Viejo, mi querido Viejo:
¿Cómo hubieran sido las cosas si hubiera crecido a tu lado?
Es algo que siempre me he preguntado, y lo hago nuevamente ahora
que partiste, ahora que nos dejaste. Y llego a la conclusión de que sin duda
hubiera sido una persona mucho mejor de lo que nunca lo he sido…
Crecer lejos de tu lado no fue fácil. Mi mamá tuvo que hacer
de padre y madre durante toda mi vida, y siempre le he estado agradecido por haberme
levantado a fuerza de tesón y lucha. Ella es una guerrera, siempre lo ha sido,
y toda la vida he dicho, te lo confieso, que si hay alguien a quien le debo lo
que soy, es a ella.
Siempre te vi como un padre distante… De forma física, mas no
espiritual… Desde pequeño te vi como ese hombre que me brindaba un cariño sin
medida desde una larga distancia, y a quien veía esporádicamente cada uno, dos
o hasta tres años, fuera que mi mamá me llevara o que tú vinieras con motivo de
uno de tus proyectos… Tan infrecuentes eran nuestros encuentros, que nunca me
acostumbré a decirte “papá”, nunca supe vencer esa barrera que sentía entre los
dos. Nunca sentí la plena confianza para expresarte mis sentimientos…
Siempre fui un niño tímido, y cuando llamabas por teléfono no
era la excepción. No sabía qué decirte, cómo expresarme contigo…
Fuiste siempre para mí ese profesional íntegro, bien
afeitado, de constitución robusta y sacos de lana, de humor sano y jovial, de
hablar sosegado y expresión educada. Ese padre que me trataba de “tú” sin que
yo tuviera la suficiente confianza para tratarlo de la misma manera. Aquél que
no obstante todos los reveses siempre me alegraba de ver y abrazar…
No me enseñaste a montar en bicicleta ni a jugar al fútbol.
No estuviste en mi Primera Comunión ni en mi Graduación. No tuvimos esa primera
e importante conversación de hombre a hombre…
Y confieso que a medida que fui creciendo te juzgué en
silencio, te reproché por el hecho de no estar al lado de mi mamá, ayudándole
en todo lo necesario, apoyándonos económicamente cuando lo necesitábamos…
Siempre me pregunté por qué ese padre que vivía a tantos kilómetros de
distancia no podía solventar, como todos los padres, nuestras carencias. Me
parecía insuficiente lo que le enviabas para suplir las necesidades, y veía con
impotencia cómo ella hacía todo lo posible por aprovecharlo y hacerlo rendir a
como diera lugar…
Y sin embargo mi mamá siempre te defendió a capa y espada.
Tanto cuando yo le decía algo, como cuando algún familiar o allegado criticaba la
falta de un apoyo completo de tu parte…
Porque fuiste todo para ella. Fuiste el amor de su vida, su
único amor, y lo que significaste siempre para ella es algo que no se puede
describir con palabras…
Pasó el tiempo, y entendí. Te comprendí.
Supe que hiciste todo lo que estuvo en tus manos por
nosotros. Supe que luchaste aguerridamente durante toda tu vida para sacar
adelante a aquellos que amabas, que nunca nos descuidaste, que tu corazón
siempre nos tuvo presente, aún cuando pasaban largos días sin comunicarte con
nosotros.
Supe que, dentro de todo, cuando cualquier otra persona
habría eludido su responsabilidad, tú estuviste ahí, queriéndonos, añorándonos,
abrigando la esperanza de un futuro mejor para todos. Y por encima de todo,
brindándonos algo en lo que nunca escatimaste: tu amor.
Fui ahí cuando comprendí que la vida era la que no había
permitido que las cosas fueran como siempre soñamos, que si no pudiste
apoyarnos económicamente tanto como lo necesitábamos fue porque las
circunstancias te lo impidieron, que si no pude crecer a tu lado fue porque
Dios lo quiso así…
Aprendí a conocerte más, a admirar a esa persona íntegra que
siempre fuiste. Y por eso cuando ahora me pregunto cómo habrían sido las cosas
a tu lado, a pesar de que mi mamá hizo todo lo mejor por mí y siento que se lo
debo todo a ella, no me cabe duda de que habría sido un hombre mejor, de que
habría aprendido mil y una cosas de ti, de tu entereza, de tu inquebrantable
positivismo, de tu empeño por hacer las cosas de la mejor manera, de tu amor
inagotable por aquellos que amabas y que te seguiremos amando…
Ya quisiera yo ser un luchador como tú lo fuiste, y hoy,
ahora que nos has dejado, sé que no lo hiciste porque perdiste la batalla con
una enfermedad que te hizo sufrir de una forma que no merecías, sino porque
Dios así lo quiso. Hoy te vas como un ganador, como un vencedor de la vida, como
alguien que no cejó en su convencimiento de que saldría adelante, incólume,
venciendo a una enfermedad vil y traicionera que se ensañó con alguien que le
presentó batalla hasta el último momento con el optimismo que siempre le
caracterizó.
