sábado, 31 de diciembre de 2011

Últimos Escalofríos

Termina el año, estoy afiebrado y con dolor de cabeza, pero a gusto disfrutando de mi día libre. Mis jefes hicieron gala de un gran detalle y nos dejaron el último día del año para descansar en casa y prepararnos para el próximo. Así que he aprovechado para desatrasarme de algunas cosillas, entre ellas el reporte de mis últimas y “escalofriantes” adquisiciones, última de las entradas que tenía pendientes (al menos por ahora…). :)

Hace ya varios días había comprado estos cuatro ejemplares más de la serie Escalofríos de R. L. Stine, con lo que mi colección llega en tan poco tiempo a un total de 32 números. :D




Y titulo la entrada “Últimos Escalofríos” no solo porque sean las últimas adquisiciones del año, sino porque al parecer la desenfrenada búsqueda en la que me embarqué hace poco más de un mes ha llegado a un punto muerto. Una vez exploradas las librerías de segunda mano del centro de la ciudad y alrededores, las cuales he peinado un par de veces más, no he podido encontrar ningún otro número.

Es aquí donde comienza la verdadera e interesante búsqueda. Y es que si encontrarlos fuera fácil, no sería tan divertido. :P

Sigo encontrándome números de otras series y de otro autor similar llamado Christopher Pike, pero no es lo que me interesa ahora. Todas las indagaciones siguen indicando que, a pesar de que en España se publicaron los sesenta y pico títulos de la serie como “Pesadillas”, en Latinoamérica Norma publicó solo 45 como Escalofríos. Así las cosas, solo estoy a 13 de completar la colección. A menos de que nuevas y sorpresivas investigaciones den con más títulos, por supuesto… :)




Con algunas cosas retomando su curso normal, espero también ponerme al día con las lecturas pendientes, y así poder lograr lo que me he propuesto para el siguiente año: ir leyendo poco a poco todos los títulos de la serie (con mente abierta para con una literatura dirigida al público juvenil, como ya dije antes), e intercalándolos con otras lecturas. La verdad es que algunos tienen muy buena pinta y ya quiero hincarles el diente… :D

Sin más, y no sin antes desearles a tod@s un muy feliz y dichoso año 2012, lleno de frikadas y cosas buenas, los dejo con la foto de la colección completa que he logrado reunir desde que me picó el “escalofriante bicho”. :)




¡Un abrazo para tod@s! ;D

jueves, 29 de diciembre de 2011

Google Analytics / Octubre–Noviembre de 2011

¡Hola a tod@s! :D

Continúo retomando algunas entradas pendientes del blog (que como ya les conté lo había tenido algo abandonado en los últimos meses), y Google Analytics es precisamente una de ellas. De hecho, son ya casi tres meses los que llevo sin revisar aquellas famosas búsquedas en Google que de una u otra manera han llevado a mi blog. No obstante, he decidido empezar con los meses de octubre y noviembre, y dejar diciembre, al cual aún le faltan dos días (en los cuales todo puede pasar :P ), para comenzar el próximo año.

La verdad es que pasa uno un rato agradable viendo curiosas búsquedas de todo tipo, desde horrores ortográficos hasta pedófilos en potencia, pasando por mezclas curiosas de términos y frases sin pies ni cabeza. Además, están las “Descabelladas Aventuras de Calavera”, que ya son costumbre y parte importante de mis Google Analytics. :) Y es que buena parte de las búsquedas llevan mi alias, y algunas son tan curiosas que me matan de la risa. XD

En fin… Ahí vamos… :D


pedobear: Para comenzar, vi esto en un par de veces, y confieso que aunque había visto al “osito” ese, no sabía cómo se llamaba ni a qué “se dedicaba”. He tenido que consultarlo para darme cuenta, pues en un comienzo pensé en un nuevo término para las flatulencias o en un oso con problemas intestinales. XD

divugos: No abusemos, por favor… ¿O acaso es una especie de raza pariente de los duendes o los enanos? :P

pelo juventudes hitlerianas: Lo dudo… :P

a veces leo poesias y me da la sensación que yo las escribi: ¡Pues vaya arte que tienes! XD A mí ese género me cuesta. :/

ariakasskull blog: Me encanta ver búsquedas como esta. :) Es alguien que sabe lo que busca. :D

autos de la siguiente calavera: "ya se lleno el panteón, no queda ningun agujero pues se cuentan por monton calaveras por entero”: No entendí un comino, pero me gustó. :)

banpiros gragones: ¡Esos son los de Crepúsculo, sin duda! XDD

caballo de troya benitez es una mierda: ¡Te equivocas! ¬¬ Crepúsculo sí es una mierda. XD

calavera cocina: No muy bien, la verdad. Hasta el agua se me quema. XD Aunque soy mundialmente conocido por mis famosos sándwiches de queso con dulce de guayaba. :D

calavera con dedo en medio alzado: Solo si me sacan de quicio. XD

calavera hacia un lugar de cualquier lado: Eso describe perfectamente algunas etapas de mi vida. XDD

calavera sentada frente a la luna: Qué tierno… :P

calavera tomando trago: Llevo dos años y dos meses sin probar alcohol. :) Solo una cervecilla de cuando en cuando… ;)

calaveras diario de chihuahua: ¿What? XD

calaveras literarias valeria bailadora: ¡¿WHAT?! XDDD

calaveras para contadores que llegan tarde a trabajar: Bah, pásales carta de despido y ya está. :P

calaveras para el dia de muertos para contadoras solteronas: Ahí sí me dejaste sin respuesta… XDD

imagen de calaca tomando cafe en su oficina: Cuando me la tome, la subo. Es una promesa. :D

