“John Kenton es un licenciado en lengua
inglesa que trabaja para Zenith House, una pequeña editorial de libros de bolsillo
de Nueva York que tiene el 2% del mercado de libros en rústica y es
decimoquinto en una lista de quince editoriales. Todo el personal de Zenith
House está angustiado ya que Apex, la corporación dueña, pretende poner la casa
en el mercado si no hay un repunte en las ventas en el año civil de 1981… y
debido a la pobre red de distribución de Zenith, eso parece improbable.
Es en este marco en el que Kenton recibe una
solicitud por carta de Carlos Detweiller, de Central Falls, Rhode Island.
Detweiller, de veintitrés años, trabaja en la Casa de Flores de Central Falls,
y está ofreciendo un libro escrito por él titulado Verdaderos Cuentos de
las Plagas Demoníacas. Para Kenton es
obvio que Detweiller no tiene absolutamente ningún talento de escritor… pero en
ese caso, ninguno de la mayoría de los escritores de la lista de Zenith lo
tiene, de modo que decide alentar a Detweiller para que envíe algunos capítulos
de prueba y un borrador.
En cambio, Detweiller envía la obra
completa, que es aún peor de lo que Kenton hubiera imaginado en sus peores
pesadillas. Pero lo peor de todo son las fotografías que el aspirante a
escritor adjunta. Algunas son penosas falsificaciones, pero una serie de cuatro
fotos resultan perturbadora y repugnantemente realistas… Y esto es solo el
comienzo…
…El comienzo de una historia casi tan
descabellada como las que la editorial está acostumbrada a publicar…”
La Planta, una novela por entregas
escrita de forma epistolar —es decir, a base de cartas, memorándums de oficina,
extractos de diarios, etc.—, comenzó como la idea de Stephen King de un regalo
de Navidad fuera de lo común. King consideraba que sería interesante reemplazar
las consabidas tarjetas de Navidad por algo que las personas pudieran disfrutar
y, a la larga, conservar. De modo que para finales de 1982, algunos familiares,
amigos y allegados del escritor de Maine recibirían la que sería la primera
parte de una novela bellamente encuadernada, en tapa dura, con cubiertas color
verde oliva. Las páginas interiores estaban impresas en un fino papel color
crema. Este tipo de edición era el sello característico de Philtrum Press, la misma
editorial, propiedad de King, que luego publicaría trabajos como Los Ojos del Dragón o Six Stories, y que se ha caracterizado
en su casi desconocida pero longeva historia por el cuidado y exclusividad de
sus publicaciones.
Un set como este puede rondar los 2.500 o 3.000 dólares. |
En 1983 y
1985, los amigos y familiares de King recibirían la segunda y tercera partes de
la historia, con una presentación igual a la primera, y aunque obviamente se
trataba de un presente, el hecho de tratarse de una obra inédita y de carácter
tan excepcional provocó que con el tiempo algunas copias comenzaran a circular
vendiéndose a precios exorbitantes. En alguna ocasión el autor manifestaría que
eso era algo que no podía controlar. Era un regalo, y cada cual podía disponer
de él como quisiera. Aún hoy sigue siendo una de las piezas más buscadas por los coleccionistas. Tratándose de un ítem que no superaba los 250 ejemplares, es
casi imposible conseguir una copia —un set con los tres tomos ronda actualmente
los tres mil dólares—, y tal vez solo se vea superada por la codiciada edición
encuadernada en amianto de Firestarter.
Sea como
fuere, para 1986 King decidió que no seguiría escribiendo la historia, alegando
que el relato se asemejaba mucho al filme La
Tiendita del Horror (Little Shop of Horrors), de modo que la historia entró
en hibernación, y las ediciones del libro se convirtieron en objeto de culto…
Junto con La Planta, esta edición de Firestarter es una de las más buscadas por los coleccionistas. |
…Hasta
mediados de 2000…
En junio de
ese año llegó la esperada noticia: Stephen King anunció que publicaría
nuevamente las tres primeras partes de la novela —a la sazón con algunos
cambios y correcciones— y que además la terminaría, a razón de una entrega por
mes por tiempo indefinido. La novedad era que se trataba de un libro electrónico
y que, a diferencia de Montado en la Bala,
el archivo no sería encriptado y el usuario tendría la libertad de imprimirlo.