Hoy nos dejas, tristes y acongojados por tu pérdida,
justamente un día antes de que mi tía, una segunda madre para mí, cumpla ocho
años de haber partido… Una segunda madre que también pasó por la misma lucha…
Y doy gracias a los cielos por el milagro de haberme
permitido estar contigo justo antes de que la enfermedad silenciara tu voz…, más
no tu corazón, que nunca dejó de comunicarse a través de tus ojos, a través de
tu alma en la distancia. Estos dos meses largos desde que te vimos han sido eternos
y angustiosos, pero a pesar de que no pudieras hablar ya, siempre sentimos el
gran poder de tu cariño hacia nosotros, y sé que en la distancia también
sentiste el gran amor que te profesamos, cada día preocupados por tu salud y bienestar,
siempre con la esperanza de que la vida fuera justa y que Dios se diera cuenta
de que no merecías tal sufrimiento…
Doy gracias por haber pasado esos dos días contigo, compartiendo
nuestros últimos momentos juntos, platicando y disfrutando de la posibilidad
que la Providencia me otorgó de poder estar a tu lado y demostrarte lo mucho
que te quise a pesar de las circunstancias que siempre pusieron distancia entre
nosotros…
Hoy mi mamá y yo te lloramos, porque nos duele la partida de
la única persona a la que pudimos llamar familia, aquella que desde lejos nunca
nos dio la espalda cuando tantos otros lo hicieron, aquella persona que siempre
sirvió de apoyo y ejemplo, que nunca perdió un instante para demostrarnos el
amor que nos profesaba…
Qué alma tan fuerte la tuya, qué corazón tan inagotablemente
lleno de amor, qué guerrero, qué luchador, qué hombre de sabiduría y cariño sin
límites…
Qué dolor causa tu despedida, qué tristeza la que acongoja
hoy nuestro corazón. Nuestra alma llora por ese vacío tan inmenso que dejaste
tras de ti. Nuestra alma llora por esos días, semanas, meses, años que no
pudimos estar juntos, por todo ese tiempo de inevitable separación, por todo lo
que nos perdimos de tu persona…
Sin embargo, me queda la tranquilidad de que hice el esfuerzo
de realizar un último viaje para estar a tu lado en el momento preciso, el día
indicado, y que pude gozar de tu compañía una última vez, en una ocasión que quedará
para siempre grabada en mi alma…
Lágrimas dolorosas recorren mi rostro mientras te escribo
estas líneas, pero tal vez sean lágrimas derramadas por nosotros mismos, por
los que quedamos vacíos y carentes de tu presencia. Por la soledad que nos
queda ahora que ya te fuiste.
Y es que ahora te llegó el turno de descansar, de gozar de la
vida eterna que te espera en adelante, esa que siempre te estuvo aguardando
para brindarte lo mejor de la existencia, aquella de la cual este paso por la Tierra
es solo una preparación…
Una sinfonía sublime, como una de las que siempre te gustaron,
de flautas y trompetas, de órganos y violines, de coros y crescendos, suena
ahora en los cielos, anunciando tu llegada…
Ahora cesa tu sufrimiento y comienza el nuestro, sosegado
solo por la seguridad de que aquél que tanto quisimos se encuentra alegre y en
paz.
Adiós, papá.
Adiós, maestro y mentor.
Adiós, consejero y amigo.
Adiós, mi querido Viejo…
Tu hijo que te quiere,
George.
27 de agosto de 2012.
Estoy seguro que tu padre vivió orgulloso de tener un hijo con la calidad moral, la entereza y todo lo que conforma una persona tan especial como lo tú. Te diría que tuvieras fortaleza pero sería mentir de mi parte, lo único que puedo hacer desde la lejanía es mandarte un abrazo fraternal gigantesco y decirte que lo siento muchísimo.
ResponderEliminarGeorge, amigo, cuánto lo siento.
ResponderEliminarTe mando un abrazo fuerte desde la distancia.
George, que momento debes estar pasando.
ResponderEliminarDesde Argentina, van mis mejores pensamientos para vos.
Un abrazo.
Sobra decir lo orgulloso que tu padre estará de tener un hijo como tú.
ResponderEliminarNo hay consuelo para una pérdida así. Lo siento de corazón, George.
Ya sabes que por aquí cuentas con un amigo. Mucho ánimo y un gran abrazo, George.
Estamos contigo.
Vamo', George, no me le afloje. Un abrazo grande en la distancia...
ResponderEliminarLamento mucho tu pérdida, George. Eres una persona de la que sentirse orgulloso. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarLe cambié el nombre a la cuenta, pero calculo que me vas a reconocer.
ResponderEliminarHermano, apenas si nos conocemos y miento si digo que te entiendo, pero me sumo a todo lo antes dicho. Para adelante.
Abrazo desde Argentina.
Pues aunque no puedo comprender todo lo que cuentas (la vida de cada uno y sus circunstancias son únicas), sí entiendo lo que es sentir la pérdida de un padre. Así que aunque tarde, siento mucho tu pérdida, y te digo que seguramente él se fue sintiéndose muy orgulloso de ti. Un abrazo.
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