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lunes, 11 de noviembre de 2013

Fiebre Mundialista / Historias Insólitas de los Mundiales de Fútbol, de Luciano Wernicke

“Luciano Wernicke ha reunido en este libro sorprendente las curiosidades más divertidas e increíbles ocurridas durante las primeras dieciocho ediciones de la Copa del Mundo de Fútbol. Anécdotas hilarantes, récords y apasionadas hazañas que muestran el costado humano del “más popular de los deportes”.

Algunos de los relatos están relacionados con circunstancias imprevistas en el campo de juego, las tribunas o las concentraciones; otros cuentan hechos situados un poco más lejos de los estadios, para ayudar a comprender el contexto histórico en el que se desenvolvió cada torneo. Historias insólitas de los Mundiales de Fútbol realiza un recorrido por cada una de las etapas mundialistas a través de los choques inolvidables, las figuras, los récords.

¿Es casualidad que hasta que el ojo de la televisión color “en vivo y en directo” cubrió todo el planeta la mitad de los campeonatos fue ganada por países anfitriones, y en otros dos torneos los dueños de casa llegaron cómodamente a la final? El fútbol de la Copa se detuvo entre 1939 y 1950 a causa de la Segunda Guerra Mundial, lógicamente; sin embargo la pelota y sus auspiciantes siguieron rodando en medio de otros conflictos también terribles, como la “Guerra de Malvinas”. Dos naciones que se desangraban en una punta del planeta estuvieron muy cerca de intercambiar banales pelotazos en una cancha “neutral”. Desde España 1982 en adelante, sólo una escuadra, Francia en 1998, alzó el trofeo de oro en su casa. A lo largo de los Mundiales, varios jugadores se negaron a abandonar la cancha a pesar de tener un hueso fracturado. Un talentoso mosquetero puso la belleza por sobre el resultado al “picar” un penal en una final, y al honor sobre la trampa al cabecear a un desleal rival lenguaraz. Un delantero prefirió morir a servir a la propaganda nazi, otro siguió jugando tras sufrir un infarto en pleno partido y un zaguero fue asesinado por defender su honestidad luego de haber cometido el pecado de marcar un gol en contra.

Un libro delicioso que nos divierte con historias que revelan aspectos desconocidos del gran evento que cada cuatro años tiene en vilo al mundo.”

Luciano Wernicke nació en 1969 en Buenos Aires, Argentina. Licenciado en Periodismo, actualmente trabaja en la Agencia Diarios y Noticias (DyN) y colabora con las revistas El Gráfico y Un Caño. Durante más de quince años fue profesor de Periodismo en el Círculo de Periodistas Deportivos, tarea que también desempeñó en la Universidad Argentina de la Empresa (UADE).


Luciano Wernicke


Ha publicado Curiosidades futboleras (1996), Curiosidades futboleras 2 (1997), Fútbol increíble (2001) (los tres ilustrados por Roberto Fontanarrosa), Nuevas curiosidades futboleras (2008), Historias insólitas de los Mundiales de Fútbol (2010) e Historias insólitas de los Juegos Olímpicos (2013).

Hace poco, en una entrada anterior, les contaba que mes y medio atrás resulté ganador de un concurso en la página de Facebook de Círculo de Lectores Colombia, y entre los libros que elegí me llegó este del argentino Luciano Wernicke que desde un comienzo me llamó la atención al verlo en el catálogo: Historias Insólitas de los Mundiales de Fútbol.

Aunque me gusta el fútbol y soy hincha ferviente del Atlético Nacional de la ciudad de Medellín, confieso que no sigo muy de cerca el desarrollo de cada partido, y solo observo por televisión los partidos más trascendentales del campeonato. También me gusta el deporte en general (especialmente el baloncesto además del fútbol), pero solo el certamen que cada cuatro años paraliza el mundo me apasiona profundamente. Los Mundiales de Fútbol siempre han ejercido en mí una fascinación muy grande, y sigo de cerca cada detalle de su desarrollo. Me veo completos cuantos partidos puedo y cada noche los respectivos resúmenes de la jornada. Aunque los Juegos Olímpicos es la fiesta del deporte por excelencia (nada más la última edición realizada en Londres contó con una histórica actuación para nuestro país), soy de la opinión de que los Campeonatos Mundiales no tienen igual.


El primer recuerdo que tengo es la fabulosa participación de Colombia en el Mundial de Italia 1990, donde la selección nacional consiguió su pase a Octavos de Final en un infartante partido con Alemania, que a la postre sería campeón (también fue la primera vez en que llené un álbum de láminas del Mundial :) ). Cada vez que veo el video no puedo evitar emocionarme y que se me erice la piel. Se jugaba el último partido del grupo y Colombia clasificaba a la siguiente fase con un empate en calidad de mejor tercero. El partido estaba 0-0 a pocos minutos del final, y todo el pueblo ya festejaba la clasificación. Y entonces, en el minuto 88 Pierre Littbarski marcó para los germanos. A través de la narración de los comentaristas se puede vislumbrar la desilusión y la tristeza de un país que soñaba con llegar a la siguiente instancia:




