lunes, 24 de octubre de 2011

Detrás de… DIARIO DE UN MUERTO


AVISO IMPORTANTE: Este ensayo contiene SPOILERS de DIARIO DE UN MUERTO.



Los Renegados presentan:

Detrás de…
DIARIO DE UN MUERTO

Escrito por George Valencia (Calavera)






Diario de un Muerto, que terminaría cuatro meses y diecinueve capítulos después (si acaso terminó alguna vez), comenzó, hasta donde sé o puedo contar, con una extraña frase que flotaba a lo largo del arroyo de la mente anegada de Calavera.
Aunque, en honor a la verdad, si bien la historia comienza así, la génesis del proyecto se dio de una manera totalmente inesperada…


1

A Adrián Granatto lo conocí en “Todo Stephen King”, la página oficial en castellano del escritor de Maine en Facebook, creada por la editorial Random House Mondadori. La página nació en mayo de 2010, y Adrián y yo estuvimos allí casi desde el principio.
Por esos días éramos pocos los asiduos, y recuerdo que Adrián solía poner continuamente enlaces a sus relatos y yo me preguntaba de dónde sacaba tantas ideas. Confieso que no los leía todos por falta de tiempo, pero sí unos cuantos, y rápidamente comprobé que era un narrador fabuloso, con un toque de humor muy propio que hacía sus relatos sumamente amenos.
Intercambiamos algunos post sobre temas de Stephen King y a través de ellos Adrián se me presentaba como alguien con un sentido del humor extraño y un tanto polémico.
Yo también colgué en varias ocasiones enlaces a relatos de mi autoría (muy pocos, pues nunca he sido tan prolífico como él), y él a su vez leyó algunos de ellos. Supongo que le gustaron, pues cuando surgió la idea de escribir una novela en conjunto con otros tres compañeros de Todo Stephen King, y al saber que yo participaría, Adrián se apuntó de inmediato.
Lastimosamente, por cosas del Ka (Destino), Adrián y yo no continuamos en el proyecto de los que luego serían conocidos como Los Novelistas Brutos, pero el interés de escribir algo juntos siguió latente…


Poco después, Adrián, en compañía de Mauricio Howlin, también argentino, comenzó a publicar un relato por entregas titulado Howlin (sí, el loco le robó el apellido a su amigo para titular la historia). Leí el primer capítulo y me fascinó. Era una mezcla de fantasía, humor y misterio, con muchos guiños a la obra del Maestro del Terror. Por esos días me convertí en lector fiel de la historia y la seguía a la par de Opopónaco, el proyecto novelístico de Los Novelistas Brutos. Fueron llegando los capítulos, la historia me siguió atrapando cada vez más, y le hice saber mi entusiasmo a Adrián. Luego me incluyó en un cameo en la historia (ocurrencia que repetiría más tarde en Diario de un Muerto) y un día, de pronto, me sugirió la idea de participar como escritor invitado en un capítulo de Howlin.
La propuesta me gustó mucho, puesto que la trama me fascinaba, así que cuando luego de leer el Capítulo VII se me prendió el bombillo, le pedí el turno, y comencé a escribir. Recuerdo que estuve absorbido toda una tarde por la narración. Fue en vacaciones, mientras me recuperaba de una aguda varicela.
Resultó ser uno de los capítulos más largos de Howlin y personalmente quedé muy satisfecho con el resultado. A ellos también les gustó, y quedó hecha la invitación para participar en futuros capítulos.
Fue esa precisamente la razón de que lamentara muchísimo que muy pronto la continuación del relato quedara pospuesta. En efecto, los próximos capítulos se fueron espaciando cada vez más y luego del décimo, publicado el 28 de febrero de 2011, la cosa quedó en “stand by”…


2

Entonces, el 28 de abril, justo dos meses después, le envié un mensaje a Adrián preguntándole qué había pasado con la historia. Ese mismo día me respondió que a Mauricio le quedaba cada vez más difícil dedicarle tiempo al proyecto, y que la idea no era hacerlo él solo…
Me contó algo sobre la creación del blog conjunto entre él, Mauricio y Gloria (otra escritora aficionada), y de cómo al final habían terminado separándose…
Fue entonces cuando me soltó lo siguiente: “A todo esto: ¿te copa la idea de escribir algo juntos? Cortito, pero con esa cosa de subirlo cada uno en su propio blog y colocar los enlaces. Y con Howlin voy a ver qué hago. Mauricio me dijo que lo siga, pero no sé, es un quilombo hacerlo solo…
Le respondí que lamentaba mucho lo de Howlin, y que sería genial que lo continuáramos entre ambos, siempre y cuando contáramos con la aprobación de Mauricio. Hablamos algo sobre retomarlo, luego sobre ponernos un nombre, y sobre cómo manejaríamos la publicación en los blogs…
Le comenté también que tenía un relato empezado y que tal vez sería un buen punto de partida para comenzar un proyecto conjunto…


