Aún después de tanto tiempo, Frank
seguía sin acostumbrarse a esa niebla pardusca que lo cubría todo. Desde que recordaba,
esa bruma se cernía sobre el mundo como una espesa mortaja, y Frank se
preguntaba a veces si no sería esa la razón del malestar que lo acompañaba en
todo momento como un visitante indeseado.
Siguió pedaleando, procurando
apartar esos pensamientos de su mente embotada.
Últimamente le costaba pensar, era
como si armar una idea medio coherente en su cabeza le provocara jaqueca, de
modo que se limitaba a pedalear con la mente en blanco a un ritmo constante.
Suponía que ese extraño síntoma desaparecería con el tiempo junto con ese vago
malestar.
La niebla le permitía un rango muy
escaso de visión, por lo que cuando vio a los tres caminantes que se acercaban,
estos ya se hallaban a escasos siete metros de distancia.
Experimentó un déjà vu. Ya se había cruzado con
aquellos tres individuos con anterioridad. O bueno, quizá no fuesen los mismos,
pero estaba seguro de que eran tres.
Tres hombres.
Tres siluetas que aparecían de
repente, como unas improvisadas parcas que llegaban en medio de la bruma a
sellar su destino.
Fue extraño: también este
pensamiento le produjo un nuevo déjà vu.
¿Acaso había pensado en las parcas
antes?
De pronto, como si esa sola visión
hubiese conjurado algo en su interior, sintió una leve punzada en el pecho. Se
llevó la mano derecha al corazón mientras sostenía el manubrio con la
izquierda, y antes de que pudiera darse cuenta tenía a aquellos tipos en sus propias
narices. Frank se abalanzaba inexorablemente al del medio, cuyo rostro apenas
pudo distinguir en aquella penumbra naranja.
Sintió que sus párpados se
cerraban como por instinto, pero incluso antes de que esto pasara, siguió de
largo a través de aquella silueta que ni siquiera pareció inmutarse.
La bicicleta se zarandeó
peligrosamente, y Frank llevó de nuevo su mano derecha al manubrio con el fin
de estabilizarla. Cuando lo hizo, sintió una humedad en su palma. No tuvo que
soltar el manillar para ver la mancha de sangre que cubría sus dedos. Inclinó
su rostro y vio la herida de bala que sangraba en su pecho a través de la
chaqueta deportiva. La observó un instante con cierto desapegado interés, y después
desvió su vista hacia la ruta y siguió pedaleando.
Dejó su mente en blanco, y observó
la niebla.
Esa niebla existía desde que recordaba.
Un manto ora naranja, ora pardusco, que nunca daba tregua.
Se preguntó si sería eso la causa
de su malestar.
No pasó mucho tiempo antes de que
viera a los caminantes.
Eran tres, y Frank experimentó un déjà vu.
¿Acaso los había visto antes? No
estaba seguro, pero creía que sí. No sabía si eran los mismos, pero no había
duda de que eran tres.
Como las parcas.
Mientras se acercaba a las
siluetas, Frank decidió que odiaba los déjà
vu, así que puso la mente en blanco.
Era mejor no pensar. Pensar le
daba dolor de cabeza.
1 comentario:
Pues para ser tu primer relato corto no está nada mal. Me ha gustado mucho imaginarlo como un relato cíclico... incluso sin final :) ojalá sigas redactando y mejorando día con día. Mucho ánimo!
Si tuviera que comentar algo que desde mi punto de vista personal se podría mejorar, sería el omitir en las líneas 13 y 15 del relato, el número de las siluetas, hasta que el personaje afirme que recordaba que eran 3 y de esa manera lo desvele aportando un poco más de misterio al relato. No sé si me doy a entender...
Y una oración que quizá pueda aceptar algún intercambio de conceptos es esta que escribes: "La observó un instante con cierto desapegado interés" parece una mezcla un poco confusa, pues pareciera que quieres decir "con cierto desapego", "con cierta dejadez", "con escaso interés"... en fin... esta es mi opinión :) Gracias por compartir tu trabajo y sigue adelante!
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