casa de la senora rosalina Benavides: Conozco la de la señora Margarita Benavides, y seguro no querrías asomarte por allá… ;)

como visto mi calaca de diablo: Con cuernitos. :)

corte de pelo de shane walking dead: Algo casual, para toda ocasión, y a prueba de zombis agarra-pelos. :P

no suelo mirar porno pero cuando lo hago: ¡No, no me cuentes! Dejémoslo así… ¬¬

ver fotografias de incestosporno: ¡Y dale con lo mismo! ¬¬ ¡Con esa música a otra parte! :$

diario de un muerto libro: Eso espero, amigo, eso espero… :D

dibujos dragones de ariakas: Cuando los saque a pasear, te aviso. :P

fui al medico me quito el wiski: Jajajajaaa ¡Ese médico es un maldito cabrón hijo de su grandísima madre! XDDDDD

george valencia calavera: ¡Ese soy yo! :D

hagamoslo ya de una vez antes de q me arrepienta!!: Jajaja ¡Así se habla! XDDD

los libros de caballo de troya son satanicos???: ¡¡¡Claro que no!!! XD Aunque no te digo lo mismo de Crepúsculo. :P

no soy friki: Negarlo no te va a servir de nada. :P

soy friki: ¡Así se habla! :D


¡Genial!, ¿no? :D


Bueno, eso fue todo. :) Sí que me he reído un buen rato yo solo, como un maldito tonto. XDDD Espero que a ustedes también les saque una que otra sonrisilla. ;D

En esos dos meses la búsqueda arrojó un total de 4.068 visitas a través de 1.420 palabras clave. :)

¡Hasta el próximo Google Analytics!

Que seguro será muy pronto…

;)  


miércoles, 28 de diciembre de 2011

Un año, un mes y tres semanas




¿Quién diablos celebra un año, un mes y tres semanas? :/

¡Pues Calavera! XD

Todavía me lamento, pero sigue sin sorprenderme que la esperada fecha en la que El Blog de Calavera cumplía su primer año de existencia se me pasara desapercibida. Era una fecha y una entrada que esperaba con ansias, pues como dije anteriormente en un par de ocasiones este blog nació con más dudas que certezas. Lo creé por insistencia de algunos amigos (entre ellos mi socio Adrián), y ahora le guardo un inmenso cariño, y me siento profundamente orgulloso de lo que ha llegado a ser en este primer año de vida. Ver 60 seguidores sigue sorprendiéndome y alegrándome. Saber que las locuras que escribo son del agrado de tantas personas me llena de satisfacción. :)

Pero, como digo, con lo desastroso que fue este año, no me sorprende que dicha fecha se me haya pasado por las narices. El año que ya casi termina me dejó varias cosas buenas, pero de resto todo lo que podía haber ido mal, fue mal. Ya escribí una entrada-ensayo con motivo de mis tres décadas cumplidas y en la cual cuento someramente algunas cosas muy personales, así que no es este el momento para repetirme, pero sí he de decir que el hecho mismo de estar escribiendo estas líneas, después de haber tocado fondo y haber pasado por días tan terribles, no deja de ser estupendo. Aun así, este año se ha empeñado en acabar con el Calavera alegre y tranquilo de hace algún tiempo. Lo mejor que había en mi vida lo perdí, muchas cosas se estropearon, todo se me puso patas arriba, y cuando todavía estoy tratando de salir a flote (con días buenos y otros malos), me entero de la asesinato de un gran amigo y posteriormente (el pasado 24 de diciembre) del grave empeoramiento en la salud de mi padre…

This is Calavera :)
Excluyendo el hecho de haber coronado un gran proyecto literario como lo fue Diario de un Muerto, la novela escrita en coautoría con Adrián Granatto, este es un año que quiero olvidar, desde muchos puntos de vista. Por eso mismo digo que no me sorprende que haya olvidado dicha fecha. Lo que sí me sorprende es que haya sido precisamente ese 7 de noviembre el día del lanzamiento del nuevo proyecto literario de Los Renegados: Los Misterios de Harris Burdick. Me sorprende que haya sido una fecha doblemente especial, y que yo no haya caído en cuenta de ese detalle…

En todo caso, han sido varias las cosas que lastimosamente han pasado a un segundo lugar en los últimos meses. Primero por físico abatimiento, y después por el poco tiempo que me deja mi nuevo trabajo. A pesar de que hay internet y de cuando en cuando paso a echar un vistazo, mi acceso allí es muy limitado, y cuando llego a casa en la noche, agotado, apenas tengo tiempo para responder mensajes y para escribir los relatos del nuevo proyecto. Es así como desaparecí un tiempo de Todo Stephen King, me paso ya muy poco por Ka-Tet Corp., he abandonado mucho la lectura y a mi propio blog, y es esa la razón también de que tenga abandonados a todos mis amigos y amigas bloggers. Hace ya varios meses que no me paso por ninguno, y no quiero ni pensar en los cientos de entradas geniales que me he perdido… :(

Así que valga la ocasión para enviar un saludo y pedir disculpas por mi ausencia a mis colegas bloggers Belle, Alcorze, Sonix, Mike, Neto, Doctor Lecter, Luther, Luis Bermer, Tulio, Zoltan, Cristian, Juanito, Will, Sebastián, Leo y muchos otros que seguro me olvido de mencionar, pero cuyos blogs he admirado y disfrutado por montones.

Aprovecho la ocasión, repito, para enviarles un saludo y decirles que aunque me he desaparecido de sus blogs, no los he olvidado. Ahora estoy procurando retomar muchas cosas que he dejado aparcadas, entre ellas varias entradas pendientes que tenía, y asimismo espero estar pronto comentando y leyendo sus blogs como antes.