“Ayer me suicidé de nuevo”.
La frase se me ocurrió una tarde en el trabajo, y me gustó muchísimo. Me parecía que tenía fuerza, sonoridad, y que lucía tan extraña y contradictoria que de inmediato llamaba la atención. Tenía la vaga idea de un fantasma desempleado que no tenía más que hacer que estar experimentando formas de suicidio y deambulando aquí y allá, visitando viejos conocidos que aún vivían, o espiando a su antigua novia, o qué sé yo… Esa era la idea básica, pero he de confesar que hice unos tres intentos de escribir algo partiendo de allí sin ningún resultado. No me salían más que tres párrafos. Reescribí un comienzo de lo que pensaba sería un relato corto, pero, repito, no pasaba de tres párrafos. De cuando en cuando abría el archivo, releía, y agregaba dos o tres líneas, pero nada más…
Lo que muy pocos saben es que cuando surgió la idea del proyecto Opopónaco, sugerí dicha frase para el comienzo y con ella Adrián escribió un primer capítulo corto que ahora está perdido en el exotránsito…
Después, puesto que una vez más el uso de la frase quedó en nada, ésta siguió esperando su momento.
Y ese momento llegó.
Le envié aquellos tres párrafos a Adrián y a éste le gustó la idea, así que me puse a trabajar, posponiendo temporalmente la continuación del proyecto Howlin. Reescribí de nuevo el comienzo, y esta vez fluyó naturalmente lo que terminaría siendo el primer capítulo de Diario de un Muerto. Era una mezcla de humor con algo de misterio sobrenatural, como una fusión del estilo de Adrián y del mío, aunque ese primer capítulo lo escribiera yo…
Finalmente la frase tenía su lugar, y comenzábamos la historia y el proyecto con no pocas expectativas…
  

3

Al inicio, por supuesto, debimos definir muchas cosas (empezando por el nombre del protagonista que plasmaría sus “vivencias en muerte”) pues la idea que yo tenía era muy básica y no llevaba a ninguna parte. Además, no queríamos escribir a ciegas. Es decir, esperando el capítulo del otro para arrancar con el propio. Queríamos un argumento sólido con el cual trabajar, y a pesar de que cada uno escribiera un capítulo, tener siempre presente lo que habíamos acordado con anterioridad.
No fue fácil; nunca lo es en este tipo de relatos. Aunque se hable sobre un tema sobrenatural, debe haber solidez en el argumento para lograr una historia creíble, por paradójicos que resulten algunos aspectos. Era digno de verse la forma en que tirábamos ideas por el Messenger, pisándonos la palabra, en una lluvia de ideas que más bien parecía una tormenta. Él lanzaba una, yo otra; una idea llevaba a otra más, desechábamos esta o la otra por floja o por contravenir con otros aspectos de la historia; todo en un continuo “¿Y si hacemos esto?”, “¿Y si hacemos esto otro?”, “¿Qué te parece si tal cosa o tal otra…?”
Después, ya con el primer capítulo terminado y con la base de un argumento para continuar, preparamos el lanzamiento de lo que sería una novela por entregas, al mejor estilo del gran Charles Dickens, aunque nunca sospechamos que la historia terminaría teniendo la extensión que al final tuvo…
Pensamos en un nombre para identificarnos, y no fueron pocos los que se nos ocurrieron, pero queríamos algo corto y contundente, y así fue como surgió el nombre de “Los Renegados”. Se me ocurrió en medio de otra lluvia de ideas, y Adrián dijo de inmediato: “Ese, ese me gusta”.
El título de la historia no fue mayor inconveniente: en una parte al comienzo del primer capítulo Alan Santos dice que lo que hace es como escribir el diario de un muerto. Se lo comenté a Adrián y le gustó, por lo que decidimos dejarlo, y lo reiteramos al final del capítulo para darle más énfasis: “Por cierto, mi nombre es Alan Santos y este es mi diario. El diario de un muerto”.
Después me dio por ponerle algunas fechas y el “Diario” quedó listo, aunque esto nos traería problemas en el futuro…
Preparé la imagen que sería nuestra insignia, y el lunes 9 de mayo de 2011 le anunciábamos al mundo el nacimiento de un nuevo proyecto literario, e invitábamos a todos a que leyeran el primer capítulo de Diario de un Muerto al día siguiente, martes 10 de mayo. En ese momento no teníamos claro qué días se publicarían los capítulos, pero a partir de la segunda semana éstos se fueron publicando todos los lunes a las 8:00 p.m. de Colombia, 10:00 p.m. de Argentina.
Adrián resultó tener una gran creatividad para crear los anuncios. Hacía unos bocadillos buenísimos con imágenes variadas, o simplemente exhortaba a los lectores con mensajes variopintos, escritos con su clásico estilo humorístico.