Eso sí, King le daba el voto de confianza al lector, que pagaría el precio
estipulado por entrega de un dólar una vez descargara el archivo, y
condicionaba la continuación dependiendo de la acogida y el cumplimiento del
trato. Era, repito, un negocio basado en la confianza.
Los fans
respondieron con entusiasmo, y para julio de 2000, con bombos y platillos,
aparecía en línea la primera parte de La
Planta. En las primeras quince horas el archivo fue descargado más de
40.000 veces, con un promedio de pago de casi un 80%. Unas cifras nada
despreciables.
King se mostró
agradecido y adelantó la que sería la dinámica de las próximas entregas, cada
una de las cuales sería más larga que la anterior y, al ir acercándose a la
conclusión, con un pequeño incremento en el costo —2,50 dólares—.
En agosto y
septiembre de 2000 llegarían la segunda y tercera partes, respectivamente,
manteniéndose las cifras bastante estables.
Pero
entonces el panorama se ensombreció.
A pesar de
que King prometió concluir la obra e, incluso, publicar de manera gratuita las
últimas entregas, la cantidad de descargas disminuyó y el porcentaje de pago
bajó en picada del inicial 75% a un 45%. King cumplía; los lectores, no. Así
fue durante la cuarta y quinta entregas, al término de la cual King anunciaba
que la sexta sería por el momento la última, el final de lo que vendría a ser
el Libro I (Zenith Rising), con su
propio clímax y donde se definiría el destino de varios personajes, y que la
historia, una vez más, entraría en hibernación.
Portada interior de la primera entrega. |
El
descontento fue grande, y la polémica no se hizo esperar.
A decir
verdad, para el lector promedio puede resultar tediosa la espera mes tras mes
para continuar la lectura, y no es de extrañar que muchos perdieran el
entusiasmo. Además, otros se quejaron del incremento a dos dólares en las
entregas más largas, por lo que poco a poco el proyecto se fue desvirtuando.
Por otra
parte, en el trasfondo de todo esto, y en una época en la que el tema de los
libros electrónicos recién comenzaba a surgir, el proyecto de La Planta había estado siendo observado
de cerca por los críticos literarios y las editoriales, algunas de las cuales no
podían evitar ver como una amenaza el éxito de King en la red, más aún luego de
la triunfal publicación, meses atrás, de Montado
en la Bala, primer libro lanzado única y exclusivamente en internet. La posible
desaparición de los editores como intermediarios entre el autor y el lector era
tema de actualidad, de modo que no pocos analizaban mes tras mes la evolución
del proyecto.
Una de las dedicatorias de puño y letra de Stephen King. |
Muchos, aún
hoy trece años después, siguen asegurando que el libro electrónico nunca
superará al de papel, y que el editor siempre jugará un papel importante en la
publicación. Pero en el segundo semestre de 2000 el debate estaba abierto, y
cuando King anunció la suspensión de La
Planta, tanto lectores como editores no tardaron en dar su punto de vista.
Las opiniones, desde luego, estuvieron divididas, pero ante todo el proyecto
dejó muchas cosas para pensar y analizar para todas las partes.
El New York Times publicó una columna
criticando a King y analizando el “experimento” como un proyecto que se
“marchitó, sobre todo porque el autor malinterpretó la naturaleza de sus
lectores”, arguyendo que las historias de King eran para leerse de una sentada
y que pretender emular a Charles Dickens en la red había sido un error.
Portada del tomo I. |
King no se
quedó atrás y además de recordarle muy certeramente al diario el éxito de la
novela por entregas La Milla Verde, y
experimentos similares de otros autores, aclaró su punto de vista y su
tranquilidad de que, a pesar de todo, para él La Planta solo dejó resultados positivos. En varias ocasiones el
autor ha dicho que la interrupción de la novela no se debió a razones de tipo
económico —aunque también dijo que es su trabajo y que como tal estaba
dispuesto a cobrar por él—, sino más bien a la notable falta de interés de los
lectores y, sobre todo, al hecho de que la historia, simplemente, se iba a
pausar dándole vía a otros compromisos y proyectos pendientes, lo que no
significaba que no se fuera a terminar en algún momento. Si la primera vez el
relato se interrumpió por casi veinte años, dijo King, nada indica que no pueda
proseguir en dos o tres años.