Queda por último, siendo esto uno de los principales motivos de la entrada, agradecer a todos los que se han pasado por El Blog de Calavera en este año, un mes y tres semanas, y han decidido quedarse. Este blog no es nada sin sus lectores, y a todos y cada uno de ellos les estoy inmensamente agradecido por su apoyo. :)

Un abrazo fuerte desde mi rinconcito del mapa, y mis deseos de que este año que viene sea muchísimo mejor…

…¡siempre y cuando los mayas no lancen la bomba atómica, por supuesto! XDD

;)



Y en el 2012 me compraré una moto como esta… :P

martes, 27 de diciembre de 2011

Apocalipsis, de Stephen King

“Un virus gripal, creado artificialmente como posible arma bacteriológica, se extiende por Estados Unidos y provoca la muerte de millones de personas. Los supervivientes tienen sueños comunes, en los que aparece una anciana y un hombre joven. La mujer anciana los incita a viajar a Nebraska para combatir a Randall Flagg, un abominable personaje que encarna las fuerzas del mal…”

Una sinopsis en extremo corta para semejante libro, sin duda. Incluso cualquier reseña que un servidor pueda ofrecerles nunca será capaz de hacerle justicia a una novela que ha sido elegida unánimemente por los fans como la mejor obra de Stephen King. Está It, por supuesto, y la saga de La Torre Oscura, o novelas como Cementerio de Animales, La Zona Muerta o La Milla Verde, que siempre están en los Top Five de los fans (si es que se puede hacer un Top Five de un autor que cuenta con decenas de excelentes novelas). Pero Apocalipsis siempre estará ahí codeándose con los pesos pesados de la obra del Maestro del Terror.

Y es que una novela que en su edición de bolsillo tiene casi mil seiscientas páginas escapa por completo a cualquier descripción, haciéndose merecedora más bien de una tesis doctoral. Alguna vez Stephen King dijo que todo lo que sabía estaba en It, pero creo que eso es algo que también se aplica a Apocalipsis.

Publicada por primera vez en 1978 como The Stand, y en castellano como La Danza de la Muerte, la novela había pasado por las verdes y las maduras antes de ver la luz. Stephen King pasó más de dos años escribiéndola, periodo durante el cual sufrió un bloqueo monumental que tuvo la historia detenida por un buen tiempo (más detalles en Mientras Escribo), y cuando finalmente estuvo lista los editores se negaron llanamente a arriesgarse con una novela de semejante extensión, teniendo en cuenta que, a pesar de su éxito, Stephen King solo tenía tres novelas.

El ultimátum fue simple pero endiablado: o King le echaba tijera o lo hacían los editores. Por supuesto, King prefirió hacerlo él mismo. Aun así, no alcanzo a imaginar el desaliento que tuvo al tener que sentarse a reestructurar de nuevo su novela. Al final fueron unas cuatrocientas páginas las que desaparecieron de esa primera edición, pero el tiempo tendría la última palabra, y doce años después el Maestro del Terror podría ver su obra tal como la concibió: en 1990 lanzó The Stand - The Complete & Uncut Edition, que en castellano fue publicada como Apocalipsis, y en la cual el escritor de Maine, además de rescatar los pasajes que en su momento se vio obligado a descartar, hizo una nueva revisión en la que actualizó la novela, ambientándola en 1990…

Hace muchos años había leído La Danza de la Muerte en un par de ocasiones. Por supuesto, flipé al leerla, pero siempre me pregunté qué nuevas escenas tendría la versión extendida. A pesar de que el Maestro advierte en la introducción que la novela no cambia en nada ni los personajes varían su comportamiento (solo hacen más cosas, dice), sí me mataba la curiosidad por saber qué nuevos detalles encontraría.

Pues bien, hace unos meses me embarqué por tercera vez en la aventura de The Stand, esta vez en su versión extendida. :) Y por tercera ocasión la historia me atrapó. Pero sí he de confesar, no obstante, que esta vez, quizá por haber leído hace poco otro mamotreto tan sumamente ágil como La Cúpula, me pareció lenta en algunos pasajes. La primera parte es tremenda, se lee con una avidez demencial. La segunda comienza centrándose en cada grupo de personajes, dedicándoles hasta varias decenas de páginas, lo que le quita un poco de velocidad, que luego recupera con la tercera parte, en la que muchas cosas se resuelven con prontitud para llegar a un final inolvidable…


El Santo Grial


En todo caso, y volviendo a lo que nos atañe, The Stand es una novela monumental, apenas igualada, tanto en extensión como en calidad, por otros dos pesos pesados: It y La Cúpula. Sus cientos de páginas pasan sin apenas darte cuenta, a medida que King va tejiendo su telaraña y va presentando a los personajes. Unos llegarás a amarlos, otros los odiarás a muerte, pero ninguno te dejará indiferente. Y a todos los acompañarás en ese viaje sin retorno, en ese mundo post-apocalíptico que King crea de forma tan magistral. Y es que ese mundo donde todo es soledad, muerte y desolación casi llega a ser un personaje más, un actor más en esa obra coral en la que no puedes evitar verte atrapado. De pronto, mientras lees, te ves invadido por un acceso de tos o un estornudo, y un escalofrío te recorre el cuerpo, mientras tu mente comienza a imaginarse lo peor…

Uno de mis tesoros... :)
Adentrarse en esta novela, en este viaje, es una experiencia inolvidable, seas o no seguidor de Stephen King.