4

Siempre me pareció dificilísimo escribir una novela, al menos desde mi condición de aficionado. Escasamente me las arreglaba para crear relatos cortos (pues no todas las veces me fluía naturalmente; a veces me da estreñimiento mental), así que la idea de enfrascarme en la escritura de una historia larga me intimidaba. Ya había escrito el comienzo de una novela, que aún sigue en hibernación, y su enormidad me había superado. Pero de manera conjunta resultó ser muy llevadero, como cargar con el peso entre ambos. La idea de meternos de cabeza en un proyecto así, con las dificultades que seguramente conllevaría (y vaya si las hubo), nos causaba un poco de temor, pero siempre existía el apoyo mutuo para llevar las cosas adelante.
Llegó el segundo capítulo, el tercero, y la historia comenzó a tomar forma. Yo aprendí unas cuantas cosas de Adrián, y él otras tantas de mí. De hecho, recibió unos cuantos sermones de mi parte, un perfeccionista empedernido cuando de escribir se trata. Al comienzo se notaba el cambio de estilos, pero con el tiempo estos se fueron diluyendo hasta que las diferencias desaparecieron, convirtiéndose la prosa en el estilo propio de Alan Santos. Además, siempre que uno terminaba un capítulo, el otro lo leía, revisaba y hacía las correspondientes observaciones, por lo que el capítulo se publicaba no sin antes haber pasado por una exhaustiva corrección.
A eso del cuarto o quinto capítulo se nos unió María Dorrego en las labores de corrección, encargándose ella de observaciones puntuales sobre el léxico, la sintaxis y las repeticiones innecesarias, por lo que la calidad del trabajo presentado se vio enriquecida. De hecho, creo que se nota cierta diferencia con la calidad de las primeras entregas…


Fue en el Capítulo IV justamente cuando de verdad la historia comenzó a definirse. Algunas cosas empezaron a vislumbrarse y los lectores, que siempre nos apoyaron desde el primer momento, se entusiasmaron aún más con el rumbo que tomaba el Diario, alejándose cada vez más del humor y tornándose más misterioso e intrigante, en una mezcla de novela negra y novela de horror.
Adrián y yo prácticamente descubríamos las cosas a la par de los lectores y nos sorprendíamos con el pasado de Alan Santos y compañía. Y a medida que la historia cobraba vida, los capítulos se iban volviendo cada vez más largos. Temimos que esto desalentara a los lectores, pero pareció no importarles, así que seguimos como íbamos, dejando que cada entrega contara lo necesario sin forzar su extensión.
A la altura del Capítulo VIII ya Diario de un Muerto no solo había ofrecido multitud de respuestas a algunos misterios, creando a su vez nuevas incógnitas, sino que además había terminando conectándose de manera natural con sendos relatos de nuestra autoría: Bienvenidos a Soledad, quizá mi mejor relato, y Ferrari, uno de los mejores relatos de Adrián. Esto agradó mucho a los lectores (en realidad nosotros también disfrutamos con la conexión), que devoraron ansiosos ambas historias y se deleitaron con los guiños y las referencias cruzadas, al estilo del Maestro del Terror, Stephen King.
Fue entonces cuando, luego de varios días sin saber de Adrián, recibí una noticia que me cayó como un baldazo de agua fría…


