Jueves 17 de
octubre de 2013
Teatro Pablo
Tobón Uribe de Medellín
8:00 p.m.
Conforme
avanzaron las horas, la ansiedad por la esperada noche del Gran Homenaje a Pink
Floyd solo fue en aumento. Finalmente, después de una espera de casi dos años,
la banda que nos regalara una presentación inolvidable el 17 de diciembre de
2011 se presentaba de nuevo con un perfeccionado y recargado tributo a la banda
británica, y la verdad es que no podíamos esperar para verlo.
Personalmente,
junto con mi novia, me encontré contando las horas para el anhelado momento, y
llegadas las siete y treinta de la noche, hora en que arribamos a las afueras
del Teatro, estuvo claro que no éramos los únicos que nos encontrábamos
ansiosos por comenzar a vivir el tributo a los Floyd. Los seguidores de la
banda inglesa que anhelaban ver el homenaje no se hicieron esperar, y la fila
para ingresar al Teatro pronto se convirtió en multitud.
Por cortesía
de mi amigo Óscar Mora, vocalista de la banda, tuvimos el honor de contar con
pases de Prensa que nos permitían el ingreso total a la locación del concierto,
por lo que pudimos entrar minutos antes de que se permitiera el ingreso al
resto de los asistentes, y así tomar unas cuantas fotos de la fabulosa
escenografía y de los últimos ensayos antes del comienzo del show. Aprovecho la
ocasión para agradecerle de nuevo a él y al resto de la banda por semejante gesto. Un
verdadero honor para nosotros.
Una vez
permitida la entrada, el Teatro no tardó en llenarse hasta el tope, y con
semejante antesala, las ansias por el comienzo del espectáculo se
incrementaron. Los minutos se desgranaron lentamente, mientras esperábamos que
el telón se abriera y comenzaran los acordes de aquellas canciones que hemos
cantado por años y que para muchos de nosotros se han convertido en la banda
sonora de nuestras vidas.
Y la banda,
seguramente tan expectantes como nosotros por comenzar, no se hizo esperar…
De pronto el
telón se abría…
La espera
terminaba…
Las luces se
apagaban… y con el telón aún dejando paso a la enorme y memorable pantalla
circular que ha caracterizado a los Floyd, decenas de relojes comenzaron a
inundar el Teatro Pablo Tobón Uribe, entre los aplausos y los gritos de los
espectadores.
Un magistral
“Time”, precedido, cómo no, por la memorable percusión que ya todos nos sabemos
de memoria, dio inicio al gran Homenaje a Pink Floyd, un show que, como contara
en una entrada anterior, esperaba ansioso por varias razones, tanto por la
pasión que despiertan en mí los Floyd desde hace quince años, como por el trabajo
y la dedicación que, me consta, fue necesario para que este tributo llegara a
buen puerto. Y mientras el clásico tema extraído del mítico “Dark side of the
moon” invadía nuestros oídos y nuestros corazones, solo caras extasiadas, las
nuestras incluidas, se podían ver en los cientos de asientos del Teatro…
El show daba
comienzo, y lo hacía con toda…
Finalizando
con un impecable “Breathe (Reprise)”, que fue coreado a todo dar por nosotros, la continuación no se hizo esperar con un
sorpresivo “The dogs of war”, tema que generalmente fuera tocado solo en la
gira del “Delicate sound of thunder” de 1988. Ahí se hizo clara la contundente
voz de Óscar, quien, al igual que el resto de la banda, solo ha sabido mejorar
en estos dos años desde el último show que tuve el placer de presenciar. El
saxo, esta vez a cargo de Carlos Jupiter, hizo su entrada para el agrado de los
asistentes, sin olvidar ese mano a mano con la guitarra que todos recordamos en
cierto punto de la mitad de la canción.