Cabe anotar aquí, por cierto, y puesto que tengo el privilegio de haber leído ambas versiones, que sí hay diferencias sustanciales entre ambas novelas. Además de un prólogo y un epílogo que no existen en la primera, y que cierran de forma más concreta la misma, hay varias escenas de importancia que en su momento fueron excluidas y a las que bien merece la pena darles un repaso.

Respecto a esto he tenido la idea de estudiar ambas versiones y escribir un ensayo con las diferencias entre ambas, como en su momento lo hizo la revista Insomnia con la versión ampliada y revisada de La Torre Oscura I, pero para ello se necesita tiempo, del cual no dispongo mucho por estos días… :/ No obstante, y tal y como sucedió con la novela, quizá el tiempo tenga la última palabra y el ensayo vea la luz después de todo… :)

La obra fue adaptada en una serie de televisión bastante buena y con grandes actuaciones. A pesar de ello, en lo personal el Randall Flagg de la miniserie nunca me gustó ni un poco.

Ahora está en proceso la realización de una versión cinematográfica, pero aún falta tiempo para que la veamos en los cines, así que la serie es lo que hay… :P

La obra también ha sido adaptada al cómic con excelentes resultados. La edición en castellano ha corrido a cargo de Panini, con unas ediciones en tapa dura bastante apetecibles, pero que por estos lares no se ven ni en las curvas (Qué raro, ¿no?)…

Mientras tanto, recordaré con añoranza a Fran, Stu, Larry, Nick, Tom, Glen, Harold… Ah no, Harold no, de ninguna manera!! XDD

¡¡¡Kojak!!! :’)




:D

lunes, 26 de diciembre de 2011

EXTRAVÍO EN VENECIA


Los Renegados presentan:

Los Misterios de Harris Burdick

EXTRAVÍO EN VENECIA

Escrito por George Valencia (Calavera)
Basado en una ilustración de Chris Van Allsburg




Aun con sus potentes motores en reversa, el trasatlántico fue arrastrado más y más en el canal.



1

Mi abuelo Rocco siempre estaba pronto a contar esa extraña historia sobre el trasatlántico a todo aquel que estuviera dispuesto a escucharlo. O aunque no lo estuviera, todo hay que decirlo. Bastaba con que le dieran una pequeña puntada, que mencionaran de paso cualquier tema remotamente relacionado, para que él se enzarzara en su insólita historia.
La recuerdo palabra por palabra.
—Ocurrió en agosto de 1913 —decía—, poco más de un año después del tristemente célebre hundimiento del Titanic, y un año antes de que comenzara la Primera Gran Guerra. Yo había nacido con el centenario, así que por esos días contaba con trece años. Era un ragazzo despierto y travieso en ese entonces. Algo hiperactivo, en realidad. Siempre estaba deambulando de aquí para allá, fisgoneando un poco en todas partes. Mi madre decía que yo era un “metomentodo” bastante insoportable, pero mi padre solía decir que yo había salido calcado a él, y eso le agradaba.
»A decir verdad, creo que lo que más agradaba a mi padre era que yo siempre estaba presto a acompañarle y echarle una mano cada vez que lo necesitaba. En temporada de pesca, por ejemplo, me llevaba con él y me encargaba todo tipo de tareas, que yo realizaba con gusto. “Ammiraglio Rocco”, me decía, y eso a mí me llenaba de orgullo. A mis hermanos les sacaba de quicio y decían que yo era el consentido de mi padre, que ellos siempre estaban en un segundo plano. Yo hacía oídos sordos a sus comentarios, y mi padre desmentía esas habladurías con un ademán indiferente, asegurando que todos eran sus hijos, y que a todos los quería por igual. Aun así, yo sabía que en el fondo sentía un aprecio especial por mí…
—El trasatlántico, abuelo —solía recordarle yo, o quien en ese momento hiciera las veces de canalizador de la historia. Era un trabajo engorroso, pero alguien tenía que hacerlo. A menos que quisiéramos que mi abuelo extendiera su historia por horas y horas, saltado de un evento sin relación a otro.
—A eso voy, a eso voy, Leo. ¡No me rompas las pelotas! —exclamaba él, simulando un enojo que no sentía. Creo que en el fondo él sabía que también eso era parte del juego—. Como venía diciendo, solía acompañarle en multitud de tareas, siempre y cuando no fueran demasiado pesadas para un chico de trece años. Era como una especie de escudero de mi padre, que nunca perdía oportunidad para recordarme la importancia de ganarse el propio sustento.
»A mi madre, por cierto, no le gustaba ni un poco. Decía que una partida de viejos apestosos no era compañía para un niño de mi edad, y amenazaba constantemente con ir por mí y traerme de vuelta a casa tirándome de las orejas. Yo hacía gala de una de las virtudes de mi padre: oídos sordos para palabras necias. Si mi madre, a quien yo tranquilizaba diciéndole que ya era lo suficientemente mayor como para cuidar de mí mismo, hubiera sabido lo que pensábamos, no solo me habría tirado de las orejas, sino que además me las habría arrancado de cuajo.
»El caso es que ese verano mi padre estaba trabajando en el Arsenale, un gran astillero ubicado en el barrio Castello, al sureste de Venecia…
—Sabemos dónde queda, abuelo. Vivimos aquí.
—El que está contando la historia soy yo, asino del demone, no tú, así que para de parlotear y déjame seguir. Además, aquél chico de la esquina viene de la capital y no sabe ni un ravanello de Venecia.
—Disculpa, abuelo.
—Como decía —proseguía él, incólume ante cualquier interrupción—, en ese inolvidable agosto de 1913 mi padre había sido contratado en el astillero por un tipo llamado Enrico Perotti, un siciliano que se había abierto camino en el negocio de la construcción de barcos. En ese entonces los sicilianos tenían las manos limpias, y Enrico era un buen tipo. Me estimaba y me trataba de tú a tú. Un gran hombre. Murió en la Segunda Gran Guerra, a comienzos de 1942.
»—Rocco —le gustaba decirme—, ¿cuántos barcos vas a construir hoy?
»—Cuatro —le decía yo; o cinco o seis—, como mínimo.
»Y cada vez Enrico Perotti se desternillaba de risa como si lo escuchara por primera vez.
»—Cuida a este chico —le aconsejaba entonces a mi padre—, le espera un gran futuro.
»Y mi padre asentía sonriendo.
»Creo que admiraba mucho a Enrico, y lamentó de verdad enterarse de su muerte…
»En todo caso, ese 12 de agosto estaba yo con papá en las cercanías del astillero. Habíamos ido al muelle a buscar a un tal Federico Totti, hombre de confianza de Enrico y encargado de la compra de insumos para el astillero. Era algo aficionado a la bebida, y nuestra misión era encontrarlo y llevarlo de vuelta. Ya lo habíamos hecho en anteriores ocasiones, y sabíamos más o menos donde encontrarlo.
»Anochecía. Eran ya casi las siete de la noche y el cielo estaba nublado. Gruesos nubarrones se alzaban en el oeste, amenazando lluvia para la noche. A pesar del verano, esa semana el clima había estado algo templado, y junto con los cúmulos de nubes algunos bancos de niebla se formaban aquí y allá en la superficie del golfo.
»—¿Iremos al bar o al cabaret? —pregunté yo, mientras descendíamos una de las numerosas escaleras del barrio. Mi padre tenía su propia embarcación, por supuesto, pero prefería andar a pie cuando trabajaba en el astillero o en el puerto. Decía que no era bueno permanecer demasiado tiempo en el agua. Yo creo que era más bien un agüero infundado. El caso es que ya casi habíamos llegado al muelle, y mi padre frenó en seco y me miró fijamente como pocas veces lo hacía.
»—Rocco —dijo, y su tono de voz me alarmó un poco.
»—¿Sí, padre?
»—Cuida mucho de no decir semejante cosa delante de tu madre. Si se entera de que te he traído a esta parte de la ciudad, me mata. Y no lo digo figurativamente.
»Yo le devolví la mirada con igual gravedad, y le respondí:
»—Por supuesto, padre. Lo prometo.
»Siempre fui muy fiel a mi padre, y esa fue una de las muchas promesas que nunca le incumplí.
»Ya más tranquilo, mi padre sonrió y, tomándome del hombro, me invitó a reanudar el camino.
»—Vamos a buscar a ese condenado borracho —dijo.
»Proseguimos la marcha. Bajamos los escalones, cruzamos un nuevo puente y llegamos al borde de ese extremo de la ciudad. El bar distaba solo un par de cuadras, pero entonces, justo al torcer por una esquina, lo vimos…
Mi abuelo sabía hacer su número a la perfección, así que en este punto de la narración siempre dirigía su mirada a una esquina de la habitación, preferiblemente vacía, con vacua consternación, como si estuviese reviviendo el momento.
—¿Viste qué? —decía yo, o alguno de los presentes, aunque ya todos, o al menos la mayoría, sabíamos a qué se refería.
—El transatlántico. Vimos el trasatlántico.


