“En la lujosa comunidad de Hampstead,
Connecticut, se produce un accidente al derramarse un gas tóxico llamado D.R.G.-16
que afecta a las personas de esta comunidad y desata fuerzas contenidas en este
lugar desde hace mucho tiempo. Tres personas, dos de las cuales poseen poderes
telepáticos temporalmente dormidos, se unen a un viejo escritor para tratar de
descubrir los antecedentes de esta tragedia.
Su búsqueda los llevará a varios cientos de
años atrás, a los orígenes de la población, y en el camino descubrirán, junto
con su propia perdición, que el mismo mal ha venido azotando al pueblo durante
muchísimo tiempo, cebándose en él por periodos cíclicos de destrucción y
violencia…”
Peter
Francis Straub, nacido el 2 de marzo de 1943 en Milwaukee, Wisconsin, es un
novelista, cuentista y poeta estadounidense especializado en el género de
terror. Sus historias han recibido varios importantes premios en el ámbito
anglosajón: el premio Bram Stoker, el World Fantasy Award y el International
Horror Guild Award, lo que lo sitúa entre los autores más galardonados del
género en la historia reciente.
Straub
estudió en las universidades de Wisconsin, Madison y Columbia. Practicó
brevemente la docencia en el University School of Milwaukee, tras lo cual se
mudó a Dublín, Irlanda, donde empezó a escribir profesionalmente. Tras varias
intentonas, atrajo la atención de crítica y público con su quinta novela: Fantasmas (1979), que más tarde fue
llevada al cine, protagonizada por el actor Fred Astaire.
Ha publicado
una veintena de libros, entre ellos uno de ensayos, varios volúmenes de poesía,
y dos significativas colaboraciones con Stephen King: El Talismán (1983) y Casa
Negra (2001), ambas pertenecientes a un mismo ciclo del cual se espera hace
varios años su tercera y aparentemente última entrega.
El Dragón Flotante, publicada en 1983,
es la historia de un pueblo, de una distinguida comunidad caracterizada por la
opulencia y el elevado nivel de sus vecinos. Es la historia de sus habitantes y
de su pasado.
El grave accidente
químico que afecta una tarde de mayo de 1980 a la comunidad de Hampstead es
solo el
Peter Straub |
Un viejo
escritor, un próspero arquitecto, una mujer cansada de su marido y un joven, perteneciente
a una familia venida a menos, serán el grupo protagonista que tratará de llegar
al fondo de todo, conscientes de que el mal que aqueja al pueblo no es solo
producto del gas venenoso que afecta a la comunidad…
Para mí, hay
dos maneras de llegar a Straub: por ser amante del género del terror, o gracias
a Stephen King. Yo, aunque soy ferviente admirador del escritor de Maine,
recuerdo que llegué al viejo Pete gracias a lo primero. Casi me puedo ver de
pie entre las estanterías de la biblioteca de mi universidad sacando un viejo volumen
en tapa dura titulado Fantasmas. El
título, cómo no, llamó mi atención, y en los sucesivos días me atrapó muchísimo
su lectura. Recuerdo cierto aire a La
Hora del Vampiro, y aunque no me acuerdo de los detalles, sé que la pasé en
grande.
Más tarde,
como no podía ser de otra manera, me enteré del vínculo entre Peter Straub y
Stephen King, y de las novelas que escribieron juntos, y ahora —y sé que esto
le pasa a muchos— no puedo pensar en el primero sin relacionarlo con el segundo.
Los libros escritos en su coautoría son geniales, y todo seguidor de King le
guarda cierto cariño especial y respeto a Straub. Lo malo es que tarde o
temprano no puede evitar uno, por más que quiera, ponerlos en una balanza, y
comenzar con las comparaciones. Algo parecido a lo que sucede con Joe Hill, y
que ya comentara en la entrada dedicada a su antología.
Aparte de
las colaboraciones con King, de Straub solo leí otras tres novelas antes de
esta: la antes mencionada Fantasmas, La
Obsesión de Julia y La Cámara Oscura.
Las dos primeras me encantaron, pero la última, aunque al comienzo me resultó
interesante y original, al final me defraudó muchísimo.