Ya con los
ánimos caldeados, y la tensión dejada de lado, fueron cayendo temas tan
contundentes como “Young lust” y “Have a cigar”, extraídos de los álbumes “The
wall” y “Wish you were here” respectivamente, y que fueron coreados con ganas
por todos. Finalizado este último con el recordado efecto que semeja a una
emisora de radio, fue el momento del primer plato fuerte de la noche, nada
menos que el soberbio “Shine on you crazy diamond”, cuyo comienzo fue vitoreado
a más no poder. Allí cada integrante, comenzando por los teclados y terminando
con el saxo, pudo hacer gala de su talento para interpretar a una banda a la
que no cualquiera puede hacerle tributo. Cada estrofa fue cantada a pleno
pulmón, y desde ya se podía asegurar que sería una noche que recordaríamos por
muchísimo tiempo.
Sin dar
ninguna clase de descanso a las emociones de los asistentes, fue el turno de “Coming
back to life”, con una interpretación impecable de parte de Óscar que le puso
los pelos de punta a más de uno. Esta canción, con sus mágicos acordes de
guitarra y su letra interpretada a viva voz, tocó la fibra de todos los que
asistimos al teatro, que cantamos con ganas la canción del álbum “Division bell”
que ya se ha convertido en un clásico de la banda a pesar de ser una de sus
últimas creaciones.
Como si
semejante sentimiento fuera poco, vemos como varios de los músicos se arman con
guitarras acústicas, y no tenemos que esperar mucho para escuchar los acordes
de “Wish you were here”, del álbum homónimo de 1975. El público cantó a pleno
pulmón este clásico que no podía faltar en una noche tan especial como esta.
En seguida
llegó un tema que a mi novia y a mí nos gusta especialmente: “High Hopes”. Una interpretación
fantástica, con el bonus de regalarnos al final algunos acordes acústicos similares
a los que David Gilmour le ha agregado en los últimos años, a la que solo le
faltó más volumen en la guitarra slide para
ser perfecta. Aun así, la disfrutamos y cantamos con todas las ganas. De
repente las luces se apagan, y con algunos reflectores jugando sobre el
escenario, comienza una interpretación admirable de “One of these days”, que
confirma una vez más el talento inmenso que tiene el guitarrista líder de la
banda para interpretar los memorables solos que ha inmortalizado Gilmour por
casi medio siglo. Las luces, la música, todo… hace de esta pieza una de las más
recordadas del concierto, y con la cual la primera parte del show llegaba a su
fin…
Se cierra el
telón en medio de los calurosos aplausos del público, y mientras suenan las
versiones originales de “On the run” y de “Is there anybody out there”, los
cientos de asistentes aguardamos impacientes y ansiosos por las sorpresas que
están por llegar. Sabemos que algo grandioso se avecina, y descubrimos que no estamos
equivocados al ver cómo, mientras el telón se abre nuevamente, algunos soldados
ataviados al mejor estilo de las clásicas presentaciones de “The Wall” invaden
el escenario en un gran performance. Destaca un individuo de tez pálida que nos
recuerda de inmediato al Bob Geldof de la película de 1982, y que aproximándose
a un atril con el emblema de los martillos armado con un megáfono comienza a
declamar la versión de “In the flesh” que aparece en la mencionada película.
Aquí la presentación toma visos teatrales al ver cómo los soldados, como en aquella
legendaria cinta dirigida por Alan Parker, comienzan a buscar “culpables” entre
los asistentes, cogiendo a un chico desprevenido que desaparece por una de las
salidas en brazos de los uniformados, entre patadas y forcejeos que de poco le
sirven.
Es el
momento entonces de que la banda haga su propia interpretación de “In the flesh”,
reiterando el comienzo de la segunda parte del show, y desde ya es un hecho que
el espectáculo ha superado con creces las expectativas de todos, grabándose en
la retina como un recuerdo imborrable, una noche mágica en que los cerdos
volaron y los martillos marcharon.
Llega
entonces de nuevo el momento de homenajear a uno de los álbumes más vendidos en
la historia de la música, y que justamente este año cumplió cuatro décadas
deleitando a los afiebrados del buen rock: “The dark side of the moon”. Tocando
de seguido “Money” y “Us and them”, la banda se acerca a la recta final de una
noche que, en lo personal, se me fue volando, deseando en todo momento que se
extendiera interminablemente.
Mención
especial a las chicas del coro, Nanna, Mónica y Diana, cuyo impecable acompañamiento,
infaltable en las presentaciones de los Floyd, dan a cada canción un trasfondo
más mágico, si cabe, con sus voces ora desgarradoras ora melodiosas.