2

En esta parte no faltaba quien emitiera un “Ohhh”, o un “Ahhh” cargado de sorpresa. Y es que si te parabas a pensarlo detenidamente resultaba bastante insólita la imagen de una embarcación de semejante magnitud en un golfo rodeado de islotes y puertos. Y también, claro está, estaba el hecho de que mi abuelo sabía ponerle ese toque de misterio digno de las buenas historias.
Por otra parte, su imagen de por sí era bastante curiosa. Mi abuelo Rocco parecía salido de una película ambientada en el siglo XIX, con su larga barba, su barriga prominente y sus mejillas sonrosadas. Había perdido un ojo en un accidente, lo que le daba un aspecto aún más exótico. Vestimentas de un estilo puramente veneciano, con botas de puntera, completaban su atuendo.
Rocco Martini era todo un personaje.
—Sé que diciéndolo así suena como una locura salida de la mente de un viejo loco —proseguía mi abuelo después de un silencio calculado—, pero juro por el ojo bueno que aún me queda que fue tal y como lo estoy contando. La imagen era simplemente abrumadora, y nos tuvo a mi padre y a mí estupefactos por varios minutos.
»El trasatlántico se acercaba con silenciosa lentitud, surcando las aguas del golfo como si se tratase de un simple paseo nocturno. Hilachas de niebla se cortaban a su paso, dejando una estela gris detrás. Las medias luces del barco, la ausencia de personas en cubierta y el aspecto general del mismo, le daban un aire lúgubre y fantasmal que ni a mi padre ni a mí nos pasó desapercibido.
»Recuerdo que en ese momento, notando justamente esos detalles que aún ahora me producen escalofríos, se me ocurrió una idea tan increíble como perturbadora.
»—Padre —susurré, con un escalofrío recorriendo mi espalda—, ¿es el fantasma del Titanic?
»Mi padre me miró, y vi en su mirada un temor inconfesable. Supongo que él también había pensado lo mismo, aunque no quisiera reconocerlo, por supuesto. Pasado un momento, quizá para no admitir lo que había pensado, o tal vez para tranquilizarse a sí mismo, dijo:
»—¡No seas stolto, Rocco! Sí que es una aparición extraña, pero no es ningún barco fantasma.
»Aun así, cuando dirigió su vista nuevamente al trasatlántico, pude ver el temor reverente que sentía. Mi padre era un hombre de mundo, y había visto miles de cosas en sus cuarenta y tres años, pero seguramente eso era nuevo para él.
»A mí me daba miedo mirar el barco. Presentía que algo no estaba bien, algo me daba muy mala espina, y no era precisamente lo que expuso mi padre a continuación con un grito que casi me provoca un paro cardiaco.
»—¡Santa virgen del agarradero! ¡Aquí va a ocurrir un terrible accidente!
»Y es que, en efecto, en ese momento me di cuenta de la dirección que llevaba el barco y de lo cerca que estaba del muelle. Si seguía su curso, bastarían unos cuantos minutos para que se internara en el canal principal de ese lado de la ciudad, destruyendo todo a su paso.
»Ahogué una exclamación, y las piernas comenzaron a temblarme.
»Mi padre también estaba hecho un manojo de nervios, no obstante lo cual tuvo la suficiente entereza para tomar cartas en el asunto.
»—Rocco, muchacho —dijo, asiéndome de los hombros y mirándome fijamente—, escúchame. Escúchame muy bien.
»—Sí, padre —asentí obedientemente.
»—Ve y busca a Don Enrico y dile que una embarcación de gran magnitud se dirige hacia el puerto. Dile que tardará unos… —mi padre echó un vistazo al trasatlántico y pareció hacer algunos cálculos mentales—, diez minutos. Doce a lo sumo. Ve y díselo. Él sabrá que hacer.
»—Sí, padre —respondí yo, y me quedé moviendo afirmativamente mi cabeza, consternado, sin moverme del mismo punto.
»Mi padre se quedó mirándome unos segundos, y después exclamó con fuerzas:
»—¡Muévete, stolto, mueve esas malditas zancas!
»No hizo falta que me lo repitiera.
»De inmediato eché a correr como alma que lleva el diablo, como si en ello se me fuera la vida. Corrí y corrí, y me enorgullezco de decir que hice mi parte para impedir la tragedia, a pesar de mis escasos trece años.
»Aun así, no pudimos evitarla…
  

