“«El hombre de negro huía a través del
desierto y el pistolero iba en pos de él.»
Estas palabras las escribió Stephen King en 1970, cinco años antes de la
publicación de su primera novela, y con ellas abrió la puerta a un nuevo mundo
que muchos lectores todavía no conocen bien. De esta forma se inició una
fantasía épica en siete tomos, La Torre Oscura, que ya se ha convertido en un clásico del género. Stephen King tardó
treinta y tres años en terminar el ciclo. Ahora, por primera vez en castellano,
ofrecemos la versión revisada de este primer volumen, enriquecido con las
ilustraciones de Michael Whelan para una edición limitada que publicó Donald M.
Grant en 1982, junto con una nueva introducción y un prólogo del autor.
En un mundo extrañamente parecido al nuestro
Roland Deschain de Gilead persigue a su enemigo, el hombre de negro. Roland,
solitario, quizá maldito, anda sin descanso a través de un paisaje triste y
abandonado. Conoce a Jake, un chico de Nueva York pero de otro tiempo, y ambos
unen sus destinos. Ante ellos están las montañas. Y mucho más allá, la Torre
Oscura…”
Recuerdo
como si fuera ayer la primera vez que leí esa primera línea con que comienza la
saga.
Me hallaba
entre dos estanterías de la Biblioteca Comfama de la ciudad de Medellín. Corría
el año 2002 y, a esa altura, llevaba cuatro libros del Maestro del Terror en mi
haber. Por ese entonces ya era un ratón de biblioteca y, más aún, ya era fan
declarado de Stephen King y tenía pensando leerme todo lo que se me atravesara.
Solía pasarme por dicha biblioteca en busca de nuevos ejemplares —la mayoría de
su obra mantenía prestada, de modo que había que estar yendo con frecuencia—, y
cuando vi el primer volumen de la saga no dudé en echarle mano y hacer lo
primero que hace uno cuando va a prestar un libro: abrirlo y leer la primera
línea y/o el primer párrafo.
Entonces leí
lo siguiente:
“El hombre de negro huía a través del
desierto, y el pistolero iba en pos de él”.
De inmediato
esa frase encendió una luz en mi cerebro y como en un torbellino rondaron
montones de posibilidades. ¿Qué desierto era ese? ¿Quién era el hombre de negro?
¿Qué clase de pistolero era el que iba en pos de esa búsqueda? ¿Por qué iba
tras el oscuro sujeto?
Me llevé el
libro a casa y, hechizado, lo leí en un par de días.
Descubrí que
el pistolero era Roland Deschain, de la ciudad de Gilead, último de una antigua
estirpe de pistoleros. El desierto era el desierto de Mohaine, a través del cual
Roland llevaba persiguiendo al hombre de negro por un tiempo del que ni él
mismo estaba seguro. El hombre de negro hacía parte del pasado del pistolero, y
tenían una deuda que saldar. Pero ¿qué relación había realmente entre ambos?
Eso estaba
por verse…
A primera
vista todo lucía como una historia del Viejo Oeste, pero muy pronto descubrí
algo de vital importancia para entender a ciencia cierta la saga: el mundo se
había movido. Era un mundo directamente conectado con el nuestro, pero por
alguna razón todo era un poco diferente. Había chozas y tabernas, diligencias y
caballos, castillos y grandes señores —al menos hasta que Roland era aún un
adolescente—, pero pinceladas de tecnología muerta aparecían aquí y allá, un
tanto ominosas, sembrando la duda de en qué mundo se movía realmente el
pistolero…
Había flashbacks, idas y vueltas, atisbos de
la juventud de Roland y del comienzo de su búsqueda, había dudas que parecían
no ser resueltas, pero en el lejano horizonte de la historia algo se levantaba
sin ambages ni rodeos: la Torre Oscura, a la que Roland esperaba llegar algún
día, aunque se le fuera la vida en ello…
En realidad
ese primer volumen, titulado por aquél entonces La Hierba del Diablo, generaba más preguntas que respuestas, y en
honor a la verdad no era el libro más entretenido de Stephen King que había
leído, pero tenía una magia especial, un encanto que no sabría muy bien cómo
describir. Dicen por ahí con respecto a la saga que “el primero intriga, y el
segundo engancha”. Y es verdad. El primer volumen es tan solo un preámbulo de
lo que viene después.
Por cosas
del destino, con el pasar de los años terminé leyendo ese volumen en tres
ocasiones, pero solo hasta ahora, después de casi nueve años de haberlo leído
por última vez, he tenido la oportunidad de leer finalmente la versión revisada
y ampliada, El Pistolero, que Stephen
King publicó en 2003 como antesala de los últimos tres libros que cierran la
serie.
Era una
deuda pendiente, y confieso que tenía muchas expectativas. Lo único que sabía
de los cambios era lo que había leído en los números 77 y 78 de la Revista Insomnia, en los
cuales se hace un exhaustivo estudio de todo lo nuevo que trajera en su momento
la nueva edición.
Pues bien, a
pesar de ser ya la cuarta vez, debo decir que lo he disfrutado mucho. Más aún
puesto que ha sido una nueva lectura conjunta con mi amada Sadie, quien ahora
se inicia en la saga. :) He notado muchos de los cambios y la verdad es que,
habiendo leído ya la saga un par de veces, puedo decir que ahora muchas cosas
encajan mejor. Es, como dice el propio Stephen King, como si hubiera “enderezado
los cuadros, pasado la aspiradora y fregado los retretes”, haciendo que todo
luzca un poco más “organizado”, más coherente con los volúmenes posteriores. Sin
embargo, puedo decir, contrario a lo que muchos piensan, que La Hierba del Diablo no está muy por
debajo y que perfectamente se puede uno iniciar en la saga con la versión
original.
Sea como
fuere, esta saga tiene algo especial, y el lector que se adentre en sus páginas
se verá atrapado, si no en el primer libro, con toda seguridad en el segundo.
Nada más esa primera frase hace que uno quiera seguir leyendo y descubrir todo
lo que se esconde tras el enigmático pistolero, tras la naturaleza de su
búsqueda y lo que hay en esa ominosa Torre Oscura.
Esta edición
revisada y ampliada cuenta con una nueva Introducción titulada “Sobre tener
diecinueve (y algunas cosas más)”, en la cual Stephen King expone los motivos
que lo llevaron a escribir una historia tan ambiciosa a tan temprana edad, y un
Prólogo en el que enumera las razones que tuvo para retomar el primer libro y
sacar a la luz una versión revisada del mismo. Como siempre, hasta estos textos
son también amenos. Por el contrario, el Epílogo original ha desaparecido. Supongo
que ahora, con la saga terminada, resulta innecesario.
Las ilustraciones, por cierto, sencillamente impresionantes.
Largos días
y placenteras noches…
;)