Entonces se hizo milagro. Corría el segundo minuto de adición. Era el último suspiro del partido cuando, luego de un infructuoso ataque alemán, Colombia comienza una jugada desde su propio campo. Tras varios toques entre Leonel Álvarez, Luis Alfonso “El Bendito” Fajardo, Freddy Rincón y Carlos “El Pibe” Valderrama, este último lanza un pase de fondo para Rincón que, mano a mano con el arquero alemán, lanza el balón por entre las piernas del guardameta. Corrían 92 minutos con 12 segundos del encuentro cuando se infló la red, y Colombia logró la gran hazaña… :’)

Cuatro años más tarde, con doce años, y mientras el mundial de Estados Unidos 1994 se acercaba, comencé a coleccionar unos fascículos que salían en el diario local El Colombiano y que recogían en cada número multitud de datos sobre la historia de los Mundiales, las participaciones de Colombia tanto en la máxima cita orbital (que hasta ese momento eran solo dos) como en las Eliminatorias, así como artículos sobre los equipos, las sedes y las figuras del Mundial que se avecinaba.


Finalizado el Mundial, el diario terminó la publicación con una portada
dedicada al tetracampeón, con la que yo mismo me encargué de
encuadernar los fascículos. 


Recuerdo que me devoré cada fascículo con avidez, y a esa temprana edad ya me sabía de memoria multitud de datos sobre los certámenes: sedes, campeones, subcampeones, goleadores, curiosidades, récords, entre otros. También en esta ocasión llené un álbum de láminas, que lastimosamente, al igual que el anterior, quedó con unas cuarenta faltantes.

Andrés Escobar (1967 - 1994)
Luego de la triste e inesperada eliminación de la selección en primera fase (que había jugado un papel histórico en las eliminatorias, quedando en primer lugar y terminando con un aplastante y sorpresivo triunfo sobre Argentina por 5 a 0 en Buenos Aires), y del doloroso asesinato de Andrés Escobar, “ajusticiado” salvajemente por un antisocial por haber cometido un autogol en el partido contra Estados Unidos, el entusiasmo se vio un poco mermado cuatro años después, en Francia, donde nuevamente la selección quedó eliminada en primera fase (y donde mi preciado álbum de láminas quedo vacío en unas tres cuartas partes…)

Más tarde vendrían las tres ausencias consecutivas de Colombia en los Mundiales (para mí Corea-Japón 2002 pasó sin pena ni gloria, tanto por la desilusión de no clasificar como por los complicados horarios), no obstante lo cual la pasión por este certamen siguió intacta…

Este fervor se ha visto nuevamente fortalecido tras la clasificación de Colombia después dieciséis años de ausencia. Más aún ahora que, gracias a su sólido rendimiento en el último par de años, ha quedado elegida como una de las ocho cabezas de grupo de Brasil 2014. La expectativa es mucha, y las ganas de que empiece a rodar el balón el próximo 12 de junio son altísimas.

En este contexto, donde además la pasión por completar los álbumes de los Mundiales se ha visto avivada, el libro de Luciano Wernicke ha resultado ser un regalo doblemente interesante y enriquecedor. Esta semana comencé a leerlo, y me enganchó de tal manera que lo leí en poquísimo tiempo (el sábado, por ejemplo, me leí 130 de las 260 páginas).




Comenzando con una breve prehistoria del fútbol, Wernicke pasa a hacer un recorrido exhaustivo por cada Mundial desde Uruguay 1930 hasta Alemania 2006, narrando con un estilo ameno y esmerado, además de algunos detalles sobre el contexto histórico de cada certamen, los hechos más curiosos e insólitos que acaecieron en cada uno, tanto dentro como fuera de la cancha. Ya en la sinopsis que encabeza esta reseña se pueden apreciar unas cuantas curiosidades, pero en verdad solo es un mínimo atisbo de lo que contiene el libro.

Lo que me he reído y sorprendido con los cientos de casos insólitos ha sido mucho. Realmente hay que tener el libro en las manos (y ser un apasionado del deporte, desde luego) para apreciar de verdad lo sumamente interesante y amena que es su lectura. Toda esa multitud de relatos, sumado a los conocimientos que ya tenía de antes sobre los Mundiales, hace que se aten gran cantidad de cabos, y que se vea bajo una nueva luz muchos hechos memorables y legendarios.

Marcos Coll
Para darles solo una muestra, aquí va un par de hechos curiosos:

En Chile 1962, el primer Mundial en que Colombia tuvo la fortuna de participar, la selección jugó tres partidos: el primero lo perdió con Uruguay por 2 a 1, el segundo con Yugoslavia 5 a 0, y el tercero resultó ser un "heroico" empate con Rusia 4 a 4 que pasaría a la historia. A los 11 minutos Colombia ya iba perdiendo por 3 a 0, y a los 10 del segundo tiempo, perdían 4 a 1. Todo indicaba que sería una derrota aplastante, pero entonces los colombianos parecieron ponerse las pilas y fueron con toda… Tanto así que faltando 4 minutos para el pitazo final, tras una remontada increíble, lograron empatar 4-4. Uno de esos goles fue justamente el primer y único gol olímpico de la historia de los Mundiales, anotado por Marcos Coll. :D