lunes, 12 de diciembre de 2011

UN EXTRAÑO DÍA EN JULIO


Los Renegados presentan:

Los Misterios de Harris Burdick

UN EXTRAÑO DÍA EN JULIO

Escrito por George Valencia (Calavera)
Basado en una ilustración de Chris Van Allsburg




Lanzó con todas sus fuerzas, pero la tercera piedra rebotó de regreso.



1

Imagina un lago.
Un lago prístino y tan azul como el más límpido de los cielos, enclavado en el interior de un valle al oeste de un pueblo pequeño; un lago rodeado de bosquecillos de árboles bajos y praderas tan verdes como nunca hayas imaginado, a través de las cuales riachuelos tranquilos y angostos desembocan en él con un murmullo cadencioso que invita al sueño, la tranquilidad y la paz. Aquí y allá el lago se pierde en rincones, recovecos y curvas, creados por los numerosos promontorios que se alzan en las colinas bajas de las faldas de la montaña. Algunas rocas de gran tamaño invaden los bordes en ciertas zonas, creando cuevas y pequeñas lagunas escondidas; hábitat ideal para los castores, las ardillas y los niños de nueve años.
Imagina un niño, justamente de esa edad, de cabello negro, piel blanca, ojos soñadores y sonrisa inocente. Es algo tímido y le cuesta relacionarse con los demás chicos del colegio. Le gusta dibujar, leer y adentrarse en la multitud de caminitos que rodean el lago y que se pierden en el interior del bosque en una telaraña sin fin. De cuando en cuando sale a cazar pececillos, para admirarlos y estudiarlos, y luego dejarlos en libertad. Es callado y soñador, pero saca buenas notas en el cole.
Ese soy yo a los nueve años.
Ahora imagina una niña, un año mayor. La más linda que jamás hayas visto. Delgada y grácil, de ojos negros y cabello oscuro y abundante. Su sonrisa invita a la alegría, a las risas, y su mirada lleva los sueños en su brillo. Es inteligente, locuaz y su compañía te hace sentir bien. También le gusta leer historias de aventuras y tiene una infinita creatividad para los juegos. Hermosa, tierna, de buen corazón, una criatura casi etérea, como una mariposa de vivos colores. Así es ella.
Su nombre es Estephanie.
Ahora une estos tres elementos, únelos en un extraño día en julio, uno en el que el tiempo parece estar más allá de cualquier medida; uno en el que los árboles no se mecen y las nubes parecen tardar días en recorrer el cielo, uno en el que el lago está tan quieto y sereno como un espejo. Hazlo, y la magia surgirá. Naturalmente, sin barreras ni límites, tan poderosa e inesperada como un atardecer violeta.
Con la fuerza suficiente como para cambiar vidas.