De modo que
esperaba que El Dragón Flotante me
quitara ese mal sabor de boca que me había dejado la última novela de Straub,
más sabiendo que se trataba de un clásico de los ochenta. En definitiva, esta
novela logró quitarme el mal sabor de La
Cámara Oscura, pero también me decepcionó en cierta medida.
Peter Straub
tiene un estilo más mesurado que el de Stephen King y de otros tantos autores
del género. Sabe poner pizcas de misterio sin grandes aspavientos —lo que no
significa que King lo haga, aunque a veces sí sea más grandilocuente—, y su
prosa seria y fluida logra atraparte con prontitud. El Dragón Flotante comienza un poco enrevesado, soltando detalles
que te van generando curiosidad, pero presentándote varios personajes en pocas
páginas, en escenas que van adelante y atrás en el tiempo, hasta confundirte un
poco. A medida que avanza, la novela empieza a unir los cabos, y el misterio
comienza a surgir ya de manera contundente.
No obstante,
Straub puede escribir pasajes de extrema tensión, narrar episodios que te
mantienen pegado a las páginas, como puede perderse en descripciones tediosas y
cavilaciones realmente soporíferas. Fue lo que sentí al leer esta novela, sobre
todo en su segunda mitad, que pude leer en apenas tres días aprovechando los
días libres de Semana Santa. Lo lamento de veras, porque esperaba más de esta
novela. Llenó muchas expectativas que tenía, todo hay que decirlo, y me brindó
pasajes verdaderamente espeluznantes que me gustaron mucho, pero me decepcionó
en varios aspectos.
La historia
está muy bien, brillantemente planteada, y bastante interesante cuando las
respuestas a los misterios comienzan a surgir, pero en su segunda mitad los
anteriormente mencionados pasajes soporíferos parecieron multiplicarse. Leía
unas veinte o treinta páginas atrapantes, y luego decaía en otras tantas lentas
y tediosas. La recta final pareció alargarse demasiado y, contrario a lo que
esperaba, todo devino en tramos de acción un poco demasiado surrealistas para
mi gusto. Normalmente, cuando me voy acercando al final de un libro, meto el
acelerador a fondo, y aunque esta vez lo hice no fue precisamente porque
estuviera atrapado. Creo que, por desgracia, El Dragón Flotante decae muchísimo en el último cuarto de libro, y
lo que en un comienzo pintaba como una gran pieza de horror, terminó siendo
algo más irreal de lo que debió ser, con un tramo final que parecía no acabar
nunca, y que, debo confesarlo, no veía la hora de terminar…
Puede
parecer raro que un seguidor de Stephen King se queje de lo surrealista, pero
creo que incluso para el Maestro del Terror el final de El Dragón Flotante habría sido demasiado… A lo mejor si no se
alargase tanto podría haber sido mejor…
En todo
caso, no todo son aspectos negativos. Hay muchas cosas para rescatar, y debo
decir que una escena en particular me puso los pelos de punta y me hizo abrir desmesuradamente los ojos, con mi nariz pegada a las páginas, como hacía muchísimo no lo hacía una novela de terror… Hay cliffhangers importantes, y la historia conserva siempre una
tensión latente que no te hace perder el interés. La recomendaría, sí, pero no
con insistencia…
Como dato
curioso, Straub escribió esta novela mientras King hacía lo propio con It (Eso), una de sus obras más
recordadas. Según dicen, ambos intercambiaron los manuscritos en medio del
proceso. Sea como fuere, y esto me parece una agradable coincidencia, El Dragón Flotante guarda varias
similitudes con la novela de King, la más significativa de las cuales tiene que
ver con un periodo cíclico en el cual el pueblo en cuestión es víctima de
poderes más allá de su entendimiento…
Para
terminar, quisiera advertirle encarecidamente al hipotético lector que, si
llega a leer esta novela, y lo hace en la edición del Círculo de Lectores que
ilustra esta entrada, no lea la sinopsis. Esta, como muchas de las sinopsis del
Círculo de aquellos años, estropea la sorpresa y te cuenta en un resumen de dos
solapas casi toda la historia. ;)
Queda
esperar a ver qué cae de este grande del terror, cuya obra para mí sigue
siendo, en su mayoría, desconocida, y cuyos libros no son nada fáciles de
conseguir…