5

Nadie supo de esto, pero el proyecto se vio minado por un acontecimiento inesperado y estuvo cerca de interrumpirse de manera indefinida.
Habían pasado varios días sin saber de Adrián, más específicamente desde la publicación del Capítulo VIII. Yo estaba sumergido en la escritura del Capítulo IX. Entonces me llegó la notificación al mail de que alguien había comentado una entrada de mi blog. Fui a echar un vistazo y mi sorpresa fue mayúscula al descubrir un mensaje de Adrián publicado por medio de su hermana y que decía, básicamente, que su computador se había averiado, que el técnico lo había revisado y que no tenía remedio; que había pocas posibilidades de salvarlo, y que además no tenía los medios para comprar otro ordenador. Terminaba diciendo que lo sentía mucho, que se sentía terriblemente cabreado, pero que era algo que se le salía de las manos. Que con el dolor del alma me anunciaba que debía continuar solo.
Eso fue el sábado 2 de julio, justamente el día en que me informaron que la empresa en la que llevaba años trabajando cambiaba de dueño y que, por ende, serían muchos los cambios que sobrevendrían (aún no sabía que dejaría de laborar cuatro días después)…
Recuerdo que al leer el mensaje me quedé pasmado por varios minutos, mirando sin ver la pantalla del monitor, sin poder creer lo que acababa de leer. Muchas cosas pasaron por mi cabeza en ese momento, todas relacionadas con el futuro del proyecto, el futuro del Diario, los lectores…
María fue un gran apoyo en esos días…
El Capítulo IX se publicó sin novedad, con los lectores desconociendo lo que se cocía en ese momento en ínterin de Los Renegados.
Para mí fue un dolor de cabeza constante. Sabía que sin Adrián nada sería lo mismo, pero no quería decepcionar a los lectores. En realidad tampoco quería defraudarme a mí mismo, así que tomé la decisión de llevar adelante la historia yo solo. No sabía cómo lo haría, pero no quería dejar caer el proyecto, aunque para ello me tocara esforzarme el doble y dedicarle todo mi tiempo libre. María, al ver mi desesperación, se ofreció a ayudarme con la redacción, por lo que pude respirar un poco más tranquilo. Aun así, decidimos esperar hasta el último momento para hacer pública la noticia.
Las comunicaciones entre ambos fueron casi nulas, lo que aumentaba la incertidumbre, e incluso Adrián se vio obligado a darle la contraseña del mail a su hermana, que vive lejos, para dejarme un par de mensajes (en la región donde vive no hay cyber cerca).
Entonces, dos días después de la publicación del Capítulo IX, cuando ya llevábamos una semana sin saber casi nada de él, se hizo el milagro: Adrián regresó. Su computadora se había salvado por un pelo y así pudo reintegrarse de nuevo a Los Renegados.   
Fue un alivio inmenso.
Adrián me pegó un susto de muerte, pero quiso el Ka que regresara y siguiera adelante con el Capítulo X…


6

Ya dije anteriormente que lo de las fechas del Diario cayó por su propio peso, pero muy pronto nos dimos cuenta de que eso traería problemas. Aunque la historia esté narrada en primera persona (la segunda forma más común de narración), las fechas nos limitaban mucho en algunos aspectos. Al comienzo no revestían mayores inconvenientes, pero a medida que la acción crecía se hacía evidente que debíamos estar al tanto de la continuidad de las fechas del Diario y de las fechas de la historia en sí.
Por poner un ejemplo, el 18 de mayo Alan podía estar narrando lo sucedido en los dos días anteriores. Después, en una entrada del 19 de mayo podía estar narrando lo acaecido el 18.
Eran dos tiempos diferentes.
Así que debíamos estar atentos para que todo coincidiera, además del hecho de que en la realidad de la historia Alan debía sacar un tiempo para escribir, fuera en la mañana o en la noche. Supimos que cuando la acción adquiriera un ritmo trepidante, era imposible que Alan tuviese tiempo para escribir. Fue entonces cuando surgió la idea de dividir la novela en dos partes: Libro I y Libro II, con este último narrado en el futuro de la historia, con todo resuelto y dejando a un lado el formato de diario. Ello, además, nos daría la oportunidad de crear un gran final para la primera parte, dejando al lector intrigado y expectante para la continuación.
Dicho y hecho.
Adrián escribió uno de los capítulos más tensos del Diario, y con un final a tono que dejaba el clímax en su punto más álgido. Además, como una pequeña broma, lo anunciamos con antelación como el “gran final”, sin aclarar que en realidad era una especie de final de temporada y que la historia continuaría.
Así fue como nos dimos un descanso de dos semanas, para recuperar energías y de paso dar al lector la sensación de que transcurría mucho tiempo entre capítulo y capítulo, como en realidad sucedería en la historia.
El Libro II de Diario de un Muerto comienza con Alan diciendo que han pasado casi tres meses desde la última vez que escribió algo en el Diario y que ahora que todo ha terminado tiene el tiempo suficiente para narrar lo que pasó. Fue una jugada limpia (que además tuvo repercusiones interesantes en la historia), o al menos eso pensamos en un comienzo, sin saber que las dichosas fechas nos seguirían creando problemas…


