víctor suspiró aliviado y entró. Recordó la oscura abertura que se abría a la derecha y pasó con cuidado, pegado a la pared, procurando conservar el equilibrio.
Llegó a la escalera en caracol y comenzó a subir rápidamente.
La tierra temblaba cada vez más fuerte. A lo lejos, se escuchaba cómo el gran salón se perdía inexorablemente en el abismo.
Pocos minutos después llegó arriba. Abrió a tientas la puerta en la oscuridad y salió al pasillo, aquél que estaba plagado de puertas a ambos lados. Giró a la derecha y corrió tan velozmente como se lo permitían las piernas.
Al llegar al balconcillo que lo había estremecido por primera vez en aquella casa, vio cómo se tambaleaba peligrosamente a causa del terremoto. Seguro que no dudaría mucho. No obstante, no había tiempo para pensar. Retrocedió unos cuantos pasos y lo cruzó a la carrera, pisando apenas los endebles tablones. Al llegar al rellano y torcer escaleras abajo, sintió cómo el balconcillo se desmoronaba a sus espaldas.
Muy pronto se halló en la pequeña cocina y un instante después estuvo en el jardín trasero de la casa de la difunta Margarita Benavides. Rodeó la vivienda y echó correr por el camino de tierra en dirección a la calle principal del pueblo.
El terremoto, lejos de aplacarse, parecía estar cobrando más fuerza.
Al llegar al recodo del camino donde debía torcer a la derecha, frenó un instante y dirigió la vista hacia la casa. Ésta se balanceaba violentamente, presa de los terribles movimientos telúricos. La luz de la luna la iluminaba de manera lúgubre, dándole el aspecto de una casa embrujada.
La tierra se sacudió más fuerte que nunca y Víctor cayó al suelo. Se incorporó trabajosamente y se puso en pie, en el justo instante para ver cómo la casa se estremecía por última vez y se hundía para ser engullida por el abismo, que ahora había adquirido unas dimensiones titánicas.
Víctor corrió como alma que lleva el diablo. Cruzó como una exhalación los doscientos cincuenta metros que lo separaban del pueblo, subió la pequeña loma, echó una última mirada hacia la propiedad de los Benavides y vio horrorizado cómo el inmenso foso continuaba anchándose, devorando árboles, cercas y cultivos.
Víctor no quiso ver más. A ese paso, el pueblo mismo terminaría engullido en un abismo colosal.
Llegó a la calle principal y siguió corriendo en la dirección por la que había llegado en el pequeño vehículo, en un mediodía que parecía haber ocurrido hacía mil años.
Corrió y corrió, con la tierra sacudiéndose salvajemente bajo sus pies.
Corrió por su vida.
Corrió… alejándose de Soledad para siempre.



Epílogo

A las cinco y diez de la mañana del 20 de junio de 2010, primer día del solsticio de invierno, Víctor Hugo Tejada, de cincuenta y nueve años de edad, se despertó sobresaltado de una terrible pesadilla.
Soñaba que se hallaba de nuevo ante la casa de Margarita Benavides. Habían pasado treinta y tres años desde el último Rito de Perpetuación y Víctor había acudido para cumplir otra vez con su parte.
La anciana había salido al porche a recibirlo en compañía de los otros once miembros. Su putrefacta cabeza se sostenía a medias sobre su cuello, cosida con un grueso hilo negro. De la juntura sobresalían toda clase de bichos y su piel parecía estar cayéndose a pedazos. Sus ropas se habían convertido en harapos y su incipiente calva estaba apenas cubierta por un grasiento cabello ralo.
Le sonreía a Víctor mientras sacudía el brazo en señal de saludo.
—Bienvenido a Soledad, Víctor Tejada —le decía.
Y fue entonces cuando despertó.
Estaba empapado en sudor y temblaba como un niño, aún con la imagen de la vieja grabada en la retina. La cicatriz de la palma izquierda, que con los años había ido haciéndose cada vez más imperceptible, le picaba levemente.
Miró alrededor, y su corazón se apaciguó al ver los familiares contornos de su habitación. Respiró profundo, recobrando la serenidad.
Había sido un sueño. Nada más que un sueño.
La pesadilla había terminado hacía treinta y tres años. Había terminado para siempre. Y si necesitaba alguna prueba de ello, la tenía justo a su lado.
Su esposa dormía tranquilamente, y su hermoso rostro irradiaba una profunda paz. Víctor se quedó mirándola durante un rato, sonriendo. No necesitaba más pruebas de que aquella pesadilla había quedado enterrada en el pasado.
Se acomodó de nuevo entre las cobijas, posó la cabeza en la almohada y cerró los ojos. Era domingo, y podía dormir hasta la hora que quisiera.
Saber esto le arrancó una nueva sonrisa.
Cinco minutos más tarde, Víctor dormía apaciblemente.
Sin sueños.



FIN



Publicado originalmente en Ka Tet Corp. por Calavera en Octubre de 2010.