Aunque quedamos eliminados, todo el mundo felicitó a Colombia por ese partidazo que jugó ante los rusos. Estos tenían en la camiseta la sigla CCCP, que en su idioma significa “Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas”. Pero después del partido, varios diarios de Latinoamérica anunciaron de manera hilarante que lo que significaba era en realidad: "Con Colombia Casi Perdimos". :D

Buscando un poco en la web, encontré este impresionante video del acontecimiento:




Luego de verlo me llamó gratamente la atención el comentario de un usuario de nacionalidad chilena:

«Hoy que han pasado casi 50 años de aquel mundial, cuando converso con gente mayor que vivió aquí en Chile el mundial de 1962, todos recuerdan dos cosas: los triunfos de Chile y la hazaña colombiana… Incluso algunos de mucha edad me dicen: "Pero si Colombia también le ganó a Rusia…" Tan grande fue el impacto de lo que hizo Colombia que en Chile no lo pudieron olvidar más… tampoco al Caimán Sánchez, al Maravilla Gamboa y a Coll. (…) Toda Arica apoyaba a Colombia como se puede ver en el video; celebraban los goles como si fueran de Chile. No sólo eso sino que en todo Chile se celebró la hazaña colombiana como un auténtico triunfo. Colombia nos robó el corazón.»

Lev Yashin
Otra anécdota relacionada justamente con el arquero de esa selección de Rusia, el legendario Lev Yashin, conocido en todo el mundo como la "Araña Negra" debido a que su vestimenta era siempre de color negro, ocurrió en el partido que por cuartos de final disputó con el local Chile. Cuando el volante chileno Eladio Rojas logró que un potente remate desde treinta metros de distancia se convirtiera en gol, corrió muy contento a abrazar el arquero rival. Cuando después del partido le preguntaron por qué lo hizo, dijo que fue porque era un gran admirador de la “Araña Negra”, y no podía creer que le hubiera hecho un gol a su ídolo. XD

Como dije, esta es solo una muestra de la deliciosa lectura que es el libro de Luciano Wernicke, una joya que no puede faltar en la colección de ningún fanático del fútbol, y menos aún en la de ningún afiebrado de los Mundiales de Fútbol. ;)

La verdad es que he quedado con ganas de hincarle el diente a otras de sus obras, de las que me llama especialmente la atención el hermano del libro que he tratado en esta entrada: Historias Insólitas de los Juegos Olímpicos.


FIEBRE MUNDIALISTA


Esta entrada, además de ser la reseña del libro de Wernicke, curiosamente ha resultado ser una válvula de escape para muchas cosas que he querido expresar en los últimos meses en forma de entrada en el Blog, y que por diversas razones no había hecho. Llevaba un buen tiempo pensando en escribir algo sobre la pasión que en mí ejercen los Mundiales de Fútbol, algo que, como decía más arriba, se ha visto avivado en los últimos meses por la clasificación de Colombia y por una fiebre extra que parece haber regresado con fuerza este año: los álbumes de láminas. :)


Esta es mi colección hasta el momento. :)

Me ha resultado curioso que mientras escribía esta entrada me descubrí expresando muchas de las cosas que pensaba incluir en una entrada que ya visualizaba en mi mente con el título de “Fiebre Mundialista”, de modo que luego de pensarlo un poco decidí hacer dos entradas en una e incluir todo lo que quería compartir, tanto por lo antes mencionado como por la reseña en sí misma, en una sola publicación.

Así las cosas, realmente ya he dicho gran parte de lo que quería en la reseña como tal, por lo que solo me queda rematar esta entrada con algo que redondea toda esta pasión: los álbumes. :)

Como contaba más arriba, desde la edición de 1990 comencé a llenar los álbumes de láminas. Desde pequeño fue algo que siempre me entusiasmó, aunque cuando llegó el momento de llenar el álbum de Italia 1990 hube de conformarme con una edición diferente a la que mundialmente se reconoce como la mejor: la de Editorial Panini. No obstante, se trató de otra edición italiana muy buena:



Justamente me quedó faltando René Higuita... :/

Cuatro años más tarde, hice lo propio con una edición de Editorial Navarrete, que en Colombia comercializó Bavaria:





Y de igual forma en Francia 1998 (aunque este último quedó casi penosamente vacío):




En Alemania 2006 volví a las andanzas con otra edición hermosa de Navarrete, que esta vez sí completé. Como en esa época ya me hallaba trabajando, recuerdo que me di gusto comprando sobres de láminas a manos llenas de bolsillo mío (en anteriores ediciones dependía de mi madre). :P He aquí la edición, el primer álbum que pude llenar por completo:






Aunque también me compré uno de Panini (que siempre ha sido el más costoso), con algunas láminas para guardar de recuerdo:





En Sudáfrica 2010 me di el lujo de llenar el de Panini, que también quedó completo, incluyendo unas láminas especiales de Coca-Cola que venían al final:







En esa ocasión cumplí un sueño que siempre tuve de niño: en esos años, con escasas monedas en los bolsillos, mis amigos y yo mirábamos cómo el dependiente que nos vendía los sobres de láminas de los dibujos animados de turno (Caballeros del Zodiaco, Dragon Ball, Supercampeones, entre otros) sacaba de algún lugar especial cajas repletas de sobres, y siempre nos preguntábamos lo que sería tener una de esas completas, con sus cien sobres, para nosotros solos y destapar y destapar hasta llenar nuestros álbumes. En Sudáfrica 2010 cumplí ese sueño, y como un mocoso de doce años me di gusto con mi caja completa de cien sobres, destapando por más de una hora y disfrutando del momento.