2

Fue Estephanie quien lo descubrió.
Era ella a quien siempre se le ocurrían las buenas ideas, y ella la que por alguna razón siempre descubría las cosas más curiosas. A veces eran cosas que solo ella (y con el tiempo yo también) entendía… Como quien ve figuras en las nubes donde los demás ven algodones blancos.
Era un mundo aparte, Estephanie, siempre tan soñadora.
Esa tarde de julio me llevó a una de las zonas menos concurridas del lago. Decía haber descubierto algo maravilloso. En ningún momento me cupo la menor duda de que así sería, aunque yo imaginaba algo como una cascada de agua escondida tras un bosquecillo o un árbol con forma de jirafa o elefante, algo aparentemente trivial, pero que visto a través de sus ojos sería sin duda maravilloso. Yo me maravillaría con ella, y escucharía extasiado alguna de sus extrañas historias mientras compartíamos algunas viandas a la sombra de un viejo olmo.
Pero cuando llegamos al borde del lago, en un rincón guarecido por las rocas que casi llegaba a ser una laguna secundaria, y Estephanie comenzó a recoger guijarros de la orilla, supe que esta vez se traía algo distinto entre manos.
—Tefi, ¿es eso lo maravilloso que tienes para mostrarme? —dije, no obstante, escéptico—. Hemos lanzado guijarros cientos de veces en el lago.
—Esta vez será diferente, Lucky —dijo ella, y me guiñó el ojo, sonriendo.
—Eso está por verse —respondí, sonriendo también sin poder evitarlo—. ¡Y no me llames “Lucky”! Mi nombre es Lucas.
—Tú me llamas “Tefi”.
—Pero a ti te gusta.
—A ti también. Deja de rezongar, Lucky, y ayúdame a buscar guijarros planos.
Así lo hice, y pasados quince minutos de buscar aquí y allá en la orilla del lago ya teníamos una buena cantidad apilados a nuestros pies.
La tarde transcurría lenta y apacible. El sol se colaba entre las nubes de cuando en cuando y le arrancaba destellos al vestido impecablemente blanco de Estephanie. Su cabello oscuro despedía apagados brillos que enmarcaban su hermosa carita como una aureola. El lugar en el que estábamos parecía estar ajeno a lo que sucedía alrededor, se palpaba un silencio soterrado, solo interrumpido a ratos por las risas de otros niños que disfrutaban de las vacaciones de verano.
—Bueno —dijo ella finalmente—, creo que fue aquí donde la vi.
—¿Viste qué? —pregunté, intrigado.
—La luz.
—¿La luz?
—Sí, Lucky, pero primero tenemos que encontrar el lugar exacto y lanzar la piedra tres veces, y…
—Vamos por partes —la interrumpí—. ¿Lugar exacto? ¿Tres piedras?
—Sí, Lucky —dijo Estephanie, ladeando la cabeza y poniendo los brazos en jarras, como si fuese una madre tratando de hacer comprender algo a su testarudo hijo—. Mira, ayer estuve por aquí, explorando, sin ninguna idea concreta. Entonces me aburrí y decidí lanzar guijarros. El récord está en…
—Ocho. Ocho saltos. Lo sé.
—Sí. Y aunque sé que nunca me hubieras creído si lograba nueve, decidí entrenar un poco para la próxima competencia. Había estado lanzándolos mientras recorría lentamente la orilla, cuando…
Se quedó callada, pensativa, y con una sonrisa pícara y curiosa que yo conocía muy bien.
—¿Cuándo qué, Tefi? ¡No me dejes intrigado!
Ella me miró, y pareció estudiarme detenidamente. Me gustaba cuando me miraba así, pero también me hacía sonrojar. Ella lo sabía, y por eso lo hacía a propósito.
—Creo que será mejor que lo veas tú mismo.
Entonces se inclinó, cogió un guijarro, lo examinó buscando su mejor lado, y lo arrojó con fuerzas a baja altitud. La pequeña piedra saltó… y saltó… y saltó… y…
—¡Uaaaaau! —exclamé, sinceramente sorprendido—. ¡Diez saltos! ¿Cómo lo hiciste?
Miré a Estephanie, y mi sorpresa fue mayor al ver su rostro inexpresivo y desilusionado.
—¿Qué pasa, Tefi? Acabas de romper la marca… ¡y no te inmutas!
Ella me miró, y sonrió tristemente. Si había algo que caracterizaba a mi amiga era que su rostro era un lienzo traslúcido a través del cual se evidenciaban sus sentimientos. Dicen que el rostro es el reflejo del alma, y el de Estephanie era quizá la máxima expresión de ello.
—Es que no funcionó como ayer —dijo.
—¿Y qué pasó ayer?
—Quizá no sea el lugar exacto… —murmuró ignorando mi pregunta, y dándose golpecitos en los labios con las puntas de los dedos. Siempre hacía eso cuando estaba tratando de resolver algo, o de llegar a alguna difícil conclusión. A mí me encantaba ese gesto.
—¿Podrías decirme qué demonios pasó?
Estephanie me miró con el ceño fruncido.
—No maldigas, Lucky.
—Lo siento.
—Ven, quizá me equivoqué de lugar.
Me cogió de la mano y me condujo rodeando lentamente la orilla. Miraba aquí y allá, como buscando algún rastro, alguna huella. A veces observaba el lago y murmuraba para sí palabras que no alcanzaba a escuchar.
Entonces, en un momento dado, frenó en seco y exclamó:
—¡Es aquí! ¡Estoy segura! —Me miró sonriente—. Lucky, ven y trae unos cuantos guijarros.
Obedeciendo sus órdenes, fui y traje de vuelta unos cuantos del montón que teníamos apilados. Estephanie estaba en cuclillas, mirando hacia el lago con los ojos entrecerrados, como si estuviese midiendo algunas misteriosas coordenadas. Yo seguía sin entender nada, y por momentos pensaba que mi amiguita sí estaba corrida de la teja después de todo.
—¿Crees que con estos bastarán? —pregunté enseñándole las piedras que llevaba en la bolsa improvisada que había hecho con los fondillos de mi camiseta.
Estephanie estudió los guijarros y asintió.
Cogió uno, y sin mayores preámbulos lo lanzó con fuerzas sobre la superficie del lago.
