sábado, 12 de mayo de 2012

Un final muy esperado y un encuentro inesperado


El pasado martes 8 de mayo de 2012 inicié el último tramo, la recta final de un camino, de una aventura, de un viaje… que emprendí hace más de once años. Pasadas las siete de la noche leía un subtítulo que rezaba: “El Diario (Novena Parte)”. Daba comienzo uno de los libros más esperados de mi historia personal: Caballo de Troya 9: Caná.




Pocos libros he anhelado tanto en mi vida como este. Y si de sagas hablamos, solo el tomo final de La Torre Oscura, de Stephen King, me produjo la sensación que ahora siento al adentrarme finalmente en tan anheladas páginas. Es un sentimiento que solamente conocen aquellos a los que les apasionan los libros, esos compañeros de mil aventuras que tantos viajes nos deparan y que tan valiosos aprendizajes  y gratos momentos nos otorgan.

Aun así, el lector de Caballo de Troya no es un lector cualquiera. El tema que toca esta fabulosa saga es espinoso, y tanto puede apasionar a unos como espantar a otros. Así como a algunos les cambia la vida, a otros les es indiferente, e incluso puede llegar al punto de provocar odio, repulsión o físico aburrimiento.

Ya hace varios meses dediqué una entrada completa para analizar la obra, y para dar, además, mi punto de vista personal sobre la misma. Quien la haya leído, sabrá que no puedo ser imparcial al momento de hablar de la obra del español: Caballo de Troya marcó mi vida en varios aspectos, no solo por su valioso mensaje, sino también por tratarse de una novela histórica épica, que mezcla de manera asombrosa la aventura con la ciencia ficción, en un lienzo teñido de misterio, acción y suspense.

No está de más invitar al hipotético lector de esta entrada a echarle un vistazo al mencionado análisis general de la obra, publicado a mediados de septiembre de 2011. He aquí el link: Caballo de Troya, de J.J. Benítez.

Como narrara en dicha entrada, después de leer el primer e inolvidable volumen a comienzos de 2001, me lancé con avidez en busca de las sucesivas entregas. En un periodo de cuatro meses devoré los seis tomos de la saga cada vez más fascinado. Curiosamente, en ese entonces estaba convencido de que dichos seis tomos publicados hasta el momento componían la totalidad de la saga. Nada ni nadie me hizo pensar que hubiese más números. Fue así como al leer las líneas con las que finalizaba Caballo de Troya 6: Hermón, mi sorpresa fue mayúscula: “La aventura estaba por comenzar”, decía. No obstante, confieso que suspiré aliviado; había mucho por contar y de ninguna manera tantos hechos podían compendiarse en un solo volumen…

Solo quedaba esperar…

Dos años más tarde leí de nuevo, poco a poco, los seis tomos, y la espera, si cabe, se hizo más insoportable… Pensar que pasarían años para conocer el desenlace me producía cierta ansiedad. Tal como me sucedió al comienzo con La Torre Oscura, parecía un final que nunca llegaría, un final que jamás alcanzaría…

Solo hasta mediados de 2009 pude retomar aquella historia que tanto me fascinara. En un periodo de un mes, leí de seguido los tomos 7 y 8 de la saga, el último de los cuales tiene una de las escenas más electrizantes de la toda la serie. Pero el final seguía pendiente, y fue justamente cuando recopilaba algunos datos para la entrada publicada en el pasado septiembre cuando leí la noticia que millones de lectores habíamos esperado por años:




Quedé con la miel en los labios al leer eso, y cuando el pasado enero, mientras paseaba por el centro de la ciudad, vi en las vitrinas de una librería un libro gigante con un gran “9” en su portada, me quedé por unos segundos literalmente sin aliento. Ahí estaba, finalmente. Era como si me acabara de topar con un amigo largo tiempo esperado, fue casi como si intercambiáramos una mirada de complicidad… Y pensé: “Por fin… El final está escrito, y está ante mis ojos.”

No obstante, lo elevado de su costo, sumado a mi precaria economía, me impidió hacerme con el mismo. Pasaron los meses, y su lectura quedó pendiente. Sabía que estaba ahí, esperándome, pero me concentré en otras prioridades. Supongo que me olvidé de momento, o que ese instante tan esperado quedó en segundo plano… Hasta hace unas semanas.