Es la hora
de “Keep talking”, donde el guitarrista líder sorprende a todos, como lo
hiciera en aquél recordado 17 de diciembre de 2011, con un genial uso del talk box, marca registrada del tema
extraído del “Division bell”. Ya todos sabemos, con una mezcla de nostalgia y
regocijo, que el concierto se acerca a su fin, pero antes llegan dos nuevos
clásicos de “The wall”: “Hey you” y “The happiest days of our lives/Another
brick in the wall pt. 2”, la última de las cuales hace que el público
finalmente no pueda evitar ponerse de pie y casi gritar el coro de un tema que,
por muy comercial que sea, hace parte importante del repertorio en toda
presentación de los Floyd. «All in all
you're just another brick in the wall», cantamos los cientos de asistentes
a todo pulmón, y es entonces, luego de ese solo que todos nos sabemos de
memoria, que llega el momento de las despedidas.
Nadie quiere
que el concierto termine, y la banda así lo sabe, de modo que aún hay tiempo
para un par de canciones más. Nada más ni nada menos que los temas finales del “Dark
side of the moon”: “Brain damage” y “Eclipse”, que nos tocan la fibra en lo más
hondo, de la mano de ese contundente final que nos recuerda los últimos
conciertos de los Floyd en la gira de “The division bell” en 1994.
Una vez más
vienen las despedidas, no obstante los gritos de «¡otra, otra, otra!» de parte de los asistentes, y llegan los
agradecimientos, pero falta una canción, por supuesto que sí, una canción sin
la cual no se pueden ir, a pesar de que nos hayan regalado una noche
inolvidable. Una canción que la totalidad del público exige a rabiar. Y claro,
la canción llega, ¡y de qué manera!
“Comfortably
Numb” da comienzo, y el público estalla de euforia. Mi novia y yo nos miramos,
y sin necesidad de palabras sabemos que estamos pensando lo mismo: «Esta no podía faltar». Unidos en una
sola voz, banda y espectadores cantamos este himno como si nos saliera del
alma, conscientes de que este es el broche de oro para una noche perfecta, una
noche que los que fuimos a disfrutar con el alma y el corazón jamás
olvidaremos.
Terminan las
estrofas, y llega el momento del gran solo de guitarra, y si el de aquél 17 de
diciembre de 2011 me había sorprendido, el de esta ocasión me dejó simplemente
anonadado y maravillado. Una interpretación prácticamente calcada a la del “Pulse”,
con una duración similar, con una precisión y un feeling impresionante, que estoy seguro sorprendería al mismísimo Gilmour.
Se me erizaron los vellos, pero también se me erizó el alma, como seguro le
sucedió a muchísimos de los espectadores. Si había alguna duda de lo que estos
muchachos pueden hacer, ese magistral colofón las hizo a un lado con creces.
Porque no solo el guitarrista descrestó con ese solo final, sino toda la banda
al completo. Descrestaron con su puesta en escena, con su precisión y
profesionalismo, con su dedicación, su empeño y sus ganas de llevar adelante un
show que esperamos por tanto tiempo.
A pesar de lo que puedan decir los
escépticos y los críticos de pacotilla salidos de la nada, la noche del 17 de
octubre de 2013 fue PERFECTA, incluso con sus pequeñas imperfecciones. Y todos
los que tuvimos el privilegio de asistir solo podemos estar agradecidos por
haber sido partícipes de semejante presentación que, espero de verdad, se
repita de ahora en adelante más a menudo.
Jey,
Mauricio, Alex, Chriss, Vladimir, William, Freddy, Carlos, Óscar, Mario, Nanna,
Mónica, Diana, y toda la gente de producción (además de los que me haya podido
olvidar)…
A todos ellos solo queda agradecerles y felicitarles por tan
magnífica presentación. Pueden estar seguros de que la disfrutamos a tope y de
que será recordada por muchísimo tiempo.
Y, repito,
espero que de ahora en adelante se repita más a menudo.
Un abrazo
fuerte. :)
PD: El álbum
completo de fotos lo pueden ver en la página de Facebook del Blog de Calavera, más
precisamente en este enlace.
;)
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