Recuerdo que en ese preciso instante me distraje por unos segundos descargando mi botín en el suelo, por lo que no vi lo que sucedió en el agua. Solo pude ver conmocionado cómo la piedra que hasta hace unos segundos había sido arrojada regresaba a reunirse con las demás en la orilla de la pequeña playa. Por un momento sospeché que Estephanie me estaba tomando el pelo, pero entonces vi su expresión extasiada y ya no tuve duda de que algo había ocurrido.
—¿Lo viste, Lucky? —preguntó.
—Mmm… La verdad… no —respondí después de balbucear un poco.
—¡Pero sí que eres…! Ven, pon cuidado.
Me cogió de la camiseta y me zarandeó hasta situarme a su lado. Cogió otro guijarro de la pequeña pila; se inclinó un poco y se colocó en posición.
—No te distraigas, Lucky; siempre te distraes.
—No lo haré —prometí.
Estephanie se concentró, y su carita adquirió el semblante de la mujer madura que sería algún día. Supongo que quien lea esto pensará que estaba enamorado ya a los nueve años… y tal vez tenga razón. Aunque en ese momento no tenía muy claro lo que era el amor. Al menos esa clase de amor.
Lanzó el guijarro con fuerza, y a punto estuve de perderme también este segundo lanzamiento por estar admirándola. Desvié la vista justo a tiempo para ver cómo la pequeña piedra alcanzaba una veintena de metros en la superficie del lago, dando saltitos cada vez más cortos… para luego regresar por el mismo camino, dando sendos botes hasta llegar a nuestros pies.
Me quedé alelado, observando las ondas que se esparcían por la superficie del agua, casi esperando ver alguna extraña criatura surgiendo de las profundidades. Estephanie aplaudía y reía entusiasmada.
—¿Lo viste, Lucky? Dime que lo viste o te arranco las orejas.
—Lo vi… lo… claro que lo vi. Es solo que no puedo creerlo…
—No sé a qué se debe, pero es como si la piedra rebotara contra algo. Ayer lo intenté en muchas otras partes, incluso desplazándome solo unos metros, pero parece que solo sucede en este punto específico del lago. ¿No es genial?
—Lo es, Tefi —contesté, aún conmocionado por el fenómeno—. Es maravilloso, tal como dijiste.
—Pues déjame decirte que aún no has visto nada.
—¿Ah, no? —pregunté, y aunque no tenía un espejo a la mano, creo que puse una cara de tonto de campeonato.
—Sipirili —respondió ella con una sonrisa de oreja a oreja.
Ver su alegre expresión me sacó de mi ensimismamiento. Sonreí y dije:
—Bueno, ¡veámoslo!
—¿Cuántos lanzamientos llevo?
—¿Dos?
—Exacto. Ahora mira esto.
Estephanie lanzó con todas sus fuerzas, pero la tercera piedra rebotó de regreso. Y justo en ese instante se vio un fogonazo verde que se esparció por todo el lago, proveniente del punto en el que el guijarro había rebotado, cambiando el tono de la soleada tarde. Duró apenas unos segundos, pero quedó grabado en mi retina por varios minutos. Fue como una explosión silenciosa y colorida que solo nosotros pudimos ver, pues nadie acudió a mirar y el bullicio lejano de los niños continuó con normalidad.
Estephanie y yo nos miramos; ella con una expresión de complacencia y yo con el rostro demudado por la sorpresa. Algo había allí, en ese punto del lago, y era un mágico secreto que solo los dos conocíamos. No hubo necesidad de palabras; los dos estábamos pensando lo mismo. ¿Qué había en el lago? ¿Qué clase de extraño lugar mágico habíamos descubierto? ¿De dónde procedía?
Entonces Estephanie interrumpió el hilo de mis pensamientos.
—Hazlo tú, Lucky.
—¿Yo?
—Sí, tú, Lucky tonto.
Miré los guijarros, y a continuación observé la superficie del lago, que poco a poco se había aquietado. ¿Por qué no?, pensé. Me agaché, recogí una piedra, miré a Estephanie, que asintió con aprobación, y la lancé.
La piedra dio ocho, diez, doce, ¡trece saltos!, y entonces rebotó de vuelta hasta parar a mis pies.
Estephanie y yo nos miramos, y reímos como tontos.
Recogí otra piedra y repetí el procedimiento, con igual resultado.
Agarré un tercer guijarro, respiré profundamente, y lo lancé con todas mis fuerzas. Tuve el tiempo suficiente para pensar que no sucedería nada, que la magia que había obrado por manos de Estephanie no arrojaría resultados por las mías, pero entonces un fogonazo de luz azul se levantó hacia el cielo, inundando el lago con su impresionante resplandor. El cambio de tonalidad era algo nuevo, lo noté en la expresión de Estephanie, por lo que, teniendo en cuenta su inagotable creatividad, no me sorprendió cuando me dijo:
—¿Y si lo hacemos al tiempo?
Era una gran idea, como todas las que se le ocurrían, y multitud de posibilidades cruzaron por mi mente como un torbellino. Sin pararnos a pensarlo detenidamente, recogimos sendos guijarros de la pila, y de manera sincronizada fuimos lanzándolos. Los primeros rebotaron con más fuerza de lo normal. Los segundos, más aún. Y ya antes de lanzar los terceros guijarros, con matemática exactitud, supimos que algo sin precedentes iba a suceder. Sin embargo, nada nos preparó para lo que ocurrió.
Lanzamos con todas nuestras fuerzas; los guijarros dieron igual número de saltos, y entonces en cierto punto los dos chocaron. Justo en ese momento un fulgor multicolor inundó no solo el lago y el sector donde estábamos, sino todo, absolutamente todo. Y esta vez no desapareció, ni mucho menos, sino que por el contrario pareció extenderse y extenderse hasta invadir nuestra realidad.
Fue entonces cuando, en el centro de todo, vimos la puerta.
  
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