Para King,
en todo caso, el proyecto en particular, y la publicación en la red en general,
presentó tres dificultades:
«Uno es que la mayoría de los usuarios de
Internet parecen tener la atención dispersa de los saltamontes. Otro es que los
usuarios de Internet se han acostumbrado a la idea de que la mayoría de las
cosas disponibles en la Red o son gratis o deberían serlo. El tercero —y más
importante— es que los lectores de libros no reconocen a los libros electrónicos
como libros reales. Son como la gente que dice "Adoro el maíz en la
mazorca, pero el maíz sin grasa me hace vomitar". Desde que el experimento
de The Plant comenzó en julio,
docenas de personas me han dicho que no pueden esperar a que se imprima en un
libro para leer la historia. Ellos tampoco entran en la Red para otra cosa que
no sea el correo electrónico, o simplemente es que piensan que leer on line, o
incluso si lo que leen ha sido impreso en la privacidad de su hogar, no es una
lectura real. Para ellos, es maíz sin grasa. Y les hace vomitar.»
Teniendo en
cuenta que el libro no tuvo que pasar por costo de imprenta y comisiones, el
saldo de ganancia bien puede hacer que el columnista de turno del New York
Times se trague sus palabras. Para las editoriales fue King incursionando en el
mercado virtual como un metomentodo harto molesto; para el autor fue un simple
juego que resultó divertido e interesante.
Página de créditos con numeración a mano. |
Yo lo único
que saco de todo esto es que es una verdadera lástima que la novela siga
inconclusa, pero que aún así hay que darnos por bien servidos, pues la misma
pudo haber continuado nada más que en tres partes inconseguibles reposando en
las arcas de algún coleccionista.
Entrando en
materia sobre la novela propiamente dicha, estamos ante un relato del mejor
estilo ochentero del Maestro del Terror. Hay suspenso, hay horror y además una
buena dosis de humor negro. El formato epistolar hace la lectura bastante amena
y dinámica, y solo a medida que avanzamos nos encontramos con pasajes realmente
extensos escritos a manera de diario por varios de los protagonistas.
Al leerlo, es
inevitable evocar aquellos viejos capítulos de La Dimensión Desconocida, con
los hechos sobrenaturales a la orden del día, pero sin dejar de lado nunca ese
delicioso toque de humor que King sabe poner en su justa medida.
Ya al
comienzo he reproducido una sinopsis que da una idea general de hacia dónde se
encamina el relato, por lo que adelantar más sería estropearle la sorpresa al
lector. Además, si juntamos el título y el autor, tenemos una clara pista: en
la novela hay una planta, y puede ser peligrosa.
Caja contenedora. |
La historia
tiene el inconfundible sello del escritor de Maine, y a pesar de que la mayor
parte de lo que tenemos de la novela fue escrita hace poco más de diez años, el
espíritu del relato como fue proyectado en un comienzo parece conservarse
intacto. Aunque por desgracia la historia está temporalmente inconclusa —King,
como dije más arriba, prometió reanudarla en algún momento, pero no se ha
vuelto a saber nada—, en realidad podríamos considerar las seis partes de La Planta como un todo, como una especie
de tomo I de una novela en dos volúmenes, y como tal cuenta con un interesante
crescendo que lleva a un clímax que si bien nos deja con muchas ganas de
continuar y saber qué va a pasar, también nos deja bastante satisfechos.
La Planta es una lectura entretenida,
muy en la línea de novelas como Christine,
Cementerio de Animales o Cujo, no
por su formato, sino por ser un relato de horror con un elemento sobrenatural protagonista
que incide directamente en el argumento. Se lee rápido y logra su cometido.
Como dato
curioso, en La Planta hay un guiño a
otra novela del autor: Maleficio. En
la primera, Richard Ginelli es un mafioso copropietario de un local llamado “Four
Fathers (Cuatro Padres)”. En la novela escrita bajo el seudónimo de Richard
Bachman, Ginelli es igualmente uno de los propietarios de un negocio llamado “Three
Brothers (Tres Hermanos)”.
Yo casi puedo ver un hermoso volumen en tapa dura en un futuro ojalá no muy lejano, pero mientras eso sucede, hice el mío propio, una autoedición de la que no puedo evitar sentirme orgulloso. :)
Queda
esperar que King, como narrador nato que es, se decida a continuar “desenterrando
el fósil”, y nos regale la conclusión de esta historia. Seguramente él sería el
primero en querer saber cómo termina. En la página oficial del autor fue puesto
recientemente en descarga gratuita el archivo completo con las seis partes, y
las peticiones para que King termine la novela han llovido por decenas, pero el
silencio sigue siendo la única respuesta…
;)