Como dije más arriba, el presente del Diario como objeto físico era diferente al de la historia. Por eso fue que decidimos lo del Libro II escrito tres meses después. Así podíamos narrar cosas que de otra manera (como un Diario) era imposible.
Cuando quise coincidir los sucesos reales con las fechas en que Alan escribe el Diario, me di cuenta del lío: la acción del Capítulo XII (el último del Libro I), que comienza con la aparición de Diego Bialos, sigue con el posterior viaje a Nérida, y termina con el encuentro en el edificio de Carvajal y Alan lanzándose con un George malherido, todo eso ocurre el 19 de junio…
La aparición en el claro, la muerte (la segunda) de George, el viaje de Alan a Soledad, todo eso sucede al día siguiente en la historia. Es decir, el 20 de junio…
Mientras que, por otra parte, la última fecha del diario, en la que Alan narra el final de lo que conocemos como Libro I (él lanzándose al vacío con George), dice… ¡21 de junio!
El lío era tan complicado como el hecho mismo de intentar explicarlo.
Por lo tanto, tuve que amoldar la historia para que las últimas fechas que aparecen en el diario (20 y 21 de junio, entradas en las que Alan narraba lo acaecido el 19) coincidieran con la acción.
Total: al final del Capítulo XVI Alan Santos narra, con una perspectiva de tres meses, cómo fue que, entre la noche del 20 y la madrugada del 21 de junio, después de regresar del viaje a Soledad en el que conoció a Víctor Tejada, escribió, en la mesa de un bar, lo que sucedió en la tarde noche del 19 (es decir, lo que vemos al final del Libro I), y de cómo luego entregó el diario a Curru para que se lo guardara por tiempo indefinido…
¡Así todo cerraba!
Si explicarlo, repito, es harto difícil (muy probablemente el hipotético lector de este ensayo no entienda un carajo), también lo fue lograr que las fichas encajaran. Pero más difícil aún fue, lo confieso, conseguir que mi amigo y socio Adrián, poco ducho en cuanto a fechas y genealogías se refiere, comprendiera el embrollo que teníamos entre manos y la forma en que yo me proponía arreglarlo y cerrar ese cabo suelto de una vez por todas. Fueron muchas las formas en que traté de hacerme entender, y cuando pensaba que ya lo tenía claro, él volvía y me preguntaba…
El final de ese Capítulo XVI, redactado por Adrián, tuve que reescribirlo yo para cerrar el caso.
Creo que quedó bien, y de esa manera fechas y acontecimientos encajaron limpiamente, sin ninguna clase de contradicción argumental…


7

En un comienzo calculamos que la historia tendría una extensión de entre treinta y cuarenta mil palabras. Nos equivocamos: al final terminó con 91.600 (el equivalente a un libro de trescientas páginas), cifra que aún nos sorprende.
Por otra parte, también calculamos que el Libro II contendría, al igual que el Libro I, unos doce capítulos más. Nos equivocamos de nuevo: resultó claro que los acontecimientos se precipitaban y que todo comenzaba a cerrar. Fue así como empezamos a atar cabos, entre ellos todo lo referente a Soledad, el Libro, y el papel que el hijo de Alcides Carvajal jugaba en la historia, capítulos que por el azar me tocaron a mí y en los cuales hube de crear toda una estructura coherente de fechas, sucesos, genealogías, parentescos y datos históricos, tanto en lo concerniente al Libro, como en la estrecha relación entre Soledad y la historia de los Carvajal.
Todo nos conducía a una inminente confrontación final entre Alan Santos y Alcides Carvajal. Las llaves se cerraban, los misterios se desvelaban, y las respuestas iban apareciendo.
El plato estaba servido.