En algunas cosas, siempre seremos niños… :)

Entonces, este año, algo curioso pasó: Panini lanzó un álbum de Camino al Mundial Brasil 2014, y varias aficiones parecieron mezclarse en mi cabeza. Por una parte, el gusto por el tema del que trata esta entrada, por otro lado lo mucho que me ha gustado desde pequeño llenar álbumes, y esto sumado a mi vena coleccionista (sobre todo en cuanto a la literatura se refiere) ha hecho que desee completar mi colección de álbumes de los Campeonatos Mundiales de Fútbol.

De modo que el Road To Brazil, que ya llené, fue solo el comienzo:





Más tarde, pude conseguir algunos de los mundiales que me faltaban, el mejor de los cuales sea quizá este de España 1982, que a pesar de carecer de portada (aunque tengo una impresa en alta calidad que aún no le he acondicionado), está lleno y en un estado general impecable:





También llegaron luego este de Francia 1998, al que le estoy consiguiendo las pocas láminas que le faltaban:




Y este de Corea-Japón 2002, que aunque está lleno, a decir verdad está en muy mal estado, por lo que quiero reemplazarlo por uno mejor próximamente:





Estos últimos los conseguí en las cercanías de las librerías de segunda mano de Medellín (España 1982 y Francia 1998) y en Mercado Libre (Corea-Japón 2002), y en una página de Facebook he conocido personas serias y aficionadas a esta pasión que me han ido ayudando a llenar algunos.

La verdad, no es lo mismo comprar un álbum lleno que llenarlo uno mismo poco a poco, pero a esta altura poco más se puede hacer. Aún quiero conseguir otros (me atrae mucho ahora el de México 1986), porque como sucede con el coleccionismo, como dice un gran amigo, «esto es un camino solo de ida». En lo personal, pienso que estos álbumes son verdaderos documentos históricos que con el correr de los años adquieren más valor. Por poner un ejemplo, es algo que no tiene precio ver las láminas de jugadores míticos como Michel Platini o Dino Zoff, o ver las de los legendarios Mario Alberto Kempes y Diego Armando Maradona en una sola página en el álbum de España 1982 (un álbum que tiene 31 años):




Como dato interesante, la gran editorial Panini comenzó la edición de los álbumes de los mundiales en 1970, con el Mundial celebrado en México, y lo siguió haciendo continuamente cada cuatro años. Los álbumes de Copas como las de Alemania 1974 o Argentina 1978 son verdaderas reliquias bastante cotizadas, que se pueden vender hasta por un millón de pesos colombianos (algo así como 500 dólares). En 1998, meses antes del Mundial de Francia, Panini editó un álbum especial titulado World Cup Story (Historia de los Mundiales de Fútbol), que compendiaba todos los certámenes celebrados hasta entonces, reproduciendo formaciones, escudos y afiches de los primeros ochos torneos, y luego las alineaciones completas de campeones y subcampeones a partir de México 1970 hasta Estados Unidos 1994.

Yo tuve la suerte de conseguirlo en aquella época, y de contar con la ayuda de mi mamá para llenarlo. Por eso lo he dejado de último, porque tiene un especial significado para mí, y es uno de los más valiosos de mi colección. Lo curioso es que nunca lo pude llenar. Me quedaron faltando apenas siete láminas.








Entonces, en el grupo de Facebook que les contaba, al que pueden pedir ser admitidos en el siguiente link (Panini Fútbol Colombia), conocí a varios coleccionistas, entre ellos un bogotano que, increíblemente, y con una buena fe de la que todavía estoy agradecido, me consiguió las láminas que me faltaban luego de haber comprado unas cajas llenas de sobres por internet. Todavía me cuesta creer que, después de quince años, lograra llenar este valioso álbum, que ahora se ha convertido para mí en un verdadero tesoro… :)


La lámina del italiano Roberto Baggio fue la última que pegué. :)


Ahora la ansiedad por el comienzo de la vigésima Copa del Mundo, Brasil 2014, crece a pasos agigantados, más ahora que nuestra selección va a regresar después de 16 años. Las ganas de comenzar a llenar el álbum, en el cual volveremos a ver laminitas de nuestros jugadores, es inmensa. :) Los sueños por mejorar la actuación realizada en Italia 1990 son más grandes que nunca…

Mientras tanto, para aliviar la espera, seguiré tratando de completar la colección. Y mientras llega la anhelada fecha en que veamos el debut de Colombia, hace varias semanas diseñé un contador que he ubicado en la parte superior derecha del blog, donde aparecen los días que faltan para que comience la cita orbital que pone al mundo a contener el aliento durante un mes…

Según el contador (que si lo quieres tener en tu blog o en tu página web basta con escribirme), quedan 213 días… ;)

213 días, y contando… :)




Un saludo a tod@s, y espero que les haya gustado la entrada.


