“Cuatro historias ejemplares, cuatro
parábolas sobre cómo el ciclo de las estaciones acosa los niveles más profundos
e inquietantes de la mente humana. La primavera de su vida, a la que aspira un
hombre añoso acusado de asesinato; el verano en el que un adolescente, que ha
localizado a un viejo ex nazi al que cree poder dominar, comenzó a deslizarse
hacia lo más sórdido de la corrupción moral; el otoño en el que unos muchachos,
en un viaje casi iniciático para ver un cadáver, perdieron su visión inocente
de la vida; el invierno en el que el relato de un nacimiento se convierte en
símbolo del renacimiento de la dignidad.”
Conocido de
sobra es el talento de Stephen King como novelista, y de igual manera lo es
como creador de relatos cortos, muchos de los cuales incluso han dado pie a
adaptaciones cinematográficas. Pero cuando el escritor de Maine entra en el
algo inusual terreno de la novela corta, pareciera que ambos talentos se
fusionaran para crear algo que, de antemano, sabemos que será un valor seguro.
Es como si encontráramos en un solo lugar la profundidad de la novela y la
contundencia del relato corto.
En 1982 King
compendió cuatro de estas pequeñas joyas en un libro titulado Las Cuatro Estaciones (Different Seasons),
demostrando una vez más su increíble talento e inagotable creatividad, y
callándole de paso la boca a los críticos que ya lo encasillaban con aire
despectivo en el género del terror.
En
castellano el libro apareció dividido en dos tomos, pero hace poco pude
conseguir dos valiosos ejemplares de la edición en un solo volumen, uno para mí
y otro para mi novia, de modo que ha sido la ocasión perfecta para una lectura
conjunta con ella (relectura en el caso mío). :)
Ahora que he
terminado el libro (con un día de ventaja respecto a mi Sadie, que justo ahora
se encuentra terminándolo) es la ocasión entonces para publicar la segunda
parte de esta entrada dedicada a
Las
Cuatro Estaciones (la primera la puedes leer
en este link)
, y que recoge el tercer y cuarto relatos
de este increíble cuarteto.
El
Otoño de la Inocencia: El Cuerpo:
“El viaje de cuatro chicos en busca del cadáver de un niño perdido en el bosque
marcará el comienzo del fin de su infancia, dejando una marca indeleble en cada
uno.”
Esta es una
de las historias ajenas al género del terror más recordadas por los fans de
Stephen King. Al igual que en historias como It (Eso) o El Cazador de
Sueños, en El Cuerpo tenemos como
protagonistas a un grupo de chicos de entre once y doce años que con sus
aventuras (y desventuras) nos devuelven a nuestra infancia en un nostálgico y
entrañable flashback. King es un
experto para retratar a chicos de esa edad, muestra de que vivió su propia
infancia a todo dar, y no son pocos los personajes memorables que han salido de
su pluma.
Esta es la
historia de un viaje iniciático donde cuatro chicos, Teddy, Vern, Chris y
Gordie, emprenden una
|
Rob Reiner |
aventura en busca del cadáver de un joven de su misma
edad que ha sido anunciado como desaparecido en los últimos días, y de cuyo
paradero se entera Vern por casualidad al escuchar a hurtadillas la
conversación de su hermano mayor con uno de sus amigos. El relato, narrado por
Gordon varias décadas después, trata más sobre el autodescubrimiento de cada
uno y la toma de conciencia de su propia mortalidad, que sobre el mismo
hallazgo del cadáver, y nos regala escenas, diálogos e imágenes que inevitablemente
nos transportan a algún lugar de nuestra infancia en la que nosotros también
vivimos experiencias y aprendizajes similares.
La
adaptación de Rob Reiner de 1986 inmortalizó la historia y los personajes, y
aún hoy es recordada con cariño. Es, sin duda alguna, una de las mejores
adaptaciones de una historia de King, y un clásico atemporal de la historia del
cine. La actuación de los cuatro jóvenes, interpretados por Will Wheaton, Corey
Feldman, Jerry O'Connell y el fallecido River Phoenix, quedó en la memoria de
toda una generación.
Tanto es así
que hace un par de años el elenco principal junto con el director se reunió con
motivo del 25 aniversario de la película en una gala que seguramente estuvo
teñida de una mezcla de alegría y nostalgia, sentimientos que uno mismo
experimenta al ver la película.
La novela
corta tiene pasajes memorables, pero sin duda uno de los más recordados es el
que da comienzo a la narración:
«Las cosas más importantes son siempre las más difíciles de contar. Son
cosas de las que uno se avergüenza, porque las palabras las degradan. Al
formular de manera verbal algo que mentalmente nos parecía ilimitado, lo
reducimos a tamaño natural. Claro que eso no es todo ¿verdad? Todo aquello que
consideramos más importante está siempre demasiado cerca de nuestros
sentimientos y deseos más recónditos, como marcas hacia un tesoro que los
enemigos ansiaran robarnos. Y a veces hacemos revelaciones de este tipo y nos
encontramos sólo con la mirada extrañada de la gente que no entiende en
absoluto lo que hemos contado, ni porque nos puede parecer tan importante como
para que casi se nos quiebre la voz al contarlo. Creo que eso es precisamente
lo peor. Que el secreto lo siga siendo, no por falta de un narrador, sino por
falta de un oyente comprensivo.»