Una vez más, hubo una extensa garla entre Adrián y yo, en esta ocasión sobre el desenlace de la historia. Fue entonces cuando nos dimos cuenta de que, sin planearlo con antelación, la novela tendría un total de diecinueve capítulos, una cifra harto conocida por los seguidores del Maestro del Terror por su relevancia en la fabulosa saga La Torre Oscura. Es un número con un significado muy especial para todos los seguidores de Stephen King y fue una sorpresa inmensa descubrir que ese sería el total de capítulos de la historia.
Entonces, al observar el calendario, nos dimos cuenta de que si todo seguía su curso normal, el Capítulo XIX sería publicado, cómo no, el 19 de septiembre.
¡Una vez más el dichoso número!
Pero las sorpresas no pararon ahí para nosotros.
Bienvenidos a Soledad resultó ser una historia íntimamente ligada a Diario de un Muerto. Pues bien, por designios del Ka, la fecha en que las cosas se resuelven en el claro al este de Los Altos, el 21 de junio, resultó ser la misma en la que, 34 años antes, Víctor Tejada viviera su aterradora experiencia en Soledad.
Todo esto fue algo que nunca planeamos. Por el contrario, nosotros mismos lo descubrimos anonadados.
Como broche final, ya al comienzo del Libro II Alan dice que han pasado casi tres meses desde aquellos sucesos que finalizaron en el claro. Hicimos las cuentas y nos dio como resultado justamente la fecha en que se publicaría el último Capítulo del Diario, por lo que en una especie de mágica coincidencia, Alan Santos escribe las últimas líneas de su historia el 19 de septiembre de 2011, justo antes de publicarse el Final…


8

Todas estas curiosidades hicieron de Diario de un Muerto una experiencia especialmente significativa. Descubrir semejantes coincidencias fue un elemento adicional de motivación a la hora de terminar la historia con todas las de la ley.
Aun así, no faltaron las dificultades.
Ya sabiendo que la historia finalizaría en el Capítulo XIX, y con el Capítulo XVI recién publicado, decidí escribir el XVII lo más rápido posible para que Adrián hiciera lo propio con el XVIII y así tener tiempo de sobra para el último.
Pues bien, lo escribí en un par de días y se los envié a Adrián y a María para el trabajo de corrección y revisión. Pero a Adrián le surgieron dificultades y apenas pudo entregarnos el penúltimo capítulo un día antes de su publicación. Y al leerlo, y espero que a Adrián no le moleste que cuente esto a los lectores, descubrí que había hecho varios e importantes cambios con respecto al argumento planeado, lo que desbarataba por completo los planes trazados.
Me vi entre la espada y la pared: o dejaba el Capítulo tal cual estaba y me las arreglaba para enderezar todo en el final, o me ponía yo mismo a reescribir el último tramo del Capítulo XVIII.
Esa noche me acosté sin saber qué hacer, con la cabeza dándome vueltas…
Al final terminé decidiendo, horas antes de la publicación, el 12 de septiembre, que lo mejor era enderezar las cosas de una vez para poder escribir el Capítulo Final según lo planeado. Ese lunes 12, en la tarde, estuve reescribiendo a toda máquina el tramo final del penúltimo capítulo, con María corrigiendo por fragmentos de 500 palabras a medida que yo iba escribiendo. Era mucha la presión, y he de decir que para ella tampoco fue fácil: ese día su niño estaba enfermo y ella tenía un dolor de cabeza terrible. No obstante, estuvo a mi lado, hombro con hombro, ayudándome a pulir el trabajo de la mejor manera.
Quedó bien, pero todo eso me dejó algo exhausto para lo que se avecinaba: el Capítulo Final y el más largo de todo el Diario. Además, con mucho menos tiempo del que esperaba.
Entonces recibí otra difícil noticia: Adrián tendría que trabajar el doble esa semana para suplir la temporal falta de su compañero de trabajo, por lo que, contrario a lo que esperábamos, debería encargarme del final yo solo…