;)


jueves, 7 de noviembre de 2013

Tres años





Hola a tod@s!!!

Me complace mucho contarles que hoy, 7 de noviembre, el Blog de Calavera cumple su tercer año de existencia. :)

Y como siempre en este tipo de ocasiones, llega el momento de decir algunas palabras al respecto, ¿no? :P

Pero ¿qué puedo decir que no haya dicho en otras ocasiones?

Simplemente es el momento de agradecer una vez más a todos aquell@s que pasan por el Blog, sea casual o asiduamente, agradecer a aquell@s que me han manifestado lo mucho que les gusta este espacio, sea porque les agrada el diseño y el contenido en general, o porque han encontrado respuesta a alguna pregunta de turno (generalmente relacionada con la literatura popular), o porque con cada visita encuentran algo que les es de interés.

Sea lo que sea que te haya traído a este Blog, y bien sea que vengas de paso o seas un lector constante de las elucubraciones de un servidor, GRACIAS. :)

Ya el Blog ha llegado a la increíble cifra de 98 seguidores (junto con 137 de la página del Blog en Facebook), cosa que ni se me pasaba por la cabeza en ese 7 de noviembre de 2010, de modo que hay un gran aliciente para seguir ofreciendo más y mejores cosas de las que hasta ahora he ofrecido, siempre con el ánimo de compartir de la mejor manera mis experiencias como lector afiebrado, coleccionista empedernido, metalero de corazón y escritor aficionado. :)

Espero verlos de nuevo en un año y poder decir que ha sido otro año productivo y lleno de cosas buenas. :)


Saludos a tod@s! ;)





La Torre Oscura: El Viento por la Cerradura, de Stephen King

“En El viento por la cerradura, Stephen King vuelve a los paisajes fascinantes de Mundo Medio, la tierra de la maravillosa saga de La Torre Oscura, una de sus creaciones más impactantes.

De camino hacia las Baronías Exteriores, Roland Deschain y su ka-tet, Jake, Susannah, Eddie y Acho, el bilibramo, tendrán que sobrellevar una violenta tormenta justo después de cruzar el río Whye. Buscan un refugio para protegerse del vendaval y, para pasar las horas, Roland les cuenta dos historias sorprendentes que descubren más detalles de su propio pasado.

Durante su primer año de pistolero, su padre le envió a investigar el caso de un metamorfo, un hombrepieles que estaba depredando la población de Debaria. Roland interrogó a Bill Streeter, un chico valiente pero aterrorizado y único testigo superviviente de la última matanza de la bestia y para tranquilizarle y prepararle para la dura prueba que le esperaba al día siguiente, empieza a recitarle uno de los cuentos mágicos del Eld que su madre solía contarle antes de acostarle: «Nunca somos demasiado mayores para los cuentos», le dijo a Bill. «Hombres y niños, niñas y mujeres, siempre nos encantan. Vivimos para ellos».

Y así es la historia que narra Roland, la leyenda inolvidable de Tim Corazón Tenaz, un cuento que cobra vida también para nosotros…”

Ha pasado ya casi una década desde que Stephen King nos llevó finalmente a lo más alto de La Torre Oscura, la saga que por tanto tiempo nos tuvo en vilo a sus más fervientes seguidores. Al final hubo risas y lágrimas, y también no pocos improperios por parte de quienes no quedaron a gusto con el final. Pero, a fin de cuentas, la historia de Roland y su ka-tet quedó para siempre en el recuerdo de quienes vivimos a su lado la aventura del camino hacia la Torre.

Y, al igual que el mismo King, todos pensamos que hasta ahí había llegado la cosa, por lo que fue una
verdadera sorpresa enterarnos hace un par de años de que habría una nueva novela ambientada en el universo de la saga.

Las expectativas, por supuesto, fueron altas, y una vez terminado el libro, aunque tiene una atmósfera diferente a la de sus predecesores, puedo decir que las mismas fueron bien satisfechas. :)

El viento por la cerradura no es solo una historia. Es, en realidad, una historia dentro de una historia dentro de otra historia.

Ubicado cronológicamente entre el cuarto y el quinto libro de la saga (Mago y Cristal y Lobos del Calla, respectivamente), esta nueva novela de La Torre Oscura (que el propio King nos recomienda ubicar entre dichos libros en nuestra estantería) comienza cuando nuestro querido ka-tet, rumbo a Calla Bryn Sturgis a lo largo del camino del Haz, se encuentra buscando un refugio para guarecerse de una boreastada, una fuerte tormenta temida en todo Mundo Medio que arrasa todo a su paso. Una vez cruzado el Río Whye, Roland y compañía se refugian en una vieja construcción de piedra, y es allí donde, para amenizar la espera y la larga y fría noche, el pistolero les narra a sus compañeros un nuevo capítulo de su pasado, de manera similar a como sucediera en Mago y Cristal.