Cuento
de Invierno: El Método de Respiración: “Una joven mujer decidida y de temple inquebrantable está dispuesta a
superarlo todo con tal de llevar adelante, contra viento y marea, el nacimiento
de su bebé.”
Este es
quizá el relato menos valorado de la antología e, injustamente, el menos
recordado. Tal vez se deba a su corta extensión, o tal vez a que es el único de
los cuatro que no ha sido llevado al cine (aunque creo recordar que hay planes
de hacerlo en un futuro cercano). En todo caso, y luego de esta segunda
lectura, estoy convencido de que nunca ha sido valorado en su justa medida. No
me cabe duda de que está a la altura de los otros tres y de que se trata de uno
de los mejores relatos que he leído del Maestro del Terror… ¡y he leído unos
cuantos! ;)
Y es que El Método de Respiración tiene un doble
mérito: aunque narra la trágica historia de Sandra Stansfield, una mujer que,
como decía al comienzo, hechiza al narrador tanto como al lector con su férrea
personalidad y su firme determinación de hacer todo por el nacimiento de su
bebé a pesar de su difícil condición de soledad y discriminación (la historia
transcurre en la primera mitad del siglo XX, donde una madre soltera era
tratada como poco más que una ramera), también es la ocasión en que se nos
presenta por vez primera el mítico Club ubicado en el número 249-B de la calle Treinta
y cinco Este de Nueva York.
Este Club es
uno de los lugares del Universo creado por el autor de Maine que más ha
despertado mi fascinación. Todo él está rodeado de misterio y el hecho de que
no solo una sino dos historias transcurran en dicho lugar (aunque en realidad
en ambos casos se trate de una historia dentro de otra) lo hace más llamativo.
El otro relato del que hablo es El hombre
que no quería estrechar manos, incluido en la antología Skeleton Crew y que en castellano
apareció dentro del volumen Historias
Fantásticas. En ambos casos, el primer narrador nos cuenta cómo en una de
las frecuentes tertulias que acaecen en el Club es contado un relato de
misterio que le llama especialmente la atención, narrado a su vez por un
segundo protagonista.
Una vez
terminado el relato, en este caso El
Método de Respiración, uno no sabe realmente qué lo fascinó más, si el
relato de Sandra Stansfield (que, dicho sea de paso, es realmente memorable y
desgarrador), o la naturaleza del misterioso Club, con sus habitaciones y
pasillos interminables, o su siempre inmutable y atemporal mayordomo, Stevens,
que pareciera haber estado en ese lugar desde siempre.
No han sido
pocas las veces en que he deseado que Stephen King escriba un tercer relato con
el Club del número 249-B de la calle Treinta y cinco Este como protagonista.
Como dato
curioso, existe la teoría de que esta es una de tantas historias relacionadas
con el universo de La Torre Oscura,
con la cual se conectan numerosos relatos y novelas y en cuyas páginas nos
encontramos con personajes familiares una y otra vez. Quizá una de las pruebas,
aparte de lo misterioso del lugar, sea uno de los volúmenes que descansa en una
de las estanterías de la gran biblioteca del Club titulado Breakers (Disgregadores).
En suma, un
relato que, en lo personal, me ha parecido y me sigue pareciendo doblemente interesante.
:)
«La noche a
la que me refiero pasó hace ya mucho tiempo; y mi memoria, desde luego, no ha
mejorado de entonces acá (cuando un hombre llega a mi edad, es mucho más
probable que suceda lo contrario); pero sí recuerdo con absoluta claridad la
punzada de terror que sentí cuando Stevens abrió del todo la puerta de roble
ante mí: sentí la absoluta y cruda certeza de que iba a ver de verdad aquel
extraño paisaje cuarteado e infernal a la rojiza luz sanguinolenta de aquellos
dobles soles que podían ponerse y dar paso a una inenarrable oscuridad de una
hora, o de diez horas, o de diez mil años.»
Los dejo, nuevamente, con un pequeño bonus.
Como dije antes, el libro se publicó en castellano inicialmente en dos
tomos, de los cuales hay varias ediciones —incluyendo las recientemente
publicadas por el sello DeBolsillo—. He aquí las primeras que contenían los dos
relatos reseñados en esta entrada, y que fueron subtituladas “El Cuerpo”:
Existen también dos ediciones ilustradas de ambos relatos (The body y The breathing method), publicadas por la editorial Penguin Readers. Se trata de unas ediciones resumidas para
estudiantes de inglés (en la cual también se editó la novela Misery), con ilustraciones de Ian
Andrews, que son, en mi opinión, unas verdaderas joyas de colección. Yo tengo
la fortuna de poseer ambos (además de Misery).
:)
De The breathing method tengo en realidad una segunda edición. La primera es la que aparece más arriba. Y de Misery existe también una segunda edición con una máquina de escribir en la portada, y que espero poder conseguir la próxima vez que vaya a Bogotá. :)
Las ilustraciones son verdaderamente magníficas. He aquí una pequeña
muestra:
Para terminar, una frase genial que hace parte del último relato y que
aparece al comienzo de la antología:
«Lo importante es el cuento, no quien lo cuenta.»
¡Hasta la siguiente estación! ;)