Fue entonces cuando me embargó la urgencia. Ya era suficiente. Había esperado demasiado. Debía terminar de una vez por todas y saber cómo acababa ese viaje emprendido hacía más de una década. En las últimas tres semanas no pude sacarme el libro de la cabeza, pero por estos días mi bolsillo está cada vez peor, y puesto que el libro es demasiado reciente (fue publicado en diciembre, si no estoy mal), aún no se consigue de segunda mano. En las pocas bibliotecas en las que ya se encuentra, el libro nunca está disponible, y tiene innumerables reservas encima, por lo que mi turno sería a finales de año, si acaso…

El fin de semana pasado realicé las últimas tentativas, al final de las cuales me di por vencido, resignándome a esperar…




Entonces, el pasado lunes 7 de mayo, sucedió lo inesperado.

A eso de las 12:30 del mediodía, una compañera de trabajo me anunció que un cliente me necesitaba. Dijo que requería un trabajo de diseño, algo para un acróstico, para el cual ella no estaba capacitada. Me dirigí hacia el mostrador y el cliente, un hombre de sesenta y pico de años, hizo lo que rara vez hace alguien en una situación como esta: se presentó. “Mucho gusto, caballero. Julio Moncada”, dijo extendiendo su mano. Yo le devolví el saludo y estreché su mano. A continuación, dijo en un tono bastante cordial que necesitaba diseñar un acróstico para un pareja amiga de su familia. Nos dirigimos a mi puesto de trabajo y mientras diseñaba una pequeña muestra, me contó que la referida pareja acababa de perder a una pequeña hija de apenas dos meses de edad. Dijo estar destrozado por la noticia, y que había decidido hacerles ese pequeño presente como una especie de recordatorio, sobre todo teniendo en cuenta que el próximo domingo 13 de mayo se celebra en Colombia el Día de la Madre, fecha que seguramente sería muy dolorosa para ellos.

Me pareció un detalle bastante loable. Y cuando me dictó las palabras que compondrían el acróstico dedicado a la pequeña Sofía, no pude ignorar que estaba ante alguien versado y culto, y con un buen don de la palabra. El acróstico, palabra más, palabra menos, decía así:

      Solícita llegué a este mundo
      Ocultando mi pronta partida
      Fugaz fue mi paso por la vida…
      Inmortales somos, no sufran
      Amados míos, os espero en la otra vida…

Alabé tan bonitas palabras, ante lo cual Julio Moncada me contó que era un apasionado de la lectura y que gustaba mucho de escribir pequeños poemas o pensamientos personales dedicados a sus hijos. Dijo haber perdido una hija hacía quince años, por lo que sabía perfectamente lo que tal tragedia representaba en la vida de un padre. Puesto que le gustaba escribir, dijo, quiso componer aquél pequeño pero sentido acróstico para regalar a la acongojada pareja.

Yo, a mi vez, le conté que también me gustaba muchísimo leer y que escribía relatos de cuando en cuando. Fue entonces cuando me dijo, casi de manera casual: “¿Sabes qué libro maravilloso me acabo de leer?” Yo, esperando cualquier título de sabría Dios qué autor (tal vez algún autor latinoamericano de esos que por alguna razón siempre he rehuido, o a lo mejor algún libro de superación personal), le dije: “Cuéntame, ¿cuál fue?” A lo que él respondió, dejándome literalmente de una pieza: “Caballo de Troya 9”.

Yo lo miré por unos instantes, sin dar crédito a lo que acababa de escuchar. Los lectores cada vez más brillan por su ausencia. De estos, no son muchos precisamente los que gustan de los controvertidos libros del español, y aunque así fuese, me consta que son cantidad los lectores que no pasan del primer o segundo volumen. Pero allí tenía un gran lector que no solo admiraba la obra de Benítez, sino que además había leído cumplidamente los 9 libros que componen la saga.

Y no solo eso. ¡Era el libro que no se salía de mi cabeza en los últimos días!

¡Era algo de no creerse!

Cuando salí de mi sorpresa, le respondí, sonriendo: “No me cuentes el final”. Le dije que yo también había leído los 8 tomos anteriores, y que me moría por finalizar de una vez por todas la saga, pero que no había podido hacerlo por las razones que expuse más arriba. Supongo que para él también fue una grata sorpresa. Hablamos un poco del tema, y calculo que había pasado apenas un cuarto de hora desde que lo conociera, cuando me anunció: “¿Sabes qué? El libro lo tiene la esposa de mi hijo. Este fin de semana que viene voy para allá, y si no lo ha comenzado a leer, lo traigo conmigo y te lo presto.”

En ese punto, quien esto escribe (como le gusta decir al Mayor de la USAF en las páginas de su Diario) no salía de su asombro.




¿Casualidad? ¿Azar? Quién sabe…

J.J. Benítez diría que lo duda mucho, y lo atribuiría al Destino. Así, con “D” mayúscula. Diría que estaba escrito y que “alguien” movió los hilos para que así sucediera.