Ya desde las primeras líneas es inevitable experimentar una mezcla de nostalgia y alegría al reencontrarnos con estos queridos personajes que a lo largo de los siete libros anteriores se ganaron nuestro corazón. Ver de nuevo a Roland, Eddie, Susannah, Jake y Acho despierta una multitud de sensaciones que solo quien haya leído la saga puede entender. Casi me atrevería a decir que este reencuentro vale por sí mismo la adquisición del libro. Pero hay más, desde luego…

Roland comienza la narración de cómo fue que tiempo después de los hechos que fueran narrados en Mago y Cristal su padre, Steven, le encarga la misión de investigar una serie de asesinatos cometidos por lo que parece ser un metamorfo en la población de Debaria. Acompañado de Jamie DeCurry, uno de sus amigos más cercanos, emprende la marcha. En el camino conocerá a Bill Streeter, un chico que ha sido el único testigo de la última matanza del hombrepieles.

El niño juega un papel importante en la resolución del misterio, y mientras trata de tranquilizarlo y prepararlo para la dura prueba que le espera, un joven Roland comienza a narrarle a su vez la historia de Tim Corazón Tenaz, también conocida como “El viento por la cerrradura”, una historia que su madre solía contarle cuando el mismo Roland era un niño.

Es esta, realmente, la historia principal del libro, ocupando casi 200 de las 365 páginas que lo componen, y la verdad es que ha resultado muy entretenida y entrañable. Es una historia sobre la esperanza, la tenacidad y la lucha de un niño que está dispuesto a hacer lo que sea por el bienestar de su madre. En El viento por la cerradura King se adentra en el género fantástico con una narración conmovedora, y eso, sumado a todos los elementos del universo de la Torre Oscura, entre los que se cuentan Guardianes, Haces, criaturas fantásticas, parajes impresionantes, personajes malvados y hasta artefactos diseñados por el mítico North Central Positronics, hacen de esta historia una lectura deliciosa para los amantes de la saga.

Habrá espacio también para un personaje conocido por todos los Lectores Constantes del escritor de Maine, e incluso, o al menos así lo entendí yo, un guiño relacionado con Las Crónicas de Narnia.

Aun así, como el mismo King lo dice en el prólogo, este libro puede ser leído por cualquiera que no haya leído la saga, pero sin duda alguna quien ya lo haya hecho le encontrará un gusto especial. Yo lo hice. :)

La edición en castellano se publicó con la portada británica, con un diseño y presentación impecables. :)

He aquí mi colección completa con los ochos libros en tapa dura con sobrecubierta. :)





En Estados Unidos, como ya es costumbre, se editaron unas ediciones limitadas hermosas (que no son para cualquier mortal :P ), algunas de ellas contenidas en caja. La editorial Donald M. Grant publicó una limitada a 5000 copias firmadas e ilustradas por Jae Lee. La otra estaba firmada por Stephen King y Jae Lee y limitada a 800 copias.

He aquí una de las ilustraciones:





Y bueno, algún día tendremos una de esas ediciones limitadas, ¿no? :)

Los dejo con este espectacular Wallpaper: 




«Una persona nunca es demasiado vieja para nutrirse de historias. Hombre y niño, niña y mujer, nunca somos demasiado viejos. Por ellas vivimos».



viernes, 1 de noviembre de 2013

La noche en que los martillos marcharon




Jueves 17 de octubre de 2013

Teatro Pablo Tobón Uribe de Medellín

8:00 p.m.

Conforme avanzaron las horas, la ansiedad por la esperada noche del Gran Homenaje a Pink Floyd solo fue en aumento. Finalmente, después de una espera de casi dos años, la banda que nos regalara una presentación inolvidable el 17 de diciembre de 2011 se presentaba de nuevo con un perfeccionado y recargado tributo a la banda británica, y la verdad es que no podíamos esperar para verlo.

Personalmente, junto con mi novia, me encontré contando las horas para el anhelado momento, y llegadas las siete y treinta de la noche, hora en que arribamos a las afueras del Teatro, estuvo claro que no éramos los únicos que nos encontrábamos ansiosos por comenzar a vivir el tributo a los Floyd. Los seguidores de la banda inglesa que anhelaban ver el homenaje no se hicieron esperar, y la fila para ingresar al Teatro pronto se convirtió en multitud.




Por cortesía de mi amigo Óscar Mora, vocalista de la banda, tuvimos el honor de contar con pases de Prensa que nos permitían el ingreso total a la locación del concierto, por lo que pudimos entrar minutos antes de que se permitiera el ingreso al resto de los asistentes, y así tomar unas cuantas fotos de la fabulosa escenografía y de los últimos ensayos antes del comienzo del show. Aprovecho la ocasión para agradecerle de nuevo a él y al resto de la banda por semejante gesto. Un verdadero honor para nosotros.

Una vez permitida la entrada, el Teatro no tardó en llenarse hasta el tope, y con semejante antesala, las ansias por el comienzo del espectáculo se incrementaron. Los minutos se desgranaron lentamente, mientras esperábamos que el telón se abriera y comenzaran los acordes de aquellas canciones que hemos cantado por años y que para muchos de nosotros se han convertido en la banda sonora de nuestras vidas.