9

Con los contratiempos que habíamos sufrido con anterioridad, ya nada me sorprendía, así que abordé el final tratando de hacer las cosas de la mejor forma. El reto era terminar la historia de manera contundente, y además de eso escribir un Epílogo teñido de cierta nostalgia, en el que debía procurar que no quedara ni un solo cabo suelto.
Quiso nuevamente el Ka que en ese periodo estuviese sin trabajo, por lo que pude dedicar el tiempo que la historia ameritaba. De lo contrario, creo que las cosas hubieran sido color de hormiga…
La labor de corrección fue aún más exigente que antes, y también estuve haciendo ajustes hasta el último instante. Fue una ardua semana. Por un momento se sugirió la posibilidad de posponer la publicación uno o dos días, pero el Ka no dejaba lugar a dudas: el Capítulo Final debía publicarse el 19 de septiembre.
Y así fue.
El Último Capítulo estuvo puntualmente publicado a la hora de siempre, y solo entonces nos dimos cuenta de lo ocurrido: lo habíamos logrado, habíamos llegado a la meta, habíamos alcanzado nuestra Torre. Hubo sentimientos encontrados, pero he de confesar que en mi caso el descanso y la satisfacción le ganaron a la nostalgia.
Extrañaríamos las carreras contrarreloj de los lunes en la noche, las extensas conversaciones de planeación del Diario, el arduo pero satisfactorio trabajo conjunto, la ilusión de leer cada comentario de los lectores, la alegría de recibir el entusiasta apoyo de todos los seguidores de Los Renegados; extrañaríamos todo eso, sí, pero la satisfacción de la meta alcanzada era algo impagable…


10

Este proyecto nos dejó muchas cosas.
Aprendimos mucho el uno del otro, y por supuesto ambos aprendimos mucho de nuestra correctora, María Dorrego. Espero que ella también haya aprendido algo de nosotros.
Los lectores fueron un apoyo invaluable. No esperábamos contar con seguidores tan fieles y entusiastas, y menos aún con algunas lectoras de última hora que llegaron poco antes del final, se devoraron todos los capítulos (además de los relatos conectados) y estuvieron en primera fila el 19 de septiembre esperando el gran desenlace. A ellos les debemos este pequeño gran triunfo del que nos sentimos tan orgullosos. Cuando el Diario peligró, pensaba que un solo lector hacía que el trabajo valiera la pena, pero no solo hubo uno, sino varios los que estuvieron cada lunes atentos a la publicación.
A ellos, nuevamente, mil gracias por el apoyo.
Algunos incluso tuvieron un pequeño papel en la historia. Nombres como Bialos, Bassa, Coppola o Carbel seguramente serán conocidos por muchos. Hubiésemos querido brindarles este pequeño tributo a todos, pero la cantidad de los personajes resultaron ser un impedimento.
Aun así, bien saben que esos Lectores y Lectoras Constantes fueron el motor que movió Diario de un Muerto.
Gracias a todos por estar ahí.


11

Ahora, poco más de un mes después de la publicación del Capítulo Final, veo atrás esos cuatro meses y medio que estuvimos enfrascados en la escritura de esta novela como uno de los periodos más gratificantes de mi vida. De hecho, en lo personal creo que en un año que terminó plagado de tristezas y dificultades, Diario de un Muerto fue lo mejor que me pasó. Fue algo sin igual, y haber llegado a buen puerto nos deja una sensación de plenitud indescriptible.
Tenemos pensados nuevos proyectos. No queremos que Los Renegados se queden con una sola historia, pero asuntos personales nos han impedido llevarlos a cabo.
En lo que a mí respecta, sigo con un interés especial en reescribir los diez capítulos de Howlin y luego llevar la historia hasta el final. De verdad que vale la pena y sé que a los lectores les encantaría. También le he sugerido a Adrián la idea de retomar esa novela que tengo inconclusa desde hace tanto tiempo, pero aún no me ha dicho nada, así que todo sigue en veremos…
Por otra parte, a Adrián se le ha metido una idea interesante en la cabeza para trabajarla en equipo, y muy probablemente vea la luz pronto…
Mientras tanto, Los Renegados siguen firmes y avante, con ganas de seguir dando guerra y ofrecerles a los lectores nuevas historias que los atrapen tanto como en su momento lo hizo el Diario de Alan Santos…



1 comentario:

Unknown dijo...

Yo no se como hace, amigo Calavera. Para ser una tan grande fuente de escritura inagotable. Lo envidio pero muuuy sanamente! =)
Un abrazo grande y que siempre siga con todas esas musas inspiradoras.

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