¿Casualidad? Yo, la verdad, no sé ni qué pensar…

Pasado un rato, al cabo del cual, mientras le realizaba el acróstico (impreso en papel pergamino como una especie de diploma, y del cual quedó muy satisfecho), habíamos charlado e intercambiado impresiones, me dejó otros trabajos pendientes para el día siguiente y nos despedimos con un firme apretón de manos.

Supuse que el martes vendría a la misma hora a recoger su trabajo, pero me equivoqué: llegó casi a las 6:00 de la tarde, poco antes de que terminara mi jornada laboral. Y traía un voluminoso libro en sus manos. Me quedé paralizado. “Yo cumplo lo que prometo”, dijo. Yo, la verdad, no había dudado de su palabra, pero jamás esperé que la cumpliera tan rápido. Dijo haber recibido una llamada de su hijo esa tarde, y que había aprovechado la ocasión para hablarle del libro. Resultó que su nuera apenas llevaba unas cuantas páginas, así que no le había importando devolvérselo temporalmente. ¡Y allí estaba! Pagaría por haber visto mi propia cara en ese momento…

Esa misma noche, como dije al comienzo, empecé a leerlo con el corazón en un puño, no sin mirar de cuando en cuando el libro preguntándome cómo era posible que apenas 36 horas antes no hubiera visto en mi vida al hombre que me lo había prestado. Todo fue tan rápido y sorpresivo, que aún no salgo de mi asombro.

Supongo que el Destino quiso darme la sorpresa.




Al día siguiente, y como prueba de buena fe por mi parte, también le presté un libro de Benítez: La Rebelión de Lucifer. Es una novela ligada en cierto punto a Caballo de Troya, y sé que le va a gustar tanto como a mí…

Así que aquí estoy, en la página 125 (de nada más que 1160) de Caballo de Troya 9: Caná, apenas el comienzo del final que he esperado por años, y que ha caído en mis manos de la forma más sorprendente y mucho antes de lo esperado…

Sobra decir que me siento sumamente complacido de bucear nuevamente en el Diario del Mayor (es una sensación de plenitud difícil de describir), tanto que cuando no estoy leyendo el libro, estoy pensado en él, en lo que se avecina, en lo que pueda ser el colofón de una de las obras más impresionantes y significativas que he leído en mi vida…

Ya les contaré…

:)

6 comentarios:

✿ Belle ✿ dijo...

jajaja esta real/hipotética lectora de tu post le ha parecido toda una odisea en si misma la llegada de ese libro eh?! :D impresionante el post y supera la ficción! ese hombre es un muy buen hombre, ya no solo por el detalle para sus amigos en tan triste motivo sino por incluso por haberte hecho feliz a ti y encima con esa rapidez! algo para recordar! ya nos cuentas que tal el libro, yo es la primera vez que los oigo nombrar pero a ver si me hago con el primero al menos jejeje :P

doctorlecter dijo...

Qué suertudo. Yo cuando lo vi en la librería casi me da algo, también llevo años leyendo la saga y tenía muchas ganas de que saliera de una maldita vez el último libro. Mi reacción fue igual que cuando vi en los escaparates el último tomo de La Torre Oscura. ¡y además es casi del mismo grosor! Tengo unas ganas de leerlo... pero casi espero a que salga en bolsillo, o a que alguien me lo preste o regale.

Cristian dijo...

Hola Amigo, yo tuve la suerte de estar en el lanzamiento de Caná Caballo de Troya 9, en Santiago de Chile un día 11/11/2011 además de conocer a JJ en persona y que después – al día siguiente – me firmara el libro, saludos y buen post.

Calavera dijo...

Un poco tarde en los dos primeros casos, pero muchas gracias por pasar y comentar!!! :)

Cristian, tremendo lo que cuentas. Todo un honor haberlo conocido y que encima te firme el libro. De verdad te felicito, y gracias por pasar y comentar. Me alegra que te gustara la entrada.

Saludos!!

Unknown dijo...

Nadie sabe que el destino le tiene preparado...

En el año 98 limpiando un cuarto de un amigo, encontramos varios libros de su papa y me llamo mucho la atención la portada de este libro, un astronauta y la imagen de jesus, con el gran titulo de Operación Caballo de troya.

Le pregunte a mi amigo cual era el libro y con indiferencia me dijo que no sabia de que trataba. le dije que si me lo prestaba y como todos los amigos me dijo: Dale

ya han pasado 17 años desde ese dia y como a vos te ha pasado me costaba conseguir los libros por falta de dinero hasta que ya pude terminar estos hermosos 9 libros que realmente me han llevado a un viaje inesperado...vivir lo no vivido...

Calavera dijo...

Genial lo que contás, Nación Rock.

Saludos!

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