Y la banda, seguramente tan expectantes como nosotros por comenzar, no se hizo esperar…

De pronto el telón se abría…

La espera terminaba…




Las luces se apagaban… y con el telón aún dejando paso a la enorme y memorable pantalla circular que ha caracterizado a los Floyd, decenas de relojes comenzaron a inundar el Teatro Pablo Tobón Uribe, entre los aplausos y los gritos de los espectadores.

Un magistral “Time”, precedido, cómo no, por la memorable percusión que ya todos nos sabemos de memoria, dio inicio al gran Homenaje a Pink Floyd, un show que, como contara en una entrada anterior, esperaba ansioso por varias razones, tanto por la pasión que despiertan en mí los Floyd desde hace quince años, como por el trabajo y la dedicación que, me consta, fue necesario para que este tributo llegara a buen puerto. Y mientras el clásico tema extraído del mítico “Dark side of the moon” invadía nuestros oídos y nuestros corazones, solo caras extasiadas, las nuestras incluidas, se podían ver en los cientos de asientos del Teatro…




El show daba comienzo, y lo hacía con toda…




Finalizando con un impecable “Breathe (Reprise)”, que fue coreado a todo dar por nosotros,   la continuación no se hizo esperar con un sorpresivo “The dogs of war”, tema que generalmente fuera tocado solo en la gira del “Delicate sound of thunder” de 1988. Ahí se hizo clara la contundente voz de Óscar, quien, al igual que el resto de la banda, solo ha sabido mejorar en estos dos años desde el último show que tuve el placer de presenciar. El saxo, esta vez a cargo de Carlos Jupiter, hizo su entrada para el agrado de los asistentes, sin olvidar ese mano a mano con la guitarra que todos recordamos en cierto punto de la mitad de la canción.




Ya con los ánimos caldeados, y la tensión dejada de lado, fueron cayendo temas tan contundentes como “Young lust” y “Have a cigar”, extraídos de los álbumes “The wall” y “Wish you were here” respectivamente, y que fueron coreados con ganas por todos. Finalizado este último con el recordado efecto que semeja a una emisora de radio, fue el momento del primer plato fuerte de la noche, nada menos que el soberbio “Shine on you crazy diamond”, cuyo comienzo fue vitoreado a más no poder. Allí cada integrante, comenzando por los teclados y terminando con el saxo, pudo hacer gala de su talento para interpretar a una banda a la que no cualquiera puede hacerle tributo. Cada estrofa fue cantada a pleno pulmón, y desde ya se podía asegurar que sería una noche que recordaríamos por muchísimo tiempo.




Sin dar ninguna clase de descanso a las emociones de los asistentes, fue el turno de “Coming back to life”, con una interpretación impecable de parte de Óscar que le puso los pelos de punta a más de uno. Esta canción, con sus mágicos acordes de guitarra y su letra interpretada a viva voz, tocó la fibra de todos los que asistimos al teatro, que cantamos con ganas la canción del álbum “Division bell” que ya se ha convertido en un clásico de la banda a pesar de ser una de sus últimas creaciones.

Como si semejante sentimiento fuera poco, vemos como varios de los músicos se arman con guitarras acústicas, y no tenemos que esperar mucho para escuchar los acordes de “Wish you were here”, del álbum homónimo de 1975. El público cantó a pleno pulmón este clásico que no podía faltar en una noche tan especial como esta.




En seguida llegó un tema que a mi novia y a mí nos gusta especialmente: “High Hopes”. Una interpretación fantástica, con el bonus de regalarnos al final algunos acordes acústicos similares a los que David Gilmour le ha agregado en los últimos años, a la que solo le faltó más volumen en la guitarra slide para ser perfecta. Aun así, la disfrutamos y cantamos con todas las ganas. De repente las luces se apagan, y con algunos reflectores jugando sobre el escenario, comienza una interpretación admirable de “One of these days”, que confirma una vez más el talento inmenso que tiene el guitarrista líder de la banda para interpretar los memorables solos que ha inmortalizado Gilmour por casi medio siglo. Las luces, la música, todo… hace de esta pieza una de las más recordadas del concierto, y con la cual la primera parte del show llegaba a su fin…




Se cierra el telón en medio de los calurosos aplausos del público, y mientras suenan las versiones originales de “On the run” y de “Is there anybody out there”, los cientos de asistentes aguardamos impacientes y ansiosos por las sorpresas que están por llegar. Sabemos que algo grandioso se avecina, y descubrimos que no estamos equivocados al ver cómo, mientras el telón se abre nuevamente, algunos soldados ataviados al mejor estilo de las clásicas presentaciones de “The Wall” invaden el escenario en un gran performance. Destaca un individuo de tez pálida que nos recuerda de inmediato al Bob Geldof de la película de 1982, y que aproximándose a un atril con el emblema de los martillos armado con un megáfono comienza a declamar la versión de “In the flesh” que aparece en la mencionada película. Aquí la presentación toma visos teatrales al ver cómo los soldados, como en aquella legendaria cinta dirigida por Alan Parker, comienzan a buscar “culpables” entre los asistentes, cogiendo a un chico desprevenido que desaparece por una de las salidas en brazos de los uniformados, entre patadas y forcejeos que de poco le sirven.

Es el momento entonces de que la banda haga su propia interpretación de “In the flesh”, reiterando el comienzo de la segunda parte del show, y desde ya es un hecho que el espectáculo ha superado con creces las expectativas de todos, grabándose en la retina como un recuerdo imborrable, una noche mágica en que los cerdos volaron y los martillos marcharon.




Llega entonces de nuevo el momento de homenajear a uno de los álbumes más vendidos en la historia de la música, y que justamente este año cumplió cuatro décadas deleitando a los afiebrados del buen rock: “The dark side of the moon”. Tocando de seguido “Money” y “Us and them”, la banda se acerca a la recta final de una noche que, en lo personal, se me fue volando, deseando en todo momento que se extendiera interminablemente.

Mención especial a las chicas del coro, Nanna, Mónica y Diana, cuyo impecable acompañamiento, infaltable en las presentaciones de los Floyd, dan a cada canción un trasfondo más mágico, si cabe, con sus voces ora desgarradoras ora melodiosas.




Es la hora de “Keep talking”, donde el guitarrista líder sorprende a todos, como lo hiciera en aquél recordado 17 de diciembre de 2011, con un genial uso del talk box, marca registrada del tema extraído del “Division bell”. Ya todos sabemos, con una mezcla de nostalgia y regocijo, que el concierto se acerca a su fin, pero antes llegan dos nuevos clásicos de “The wall”: “Hey you” y “The happiest days of our lives/Another brick in the wall pt. 2”, la última de las cuales hace que el público finalmente no pueda evitar ponerse de pie y casi gritar el coro de un tema que, por muy comercial que sea, hace parte importante del repertorio en toda presentación de los Floyd. «All in all you're just another brick in the wall», cantamos los cientos de asistentes a todo pulmón, y es entonces, luego de ese solo que todos nos sabemos de memoria, que llega el momento de las despedidas.




Nadie quiere que el concierto termine, y la banda así lo sabe, de modo que aún hay tiempo para un par de canciones más. Nada más ni nada menos que los temas finales del “Dark side of the moon”: “Brain damage” y “Eclipse”, que nos tocan la fibra en lo más hondo, de la mano de ese contundente final que nos recuerda los últimos conciertos de los Floyd en la gira de “The division bell” en 1994.




Una vez más vienen las despedidas, no obstante los gritos de «¡otra, otra, otra!» de parte de los asistentes, y llegan los agradecimientos, pero falta una canción, por supuesto que sí, una canción sin la cual no se pueden ir, a pesar de que nos hayan regalado una noche inolvidable. Una canción que la totalidad del público exige a rabiar. Y claro, la canción llega, ¡y de qué manera!




“Comfortably Numb” da comienzo, y el público estalla de euforia. Mi novia y yo nos miramos, y sin necesidad de palabras sabemos que estamos pensando lo mismo: «Esta no podía faltar». Unidos en una sola voz, banda y espectadores cantamos este himno como si nos saliera del alma, conscientes de que este es el broche de oro para una noche perfecta, una noche que los que fuimos a disfrutar con el alma y el corazón jamás olvidaremos.




Terminan las estrofas, y llega el momento del gran solo de guitarra, y si el de aquél 17 de diciembre de 2011 me había sorprendido, el de esta ocasión me dejó simplemente anonadado y maravillado. Una interpretación prácticamente calcada a la del “Pulse”, con una duración similar, con una precisión y un feeling impresionante, que estoy seguro sorprendería al mismísimo Gilmour. Se me erizaron los vellos, pero también se me erizó el alma, como seguro le sucedió a muchísimos de los espectadores. Si había alguna duda de lo que estos muchachos pueden hacer, ese magistral colofón las hizo a un lado con creces. Porque no solo el guitarrista descrestó con ese solo final, sino toda la banda al completo. Descrestaron con su puesta en escena, con su precisión y profesionalismo, con su dedicación, su empeño y sus ganas de llevar adelante un show que esperamos por tanto tiempo. 




A pesar de lo que puedan decir los escépticos y los críticos de pacotilla salidos de la nada, la noche del 17 de octubre de 2013 fue PERFECTA, incluso con sus pequeñas imperfecciones. Y todos los que tuvimos el privilegio de asistir solo podemos estar agradecidos por haber sido partícipes de semejante presentación que, espero de verdad, se repita de ahora en adelante más a menudo.

Jey, Mauricio, Alex, Chriss, Vladimir, William, Freddy, Carlos, Óscar, Mario, Nanna, Mónica, Diana, y toda la gente de producción (además de los que me haya podido olvidar)… 




A todos ellos solo queda agradecerles y felicitarles por tan magnífica presentación. Pueden estar seguros de que la disfrutamos a tope y de que será recordada por muchísimo tiempo.

Y, repito, espero que de ahora en adelante se repita más a menudo.

Un abrazo fuerte. :)

PD: El álbum completo de fotos lo pueden ver en la página de Facebook del Blog de Calavera, más precisamente en este enlace.

;)